Andanzas de cocina | Pujol, ¿verdaderamente vale lo que cuesta?

02/06/2017 - 12:01 am

Glotón Mundano visitó el reconocido restaurante Pujol, para ver si sus nueces sólo hacen ruido o valen la pena pagar miles de esos por ellas.

Ciudad de México, 2 de junio (SinEmbargo).– La característica del primogénito de Enrique Olvera, es que es transparente: sabes a lo que vas, desde el inicio estás consciente que si quieres visitar uno de los mejores restaurantes del mundo, hay que pagar por él. Eso y la tortilla de hoja santa.

La cuenta final para dos personas excede los 4 mil pesos, con el menú de degustación y un par de cervezas de manufactura mexicana artesanal. La pregunta es, ¿vale la pena?

Una gordita, para empezar. Foto: Mundano, SinEmbargo

Para empezar, la atención es increíble. Claro, un buen restaurante no se define solo por la comida que sirve. Así, desde el primer momento que interactúas con el personal, puedes sentirte cómodo.

En caso de ser la primera visita, el mesero explica el procedimiento a seguir. Sellada con cera está la carta única de seis tiempos con opción para elegir entre varias alternativas de platillos.

Por default, lo primero a probar es una gordita de chicharrón, muy distinta a los que estamos acostumbrados, casi milimétrica pero con todo el sabor tradicional concentrado en su pequeño tamaño.

La botana, con un olor incomparable. Foto: Mundano, SinEmbargo

La botana para compartir fue de mis platos favoritos, pues se trataba de elotes con mayonesa de hormiga chicatana, pero lo mejor no era el sabor, sino el olor que desprendió la mezcla de ingredientes cuando alzamos la tapa del recipiente.

Pulpo en tinta de habanero. Foto: Mundano, SinEmbargo

Para el siguiente tiempo, me decanté por el pulpo en tinta de habanero, frijol ayocote y salsa veracruzana. Si están acostumbrados a pensar que el pulpo debe ser duro, están equivocados.

Le siguió una sopa de verduras. Rica y hasta ahí, tan normal que no hay foto.

Después, vino el plato fuerte: un corte wagyu término medio con semillas de hinojo, acompañado de guacamole y un chile toreado. Se sacó un 10 y a las pruebas me remito:

Foto: Mundano, SinEmbargo

El platillo estrella, uno de los más famosos de Pujol es el mole madre, uno que se ha calentado por más de mil días. Dentro de él, una ruedita de mole recién hecho y para acompañarlo, la dueña de mi corazón: una tortilla perfectamente cubierta con una hoja santa.

Antes del postre, nos llevan un pequeño helado para preparar el paladar para el “final feliz”, que en mi caso consistió en un flan de vainilla con crema de manzanilla. “Manzanilla para desempanzonar”, bromeamos. Ni la broma funciona, estamos satisfechos.

Flan de vainilla con crema de manzanilla. Foto: Mundano, SinEmbargo

La gran innovación de la nueva sede de Pujol es el omakase de tacos, muy a la usanza japonesa en la que los comensales se dejan en las manos del chef para probar una selección de sus mejores platillos. Esto, bajo la idea de que “cuando voy a Japón quiero el mejor sushi que he probado en mi vida y cuando la gente viene a México, también quieren lo mejor, quieren el mejor taco”, como dijo el chef al New York Times. Pero eso ya se probará en la siguiente visita.

Veredicto: Aprobado. Por supuesto, el mejor restaurante de México no puede reprobar. Conviene conocerlo, darse ese lujo y tomarlo como tal. Reconocer la experiencia y agradecer que en la ciudad y el resto del país exista una enorme oferta gastronómica, tal vez no tan laureada, pero igualmente disfrutable y económica.

Pujol. Tennyson 133, Col. Polanco, Ciudad de México.

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