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Alejandro Páez Varela

02/05/2022 - 12:08 am

Barullo

No tienen evidencia y no importa. En el barullo no importan las verdades porque nadie entre ellos está para probar que son mentiras. Las mentiras circulan sin obstáculos; les nublan la vista y les dan una mala perspectiva (como la foto que provoca un ensayo sobre la torre inclinada). Y luego, en la siguiente elección, se preguntan por qué perdieron.

Hace dos semanas, a propósito de la consulta de Revocación de Mandato, escuché a Héctor Aguilar Camín decir que en buena medida la votación alta o baja en cada estado dependió de la capacidad de las autoridades locales –de Morena, obvio– para acarrear gente. El proceso, afirmó, no provocó entusiasmo. “Era una movilización en seco para una cosa que la gente, psss, probablemente ni entiende pero sobre todo, no le calienta la sangre porque no hay nada serio por qué pelear”, consideró el escritor y asesor político.

No es que me encante escuchar a Aguilar Camín o ver a Jorge G. Castañeda –sobre todo verlo, carajo–; estaban en “La Hora de Opinar”, con Javier Tello, y llegué atraído porque el excanciller de Vicente Fox había revelado, de forma involuntaria, las reuniones del intelectual de Nexos con el dirigente nacional del PRI, Alejandro Moreno, para asesorarlo sobre la Reforma Eléctrica. Pero no hablaron de eso. Hablaron de la consulta y de cómo algunos gobernadores no alcanzaron a cumplir “la cuota de acarreo”.

–A ese Gobernador le va a ir muy mal –dijo el escritor sobre un mandatario de Morena en un estado con baja votación.

–¡Al Gulag! –dijo Castañeda, entrecortando por la risa. Se refería a que el Gobernador sería enviado a los centros de trabajo forzado utilizados por décadas en la URSS para encarcelar a criminales y a disidentes políticos.

Castañeda y Aguilar Camín son individuos inteligentes; no creo que se crean que México está en manos de una dictadura. Pero pregonan que el país “sufre una dictadura” porque son activos de una causa política. Lo mismo que hacen Jesús Ortega o Jesús Zambrano; Claudio X. González o Gabriel Quadri: son políticos y quieren el poder. Y no importa la verdad: importa generar percepciones. El discurso de Castañeda y Aguilar Camín es el mismo que el de Lilly Téllez o el de Fox; el de Felipe Calderón y el de su esposa, porque quieren influir en la percepción de la gente. Difunden que, en apenas tres años, México fue conducido a la ruina por un dictador soviético que es capaz de enviar incluso a sus aliados al Gulag, como lo hacía Stalin. Imagínense lo que hará con los que se atreven a contradecirlo.

Y si alguien opina lo contrario a lo que dicen Aguilar y Castañeda; si alguien les rebate el punto, gritan que se sienten amenazados y que todo es culpa de la terrible polarización que vive México. Antes, con Salinas o con Calderón, decían lo que querían y nadie les rebatía. Ahora sí, y es por la polarización, según dicen. Y aunque no han probado un solo caso de un periodista que perdió su trabajo por presiones del Gobierno; y aunque no tienen evidencia de que en este sexenio regresaron las prisiones políticas (como Lecumberri), eso no importa: importa gritarlo, decirlo, escribirlo, llorarlo.

Y entonces suceden cosas que serían maravillosas, de no ser trágicas: un menso les compra el discurso, le toma una foto a dos soldados que se comen un coco con chile y grita, en Twitter: “¿Cómo llegamos a esta polarización? ¡Soldados en la calle! ¡México es una dictadura!”. Y otro, más menso todavía, toma una foto de celular y le es suficiente para decir que la torre de control del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) fue construida estúpidamente chueca y no lo dejan allí: lo invitan a una revista de intelectuales a publicar un ensayo basado en su foto sobre la torre chueca.

Y entonces un grupo de legisladores –entre ellos Margarita Zavala– corre a las Naciones Unidas para hacer barullo contra la dictadura, convencidos por el barullo que generan entre ellos mismos. ¡La polarización!, gritan. Van a la ONU a protestar contra la dictadura y esa misma tarde se sientan en la amplia terraza de su casa de Las Lomas, de Polanco o del barrio más exclusivo de la capital mexicana para que alguno de sus empleados les sirva un café mientras analizan cómo se han salvado de ir a uno de los Gulags instaurados en México desde el 1 de diciembre de 2018 por un maldito dictador que polariza.

No tienen evidencia y no importa. En el barullo no importan las verdades porque nadie entre ellos está para probar que son mentiras. Las mentiras circulan sin obstáculos; les nublan la vista y les dan una mala perspectiva (como la foto que provoca un ensayo sobre la torre inclinada). Y luego, en la siguiente elección, se preguntan por qué perdieron.

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Pues bueno, en medio del barullo provocado por la propuesta de Reforma Electoral presentada el jueves por el Presidente Andrés Manuel López Obrador, apenas se escuchó que la agencia HR Ratings cambió la perspectiva de la deuda soberana de México de negativa a estable. ¿La razón? El manejo responsable de las finanzas, la prudencia fiscal, el combate a la evasión y los ingresos tributarios robustos; además, las reservas altas, una línea abierta de 50 mil millones de dólares del FMI que no se ha gastado y certidumbre para la inversión privada; todo sumado dieron tranquilidad a sus analistas. Y extendieron el premio.

Quizás alguien piensa que esa última razón la agregué por error. No, no es error. HR Ratings premió a México por dar certidumbre a la inversión privada, y eso tiene un reflejo contundente en el empleo, que en su mayoría lo generan los privados: el mismo jueves, IMSS e Inegi dijeron que la tasa de desempleo se ubicó en un tres por ciento de la Población Económicamente Activa para el mes de marzo. Para dar una idea: Europa reportó en marzo 7 por ciento de desempleo, el menor en 25 años. Estados Unidos, 3.7 por ciento. Allá todos lo celebraron. Acá el dato bajo de desempleo apenas si lo levantó la prensa.

