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Diego Petersen Farah

02/07/2021 - 12:02 am

AMLO, a la mitad del camino

A tres años de la elección y de que el López Obrador comenzó a mandar en el país, ni somos Venezuela del Norte ni hay un nuevo régimen.

Lo que se diga sobre estos tres años de lopezobradorismo estará sesgado por esta visión de conmigo o contra mí. Foto: Galo Cañas, Cuartoscuro.

El periodo presidencial es como un vuelo corto; no han acabado de servir las bebidas cuando ya se escucha por el altavoz al capitán anunciar el comienzo del descenso y en menos de los que se piensa estará pidiendo prepararse para el aterrizaje. Si le sumamos que el vuelo comenzó con turbulencia, son muchos los que no alcanzarán a darle un trago a la cerveza. ¿Cómo vamos a la mitad del camino?

A tres años de la elección y de que el López Obrador comenzó a mandar en el país, ni somos Venezuela del Norte ni hay un nuevo régimen. Los absurdos augurios de la oposición más radical no se han cumplido, ni tampoco lo sueños guajiros de quienes piensan que un eslogan de Gobierno basta para transformar la realidad, o que una transformación se puede decretar antes de hacerla.

La pandemia hace muy difícil hacer una evaluación de los resultados del Gobierno y las políticas públicas, pues todo se vio trastocado por un evento mundial impredecible y cuyas consecuencias no hemos terminado de ver. Cualquier valoración a estas alturas está atravesada por el factor COVID-19. Si a eso le sumamos la voluntad y capacidad de López Obrador para polarizar, para generar este sentimiento de “todo o nada”, lo que se diga sobre estos tres años de lopezobradorismo estará sesgado por esta visión de conmigo o contra mí; del salvador de la patria o el mesías tropical.

Lo que no podemos negar es que en estos tres años AMLO cambió la forma de hacer política en México. Frente al cupulismo, los acuerdos de élite que comenzaron con los Pactos Económicos en la Presidencia de Miguel de la Madrid y llegaron a su máxima expresión con el Pacto por México en el periodo de Peña Nieto, López Obrador regresó al presidencialismo a ultranza, al Gobierno del hombre fuerte, carga a país en los hombros, monopoliza la voz, interpreta –o cree interpretar– la voluntad del pueblo, y habla por él y toma todas las decisiones. Esto último es quizá lo más característico y la explicación de la falta de resultados. Escondido tras la maraña de la pandemia se esconde un Gobierno cuya ineficiencia e ineficacia nace de una visión fundamentalista de su misión histórica, la certeza de que la razón le asiste simple y sencillamente porque está del lado de los buenos, porque la bondad no necesita demostrarse, porque lo correcto no admite discusión.

¿Pasará López Obrador a la historia, no digamos como el gran transformador o el salvador de la patria, sino simplemente como un punto de quiebre, como alguien que logró romper la inercia de una forma cupular de tomar decisiones, o será recordado como el gran fracaso de un Gobierno pretendidamente de izquierda? Le quedan 30 meses de ejercicio del poder, dos años y medios antes de que las elecciones presidenciales comiencen a opacar su voz. Es un periodo muy corto de tiempo que apenas alcanzará, si lo hace bien, para consolidar algunas pocas ideas y unos cuantos proyectos. A la mitad del camino el Presidente tiene que comenzar a cerrar.

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