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Gustavo De la Rosa

02/04/2019 - 12:03 am

Las caravanas: un engaño inhumano y compartido

Algunos juarenses ignorantes repiten expresiones discriminatorias y de desprecio racial, ciudadanos que además consideran a los centroamericanos como intrusos y causantes de nuevos conflictos

Se empiezan a notar actitudes de hartazgo entre los ciudadanos en contra de los migrantes que esperan en esta ciudad su turno para presentar su solicitud de asilo. Foto: Moisés Castillo, AP.

Las amenazas de Trump acá en la frontera se escuchan como verdaderos augurios del mal e impactan nuestra vida cotidiana: ya tenemos una semana sufriendo las presiones migratorias generadas por el cúmulo de solicitudes de asilo que miles de migrantes centroamericanos están presentando ante el Gobierno de Estados Unidos.

La oficina de migración norteamericana en los cruces fronterizos tiene un número preciso de agentes que realizan diversas tareas, y para poder tramitar las solicitudes de asilo deben disminuir sus trabajos en la revisión de personas y automóviles que cruzan rumbo a El Paso, Texas, lo que ha convertido las filas, que antes demoraban de 30 a 60 minutos, en esperas de tres horas. Si a eso añadimos la amenaza del cierre de la frontera en la próxima semana, la ciudad sufre en verdad.

Ciudad Juárez y El Paso son una misma ciudad, apenas dividida por un río; somos las mismas miles de familias, con los mismos trabajos y que realizamos las mismas actividades, dependientes de la fluidez de los cruces internacionales; por eso nos preocupan mucho las absurdas políticas migratorias del Presidente del norte.

Se empiezan a notar actitudes de hartazgo entre los ciudadanos en contra de los migrantes que esperan en esta ciudad su turno para presentar su solicitud de asilo, y ya empiezan a aparecer notas en los pasquines digitales culpando a los migrantes por romper la paz de esta frontera, ¿pero cuál paz hay con más de 80 homicidios por cada cien mil habitantes?

Algunos juarenses ignorantes repiten expresiones discriminatorias y de desprecio racial, ciudadanos que además consideran a los centroamericanos como intrusos y causantes de nuevos conflictos; y no debemos olvidar que la agresión a los inmigrantes ha potenciado a los políticos de extrema derecha en los países europeos, que recogen argumentos en contra de los africanos y de los musulmanes para presionar a los gobiernos socialdemócratas a generar políticas migratorias de desprecio contra los que huyen para salvar sus vidas.

Trump, con ese discurso, logró reunir a miles de norteamericanos frustrados por el bajo nivel alcanzado en su país, que convirtieron sus palabras en dardos que lanzan contra los más vulnerables, muchas veces migrantes que por circunstancias específicas y transitorias se ven obligados a dejar su patria; pero la diferencia entre los discursos de la derecha europea y la norteamericana reside en que allá se presiona al propio Gobierno, pero acá se atreven a presionar a las autoridades de un país ajeno, este es el negro legado que nos dejó la dictadura repartida del PAN y el PRI.

Las incomodidades y molestias que nos pueden causar algunos miles de migrantes camino al norte son perfectamente tolerables si entendemos las historias de miseria y soledad, peligro y angustia, que los acompañan desde que salieron de su tierra: nadie que viva con un mínimo de confort y seguridad se atrevería a hacer esa larga caminata para llegar a un país extraño; ellos ignoran que al iniciar su trámite, los encierran en hoteles de mala muerte, peor que las prisiones para indocumentados, y ahí los tienen en espera de un imaginario asilo que nunca llega hasta que meses después (o años) les dan la orden de deportación a su país. Todo en vano.

Por esto, y tras agotar sus recursos físicos y emocionales, finalmente muchos de los hoy ilusionados con vivir en los Estados Unidos se quedan a continuar con su existencia en la frontera, y tarde que temprano se incorporan al gran crisol de la población juarense.

Es la gran tragedia humana, formada por las mentiras fantásticas de ambos de ambos lados de la frontera. No es cierto que recibirán asilo ni permiso de trabajo en el país de las hamburguesas, como tampoco es cierto que son una fuerza invasora extranjera que obligue al Presidente americano a defender su patria con medidas extraordinarias. Son dos mitos absurdos que se han creído las partes en conflicto.

Mejor sería para todos que supieran la verdad que espera a más del 90 por ciento de los miembros de las caravanas: México es un país de recepción y futura asimilación.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.

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