¿Qué está pasando? ¿Pues no que se hunde México, como dicen Quadri, Lilly Téllez o Castañeda? ¿Por qué cuando entro a Twitter –y procuro no hacerlo seguido– hallo un país en ruinas como el que, por ejemplo, nos dejó Carlos Salinas de Gortari y que provocó el Fobaproa, el mayor endeudamiento súbito de esta República en los tiempos modernos?

Pues no, parece que no todos ven ese país de Gulags que se hunde. Parece que la turbulencia política que algunos provocan y otros pregonan se queda en tolvanera, polvo, barullo y ya. Y aquí les digo esto: las turbulencias políticas se están separando cada vez más de la economía. O dicho de otra manera: toda esa discusión que se traen entre el protagónico Lorenzo Córdova, Va por México, el McPRIAN y Morena no provocan ningún sobresalto. ¿La razón? Le duela a quien le duela, opinen lo que opinen, es porque la responsabilidad del Gobierno de México ha dado solidez para no asustar ni al capital ni a los inversionistas; es más, ni a las casas de análisis.

El ruido que hacen Calderón, Fox, X. González o Lorenzo Córdova; el ruido que hacen el amargado y envejecido Diego Fernández, el muy menor Alejandro Moreno o Aguilar Camín o Marko Cortés es eso: ruido. Y nada más. Al menos para los que analizan en serio y toman distancia del barullo porque no viven de él, sino de acertar en su análisis.

El Banco de México (Banxico) realiza todos los meses una encuesta entre las principales y más prestigiadas casas de análisis para saber qué opinan con respecto al comportamiento de distintos valores, y cómo pueden impactar en el crecimiento del país a corto, mediano y largo plazos. Aunque los reactivos de esta encuesta han cambiado o se han ajustado durante los últimos 20 años, mantienen el foco en más o menos las mismas variables.

Banxico quiere saber qué piensan sobre la inflación, el PIB, el tipo de cambio o las tasas y con lo que los analistas externos opinan hace un promedio que luego publica en esta encuesta mensual. Se pregunta a los analistas sobre los principales factores que podrían obstaculizar el crecimiento de la actividad económica en México. Y usted se va a sorprender de ese resultado.

En abril de 2018, la incertidumbre política interna estaba en 24 puntos porcentuales con Enrique Peña en la Presidencia. En abril del 2006, la preocupación de los analistas por la incertidumbre política interna era de 29 puntos porcentuales y en abril del año 2000 este mismo valor alcanzaba 26 puntos entre los analistas del sector privado.

Escojo esas fechas porque son momentos extremos en la vida política de México. Intento compararlas con el momento que vive el país hoy, que según la oposición es de una polarización tan profunda y tan dañina, causada por el dictador, que tiene paralizado a México o peor: lo tienen sumido en un Apocalipsis.

Pues bien, de acuerdo con los analistas del banco central, la incertidumbre política interna se ha comportado de la siguiente manera en el último año, en medio de una crisis económica que no se ha visto en dos años; con dos consultas ciudadanas y una elección intermedia federal:

2021
Marzo, 19 puntos porcentuales
Abril, 18
Mayo, 23
Junio, 15
Julio, 14
Agosto, 15
Septiembre, 13
Octubre, 13
Noviembre, 16
Diciembre, 15

2022
Enero, 15 puntos porcentuales.
Febrero, 15
Marzo, 13

Como puede advertirse, la incertidumbre que provoca internamente la política no es la que intenta dibujar. Al menos eso ven los analistas de las casas prestigiadas que consulta desde hace décadas el Banxico.

Por eso, cuando Castañeda habla de Gulags y Aguilar Camín, Margarita Zavala o Lilly Téllez hablan de dictadura, cuando la gente sale a la calle y no ve tanques recorriendo su barrio, entonces hay un choque entre esa caricatura que hablan en la élite y lo que se ve entre los de a pie. Y luego, en la siguiente elección, se preguntan por qué perdieron: pues porque antes estaban muy lejos de la gente y sus asesores los hacen verse francamente desorientados. Es como Ricardo Anaya iniciando en 2019 un recorrido para conocer México, el país que en 2018 intentaba gobernar sin conocerlo.

***

Lo peor que puede pasar es que un analista se coma por la mañana el análisis que por la noche torció por intereses que ya ni siquiera recuerda. Le pasa mucho al PRI, pero es porque tiene a un dirigente, Alejandro Moreno, de los menos inteligentes que yo recuerde. Entonces Moreno recurre a Aguilar Camín, que es inteligente y sabe orientar a otros hacia sus intereses. Le pasa al PAN, que se compró el odio de Claudio X. González hacia López Obrador sin evaluar (o se le olvida) que a él le interesa su familia y la empresa de su familia y todas sus acciones, incluyendo votar contra la Reforma Eléctrica, van a favor no de México, sino a favor de su familia.

Ambos partidos, PRI y PAN, están influenciados por radicales que odian a AMLO y que los llevarán al abismo, si eso se requiere, para vengarse. Entonces los alimentan con análisis pervertidos por el interés personal. Aguilar Camín es un tipo inteligente y no creo que él se crea que todos esos votos del domingo de consulta fueron acarreados. Pero porque odia al Presidente construyó su análisis a partir del menosprecio. Y así, el mismo Aguilar Camín se desayuna el análisis que por la noche envenenó para alguien más.

Y luego, en la siguiente elección, todos se preguntan por qué perdieron.

Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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