México

Aurora tiene postdoctorados y, como a miles, no sirven para abrir puertas o para conseguir empleo

03/03/2018 - 12:05 am

Las cifras sobre desempleo muestran una realidad que se ha gestado en los últimos 15 años: estudiar ya no es sinónimo de un buen empleo y un buen salario. Estudios privados y del Inegi sustentan que actualmente de entre el grupo de personas en edad de trabajar, el porcentaje de quienes tienen más estudios, va en aumento.

La causa, según la voz de alguien que vive en esta situación, es un problema estructural: el Estado no sabe a dónde dirigir la ciencia y el conocimiento. Aunado a esto, está la crisis económica de las universidades públicas y las políticas del Conacyt, que parece sólo crear paliativos para los investigadores.

Aurora López (*) compartió su testimonio con SinEmbargo. Es una mujer que invirtió 12 años de su vida en su formación académica –tiene una licenciatura, una maestría, un doctorado y dos estancias postdoctorales– y que a pesar de los intentos, no ha logrado obtener una plaza como docente o como investigadora.

SinEmbargo realizó este ejercicio tomando como referencia las cifras más recientes de empleo y salarios, que identifican al país en el último lugar entre los países de la OCDE y con los sueldos y prestaciones más bajas en América Latina, para reflejar la realidad de de jóvenes y adultos en un país que no ha podido cerrar la brecha de desigualdad y falta de oportunidades.

PRIMERA DE TRES PARTES

Ciudad de México, 3 de marzo (SinEmbargo).- Desde que terminó su Licenciatura en Letras, Aurora tuvo en mente que quería continuar su preparación académica porque confiaba en que eso le abriría las puertas de un buen empleo y un buen salario.

Ella misma dice que 12 años después –tiempo en el que estudió su licenciatura, maestría, doctorado y dos estancias postdoctorales– los intentos que ha hecho por conseguir un empleo han tenido resultados negativos: le han negado un puesto por estar “sobre calificada” y otros porque no hay plazas en las universidades.

Esta es la realidad de 1.9 millones de mexicanos. De acuerdo con el estudio Empleo Precario y Mala Educación en México, elaborado por el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC), del año 2000 a la fecha, la tendencia de contratar personas con estudios de nivel medio superior y superior disminuyó, ya que mientras antes representaban el 30 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA) desocupada, en 2017 se ubicó en 47 por ciento.

Esta tendencia en la contratación fue reforzada con las cifras más recientes de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi): el 78.6 por ciento de las personas desocupadas tienen altos niveles de estudios.

Aurora tenía 28 cuando ya era doctora en Ciencias Humanas. Cuando terminó la licenciatura, siguió con los estudios por razones personales, por inquietudes, porque le gusta la investigación y sobre todo porque lo vio como una opción laboral viable.

“Pensaba: voy, estudio el doctorado, regreso y encontraré trabajo porque seré doctora. Ese fue el razonamiento que seguí cuando decidí estudiar”, comentó en la entrevista con SinEmbargo.

Fueron en total cinco años de licenciatura, dos de maestría y tres de doctorado. Todos los estudios los realizó con el apoyo del Centro Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), ya que no contaba con recursos propios para estudiar la maestría y “mucho menos” para estudiar un doctorado.

“Todo ese tiempo cumplí con todos los requisitos tanto en el doctorado como en la maestría. Mandaba mis informes y todo. Fue un posgrado muy demandante. Algunas personas hasta sufrieron problemas de salud porque era mucho el estrés cumplir con todas las normas de calidad y los requisitos necesarios de Conacyt. No es algo fácil, estudiar un posgrado es una actividad que demanda mucho tiempo, se tiene que sacrificar la vida personal, se pone en pausa. Yo no hubiera sido capaz de al mismo tiempo casarme, tener hijos y hacer la maestría, no en uno que esté en Conacyt”, comentó.

Enfatizó en que la inversión en tiempos y cuestiones personales es fuerte, lo que convierte ese camino en una gran apuesta, “yo dije: ‘dejo mi vida personal, dejo todo y me voy por mi doctorado, lo hago lo más rápido que puedo, me doctoro y luego regreso a retomar todo’. Pero regresé y la Universidad en la que yo me quería insertar tenía graves problemas económicos. Enormes. Y no es la única universidad pública que está así. Al menos hay seis en esa situación”.

LA FRUSTRACIÓN DE LA BÚSQUEDA

Aurora buscó trabajo en la ciudad en la que nació y no logró ser aceptada. Evaluó su entorno y al ver que es una ciudad que depende mucho de remesas, pensó que el problema era la ciudad y se mudó a Morelia, donde puso sus expectativas en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

Vio que era una ciudad más grande, con más movimiento económico y con más institutos de investigación. Llegó con esa esperanza, pero igual: en la universidad “la situación económica es deplorable y tienen muchos problemas de sindicato, rectoría y profesorado”.

Fue en ese momento que decidió intentar como freelance y aprovechar su experiencia como editora y correctora. Trabajó así por un tiempo, pero tenía a cambio un trabajo inseguro, poco estable y mal pagado. Entonces optó por hacer un postdoctorado, que es otra opción que ofrece el Conacyt.

