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El camino más corto a EU son 1,450 kilómetros; la Caravana Migrante no tiene autobuses: irá a pie

01/11/2018 - 8:24 am

El miércoles por la noche quedó claro que las autoridades mexicanas no accedían a la demanda de la caravana de enviar docenas de autobuses para trasladar a sus alrededor de 4 mil integrantes a la Ciudad de México. “Fracasaron los intentos de viajar en autobús”, reconoció Walter Cuello, su coordinador.

Por Sonia Pérez D.

Juchitán, 1 de noviembre (AP).— Miles de migrantes centroamericanos reanudaron su lenta marcha a través del sur de México el jueves, y activistas que los ayudaban dijeron que torcían su rumbo hacia la costa del Golfo, un camino más corto hacia la frontera con Texas.

El grupo inició la marcha tras tomarse un día de descanso en Juchitán, Oaxaca, y los activistas dijeron que tratarían de recorrer los 65 kilómetros hasta Matías Romero.

Trataron de obtener transportes en Juchitán, pero fracasaron, lo que los obliga a continuar a pie o en los transportes que puedan conseguir.

Los migrantes no dijeron qué ruta tienen previsto seguir en su camino hacia la frontera con Estados Unidos ni qué paso fronterizo planean alcanzar y Juchitán, a unos 1.450 kilómetros (900 millas) del territorio estadounidense, es una especie de encrucijada.

Elegir Jalapa del Marqués como su próximo destino parece indicar que optaron por viajar hacia la capital del estado de Oaxaca, del mismo nombre, en lugar de dirigirse al norte hacia el estado de Veracruz, que es una ruta habitual hacia McAllen, Texas.

El miércoles por la noche quedó claro que las autoridades mexicanas no accedían a la demanda de la caravana de enviar docenas de autobuses para trasladar a sus alrededor de 4 mil integrantes a la Ciudad de México.

“Fracasaron los intentos de viajar en autobús”, reconoció Walter Cuello, coordinador de la caravana.

Tras pasar la noche anterior en una propiedad municipal ubicada a las afueras de Juchitán, los migrantes comenzaron a buscar algo para comer mientras de fondo se escuchaban las canciones del cantante mexicano Vicente Fernández. Los anuncios realizados en los altavoces daban instrucciones para el uso del baño y señalaban que está prohibido cobrar dinero para cargar los teléfonos.

El personal de la Cruz Roja vendaba los pies hinchados del campesino hondureño Omar López, quien caminó sobre el asfalto caliente de la carretera todos los días durante las dos últimas semanas y pasó las noches sobre aceras de concreto cubierto solamente por una hoja de plástico.

López dijo que jugar fútbol en su tierra natal le había dado resistencia, pero que la caminata “exagerada” ya comenzó a tener efectos.

“Vale la pena el sacrificio”, dijo. “Le prometí a mi hijo comprarle una motocicleta de verdad, se lo voy a cumplir. Y le prometí muchas cosas más, esto no es fácil, no solo las cosas, también le quiero dar educación”.

Mientras, en Washington la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders, elogió el miércoles a México por impedir que los migrantes consiguieran un transporte.

“México ha salido al frente de una manera sin precedentes”, comentó Sanders al canal Fox News. “Han ayudado a impedir el acceso a muchos medios de transporte para estas personas de las caravanas, obligándolos a caminar. Nos han ayudado en nuevas formas para frenar esto, acabarlo y evitar que avance tan agresivamente hacia Estados Unidos”.

De hecho, el gobierno mexicano ha tomado una postura bastante contradictoria en cuanto a ayudar u obstaculizar a la primera caravana, lo que refleja un intento de mantener cierto equilibrio: las autoridades no quieren irritar al Presidente estadounidense Donald Trump, pero los mexicanos han sufrido malos tratos cuando migran.

Durante la primera semana de la caravana, la policía federal mexicana implementó medidas de seguridad poco claras, como cuando obligó a los migrantes a bajarse de camiones por la normativa de seguros. También detuvieron unas camionetas que trasladaban migrantes y los forzaron a bajarse.

Pero en los últimos días, los funcionarios de la agencia de protección de migrantes en México han organizado viajes en vehículos particulares para las mujeres y niños de la caravana como parte de labores humanitarias. Y la policía no ha tomado medidas cuando ha observado camiones repletos de migrantes.

Un segundo grupo más pequeño de unos mil migrantes que ingresaron a México el lunes estaba unos 320 kilómetros (200 millas) más atrás. Un tercer contingente de migrantes de El Salvador llegó a Guatemala y un cuarto con unos 700 salvadoreños partieron de la capital, San Salvador, el miércoles.

En total, los cuatro grupos representan apenas unos pocos días del flujo promedio de los migrantes que llegan a Estados Unidos.

Las caravanas se han registrado de forma regular en los últimos años y generalmente pasaban desapercibidas, pero Trump puso la atención sobre ellas para hacer de la seguridad fronteriza un tema clave a pocos días de las elecciones legislativas en el país.

El Pentágono anunció que desplegará a 5 mil 200 soldados en la frontera suroeste. Pero la ley federal restringe a los militares de participar en labores policiales en territorio estadounidense, por lo que su papel podría estar limitado a actividades como proporcionar apoyo aéreo para las misiones fronterizas, colocar barreras de concreto y dar mantenimiento a vehículos, en lugar de detener migrantes. Trump anunció el miércoles que este destacamento podría llegar hasta los 15 mil soldados.

Desgastados tras recorrer cientos de kilómetros, muchos migrantes tiraron la toalla y regresaron a sus países o solicitaron un estatus de protección en México.

El primer grupo se ha reducido significativamente de los más de 7 mil migrantes que registró en su apogeo. Otra caravana que llegó a la frontera de Estados Unidos en San Diego hace unos meses estaba conformada por apenas 200 personas.

El secretario de Gobernación de México, Alfonso Navarrete Prida, dijo que unos 2.300 migrantes han solicitado quedarse en México al amparo de un plan del gobierno y que cientos más han aceptado la repatriación asistida.

También el miércoles, una mujer guatemalteca dio a luz a la primera bebé de la caravana en un hospital de Juchitán. La Comisión Nacional de Derechos Humanos de México dijo que organizó la atención médica para la madre, que estaba embarazada de 28 semanas, y que la niña goza de buena salud.

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