El último personaje que interpretó Robin Williams para el cine fue un hombre dueño de un secreto que ni siquiera él sabía que guardaba. Requirió de él toda la sutileza actoral de la que fuera capaz, dejar a un lado las muecas cómicas por las que se había hecho tan famoso.
Ciudad de México, 2 de julio (SinEmbargo).- No fueron la depresión ni las drogas ni el alcohol. Nadie tuvo la culpa. Ni siquiera él. Mucho menos él. Así lo explicó su viuda, Susan Schneider, al revelar el año pasado que su esposo, el famoso actor Robin Williams (1951-2014), sufría una grave enfermedad llamada Demencia con cuerpos de Lewy y que sólo le quedaban tres años de vida.
Fue importante para la mujer del cómico estadounidense que cometió suicidio en 2014 difundir las verdaderas causas de la muerte, puesto que el mal que padecía, una enfermedad neurodegenerativa que constituye la tercera causa de demencia detrás del Alzheimer y la demencia vascular, es a menudo difícil de diagnosticar.
“Sé que los doctores y todo el equipo estaban haciendo exactamente lo que tenían que hacer. Pero la enfermedad era más rápida y mayor que nosotros”, dijo la viuda del protagonista la recordada El club de los poetas muertos.
Williams, que era descrito como “un payaso triste”, una condición por la que era tan admirado por muchos como criticado por otros, dejó una vasta filmografía en la que se destacan Patch Adams, El rey pescador y la profunda Buenos días, Vietnam y llegó a ganar un Oscar y cinco Globo de Oro.
Papá por siempre, Good Will Hunting y Jumanji fueron otros logros fílmicos de este actor lleno de recursos, que también amaba la música y que llegó a cantar a Los Beatles en el disco de homenaje al productor George Martin (1926-2016).
SU ÚLTIMA PELÍCULA
El recordado actor vuelve a ser noticia al estrenarse hoy, a las 22 horas, por la señal televisiva AMC, la última película en la que trabajo, Boulevard, dirigida por Dito Montiel y dada a conocer en las salas de cine el pasado 10 de julio de 2015.
Nolan Mack (Robin Williams) lleva una vida monótona trabajando en el mismo banco durante casi 26 años. Junto a su esposa Joy (Kathy Baker) han mantenido su matrimonio convenientemente como una distracción de enfrentar la realidad.
Inesperadamente, la vida de Nolan comienza a dar un cambio cuando en su camino a casa decide tomar una calle poco habitual y se encuentra con un joven problemático llamado Leo (Roberto Aguirre, interpretado por el actor homónimo, hijo de mexicanos, nacido en Los Ángeles en 1988), que le hará romper los confines de su antigua vida e indagar en su homosexualidad escondida, una condición que incluso él desconocía.
“Cuando te toca trabajar con alguien como Robin Williams, ese momento se convierte en una clase de actuación que no tiene igual. Estás aprendiendo de un hombre que ha hecho más de 100 películas, que tiene un nivel de precisión en su actuación… que lo hace todo casi sin esfuerzo. Cuando actúas con alguien con ese nivel, te cambia, porque estás actuando con un genio”, dijo Aguirre al periódico de Los Ángeles y San Francisco, La opinión.
“Lo más importante que nuestro director hizo con Robin, fue encontrar la idea de su personaje está atrapado dentro de sí mismo, viviendo una mentira y finalmente se da cuenta de la manera cómo puede vivir a través de mi personaje. Robin se puso una restricción para toda esa energía, esa explosión que tiene y cuando se puso encima esa limitación, ves esa energía saliendo de los ojos. Cuando estás con él te contagia esa manera de actuar más sutil”, expresó el joven actor.
“Cuando estábamos filmando, entre cada toma, hacía sus imitaciones y bromas, para que la gente siempre estuviera riéndose, especialmente porque lo que estábamos filmando era serio, triste… Filmamos en Nashville, en verano, donde hacía mucho calor. Y un día rentó una lonchera de helados para todo el equipo. Siempre pensaba en los demás”, recordó en el mismo periódico la productora de la película, Mónica Díaz Barroso.
El último personaje que interpretó Robin Williams para el cine fue un hombre dueño de un secreto que ni siquiera él sabía que guardaba. Requirió de él toda la sutileza actoral de la que fuera capaz, dejar a un lado las muecas cómicas por las que se había hecho tan famoso. Era un histrión desbordante que en el último rol de una existencia trágica en la que se estaba volviendo literalmente loco.
Hoy es una buena oportunidad para recordarlo como lo que realmente fue: un actor de raza que dedicó toda su vida a las películas.