“Me puse en contacto con la Universidad Michoacana y propuse un proyecto en conjunto en una maestría y Conacyt lo aceptó. Estuve realizando investigación durante un año. El posdoctorado es una estancia que es como un desahogo que encontró Conacyt para todos los doctores jóvenes que no sabíamos cómo insertarnos en las universidades. Uno propone el proyecto, nos insertamos en el núcleo académico de los profesores, damos clase, asesoramos tesis, estamos en los comités de evaluación. Es decir, eres un profesor de ese postgrado pero no te paga la Universidad, sino Conacyt y es una manera de que las universidades pueden tener a los investigadores sin necesariamente tener los recursos”, explicó.

La esperanza al final es que la Universidad contrate, ya que esa política se pensó como una especia de puente entre los doctores jóvenes y las universidades públicas.

Ahí estuvo un año y al terminar presentó un segundo proyecto que también le aceptó Conacyt, “pero realmente esto fue un paliativo. Cuando salí de la estancia posdoctoral, parece que regresé en el tiempo a cuando había terminado el doctorado. Otra vez estaba desempleada, otra vez seguía haciendo trabajos freelance y otra vez la Universidad me decía que no había plazas. Entonces el propósito original de la estancia no se cumplió”.

“Ha sido un camino bastante frustraste en ese sentido, porque es una apuesta que haces para tu vida y no ha salido como querías o como pensaste cuando apostaste por esto. A partir de eso yo dedico tiempo a revisar convocatorias en distintas universidades, pero hay pocas, son muy específicas, a veces ya tienen nombre… no sé”, agregó Aurora.

Por otro lado, está la calidad del trabajo que hay y el salario que ofrecen.

La última experiencia que tuvo Aurora ocurrió cuando aplicó a un trabajo de edición. Vio que la paga no era buena, pero la daría por sentado porque lo que quería era trabajar aunque no fuera realizando investigación.

“En la entrevista me dijeron que estaba sobre calificada. Yo respondí que sabía cuál era el sueldo y que qué más daba que estuviera sobre calificada, que no podía ser ni siquiera un pretexto o argumento para que no me contrataran, y que incluso sería mejor para ellos. Pero no”, recordó.

UN PROBLEMA ESTRUCTURAL

“Hay toda una masa crítica de doctores que anda por ahí flotando que no pueden conseguir ni ese tipo de trabajos. Conozco personas que son doctores por el Colegio de México y dan clases de preparatoria y es muy frustrante para ellos, es trabajar sin recursos, sin bibliotecas. Otra opción son las universidades privadas, pero ahí se descarta la investigación, es una dinámica completamente distinta, algo para lo que no fui formada”, señaló Aurora.

En medio de todo ella no considera su formación como una pérdida de tiempo y tampoco se arrepiente porque es lo que le “gusta”.

Ahora sigue intentando entrar a alguna universidad. El proceso lleva más de un año. Entiende que las universidades públicas se han vuelto mucho más agresivas al momento de contratar personas porque son pocas las plazas..

Pero insiste en que son muchos los factores que la tienen en esta situación: “por  un lado estuvo muy bien que Conacyt apoye y dé becas, pero le faltó pensar qué iba a pasar con todos los maestros y doctores. No se está apoyando a las universidades públicas y al contrario, el Estado les recorta el presupuesto. ¿Dónde espera que trabajen todos los jóvenes si no hay una inversión? Les faltó un plan más integral, buscó paliativos que son las estancias posdoctorales y las cátedras Conacyt”, señaló.

Ve un problema aún más grave en el terreno de las ciencias humanas, ya que se les da prioridad a los proyectos de tecnología, biología, física y matemáticas, “hasta hay un problema en la concepción de ciencia y conocimiento que tenemos los mexicanos, que se considera que esos estudios no son ciencia, no son observables. Esa idea la reproducen las mismas personas en Conacyt e influye en la inserción al campo laboral. Cuando yo digo en mi currículum que son doctora en Ciencias Humanas y que hago cosas de literatura, me preguntan que si hago como ‘cosas de español’. Hay ignorancia de ciertas personas sobre lo que son las humanidades”, agregó.

Desde la perspectiva de Aurora, existe una mala planeación del Estado hacia dónde quiere dirigir la educación de su país, de los ciudadanos, y una mala distribución de los recursos, que deja en crisis a las universidades públicas y no permite la apertura de más institutos de investigación que calmen la demanda de los profesionistas.

“No es una cosa aislada, es una tendencia. No hubo un camino claro desde que se otorgan las becas Conacyt de hacia dónde iban a trabajar esos jóvenes. No saben qué hacer con esa masa crítica y le dan estancias pos doctorales y desahogan el problema de momento. Mientras siguen y siguen saliendo doctores, pero ¿qué van a hacer? No hay plazas en las universidades y no hay centros de investigación”, lamentó.

Aurora concluyó con una crítica hacia quienes sí tienen un empleo bien pagado: los legisladores.

“Con un salario de un legislador se podría sostener un centro de investigación. De que hay recursos los hay, pero hay una mala distribución. Pero ahí hay gente ignorante que está a cargo de decisiones importantes. El dinero y las decisiones están en sus manos. Y se están tomando malas decisiones”, sostuvo.

–(*) El nombre real de Aurora fue cambiado a petición expresa.

Daniela Barragán
Es periodista por la UNAM, con especialidad en política por la Carlos Septién. Los últimos años los ha dedicado al periodismo de datos, con énfasis en temas de pobreza, desigualdad, transparencia y género.
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