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Tomás Calvillo Unna

01/03/2023 - 12:05 am

La contabilidad del ser

“La palabra es el alma del número, cuando se ausenta el fuego nos enceguece”.

“El despliegue del manto inmemorial”. Pintura: Tomás Calvillo Unna.

Para Conchita Calvillo, a quien el Presidente Andrés Manuel López Obrador, solía visitar durante sus años de peregrinaje después del 2006; en este 2023 no estaría de más, que se tomara un té con ella. Estoy cierto, como muchos otros que la conocemos, que algo valioso encontrará en su presencia y palabras, más aún, hoy en día, con tanta responsabilidad que lleva. Un gesto así, trasciende partidismos políticos y toca fibras profundas y sutiles de lo que solemos nombrar como la Patria. La edad es sabia cuando la mente y el corazón no se separan, a pesar de los achaques del cuerpo.

Rendija:

Los bolsillos de la clase media están rotos, va a seguir tomando las calles, pase lo que pase.

El lenguaje de la política está erosionado, los adjetivos aniquilan los conceptos. El ciudadano como sujeto, busca su identidad pérdida en el marasmo cotidiano de las redes, convertido en algoritmo, sus emociones lo definen; pero cuando ya no alcanza la quincena y las expectativas se reducen a la sobrevivencia, no hay discurso que valga, ni cuarta, quinta o sexta transformación que busque explicar el sentido del devenir colectivo e individual.

Los tambores de guerra se escuchan, esperemos que la clase política toda, a pesar de sus complicidades con el crimen, comprenda su responsabilidad con lo más sagrado de la Nación: La Paz y Seguridad de todas las familias de nuestro querido país, cuando se reúnen alrededor de la mesa y pueden compartir el alimento y sentir que viven con decoro y dignidad.

 

La Contabilidad del Ser

Cómo aprender a escuchar

lo que las voces no alcanzan a decir,

¿acaso el ruido

y su desenlace de aturdimiento,

presagian el hastío

y un silencio a la deriva y sin fin?

La semilla de un verdadero vocablo,

en la vereda de lo humano, tal vez

su estremecimiento

que sacude y disipa

el denso mutismo

y la tensión de su ropaje.

Hay una voluntad previa

que apunta las coordenadas;

las sumas y restas

del engranaje ignorado, que persiste.

La secuencia que alumbra el ritmo.

La geometría que permite la música,

esa vibración metafísica de lo físico.

La química del sonido como partitura.

El despliegue del manto inmemorial

de la abstracción.

Ese múltiplo molecular esculpido al infinito,

que traza las guías genéticas

del orden de la aparición

El volumen es movimiento capturado,

contenido,

los pliegues que permiten

la fricción de la realidad,

su presentación temporal;

su puesta en escena…

el espejo descifrado del oxígeno.

El número se alimenta de eternidad,

la palabra es historia

desde su primera hasta última letra:

conciencia, conocimiento y evocación.

La trenza que evita el delirio

y sostiene la cordura,

ese zigzag,

la espiral de la cifra y la letra,

la naturaleza de su devenir;

la memoria del presente:

el átomo donde las nupcias,

del nombrar y su cuenta

son la danza misma de la existencia:

la contabilidad del ser.

Todo número

es una operación matemática en ciernes,

y toda palabra una historia por contarse;

al perder una sola letra y una cifra

emerge el dolor de la incomprensión,

y su dosis que carcome

el sentido de las cosas.

La tarea pendiente

es recuperar los pasos acompasados

del número y la palabra;

en ese entrenamiento y sus ritmos

se encuentra la revelación del destino:

el don de la vida

su comprensión.

Siempre son cuentas distintas

aunque los números sean los mismos.

El principio y el fin

como inventos de la imaginación

que cincelan la realidad,

el sentido que permite habitar el sueño

para despertar el acto creador

su potencial inmanente

e inminente de libertad.

Es la batalla sin tregua

de cada día ante el caos

que abreva de nuestras sombras

y nos circunda.

La palabra

es el alma del número,

cuando se ausenta

el fuego nos enceguece.

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