Idealismo tras las aulas: Microenseñanza

02/02/2014 - 12:00 am

¿Cursos para profesores? Júrelo que pasa antes de empezar el semestre o el ciclo escolar para activar el lavado de cerebro de ser el mejor en pocos días o sentirse el fracaso del año con tan solo palabras.

¿Patrocinadores? Café anónimo y surtido rico de galletas para calmar las penas de verse frustrado tras las aulas y no poder aplicar en la mayoría de las veces, la eficiencia de las habilidades docentes diseñadas para treinta alumnos y terminar con casi sesenta.

¿Duración aproximada? Una semana a lo mucho. Tiempo en el cual el idealismo sale a relucir de la boca de quienes portan la espada de ser el superhéroe de la enseñanza, pero tiene más de la mitad de sus estudiantes reprobados.

Los cursos para docentes son un coctel de situaciones. No siempre se sabe lo que va a pasar o lo que el otro va a decir. El instructor lanza la primera piedra. Nadie está libre de culpas y de fallas y no siempre porque sean malos maestros, sino porque el sistema no permite que los titiriteros del conocimiento vuelen como les plazca en la batalla escolar.

¿Microenseñanza? Catarsis a la labor docente. Golpes de pecho donde los lamentos y la crítica están a la orden del día. La teoría es un pretexto. Zumban los oídos de adolescentes. Sus deficiencias cognitivas, el entremés de la discusión.

No saben sumar, no se saben las tablas, no entienden las instrucciones, no comprenden lo que leen, no dominan las reglas ortográficas, no quieren aprender. No, no y no.

Un monopolio negativo crea una halitosis de la enseñanza y el aprendizaje rebasados por una realidad de desigualdad social que clava la daga en los resultados de evaluaciones que reflejan verdades incómodas como una comezón imposible de parar, como si la ignorancia fuera un lujo fácil de adquirir pagándola en abonos de flojera e indiferencia.

Un circo de simulaciones se vive con un nerviosismo ligero: —Pásele al frente y represente una de sus clases enfrente de todos. No se preocupe, no estará solo, será en equipo. Si lo vamos a descuartizar será con la crítica destructiva disfrazada de constructiva.

Nada es igual. Los adultos responden con total coherencia. Los adolescentes no y aun así el control se puede escapar de nuestras manos, cuando la impotencia entra como un demonio de dudas.

¿Dinámicas? Crear un espejo en el pizarrón al proyectarse el desarrollo de una cátedra cual representación de la realidad. Beber la retroalimentación y escupirla a la primera oportunidad que se presente. Todo sea por mejorar en un abrir y cerrar de ojos, mientras cincuenta adolescentes frente a nosotros esperan una sorpresa resumida en aprender.

@taciturnafeliz

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