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Ernesto Hernández Norzagaray

03/04/2015 - 12:00 am

La Sociedad del Cansancio

Para Pascal. ¿Existe un hilo conductor entre el cansancio y la ineficiencia judicial de Murillo Karam, las largas y extenuantes jornadas de trabajo de un ejecutivo de una empresa privada o la chamba de un ingeniero que trabaja en una multinacional por proyecto y sin horario de trabajo o quien después de una larga jornada […]

Para Pascal.

¿Existe un hilo conductor entre el cansancio y la ineficiencia judicial de Murillo Karam, las largas y extenuantes jornadas de trabajo de un ejecutivo de una empresa privada o la chamba de un ingeniero que trabaja en una multinacional por proyecto y sin horario de trabajo o quien después de una larga jornada mata el tiempo libre en shopping time o en una sesión nocturna de Facebook?

Aparentemente no. En todo caso, si así lo fuera, el vínculo estaría referido a la matriz trabajo-descanso-placer. Homo faber-homo ludens, diría el filósofo holandés Johan Huizinga en su libro seminal Homo ludens, para explicar el ciclo de construcción histórico social.

Pero, revelar la naturaleza de ese hilo conductor tan disímbolo, quizá tiene una explicación genérica mucho más sencilla y está nos la da Byung-Chul Han, un joven filósofo coreano avecindado en Berlín, que llegó en los años noventa a estudiar literatura alemana y terminó subyugado por la poderosa tradición filosófica del país de Hegel, Marx, Engels, Heidegger o lo más contemporáneos: Adorno, Marcuse, Habermas, Sloterdijk o Precht.

Violencia

Nos dice Han a través de una entrevista que ofreció hace poco menos de un año al diario El País, que “la violencia, que es inmanente al sistema neoliberal, ya no destruye desde fuera del propio individuo. Lo hace desde dentro y provoca depresión o cáncer”. Y lo peor, es que sucede con el entusiasmo de la mayoría que busca el éxito económico o social trabajando a ritmos matacaballos.

Y es que el mundo cambio radicalmente, si antes la violencia provenía de un sistema económico que polarizaba a las sociedades en función del rol que cada uno tenía en el proceso de trabajo, cómo capital o cómo trabajo, ahora la base si bien sigue siendo la misma, la situación es diferente porque aquella contradicción provocaba las grandes luchas obrero-patronales, y ahora la “represión ha sido interiorizada”,  y cada quien busca el éxito sea este en el campo económico, político, social o cultural. Nadie quiere vivir el ridículo de la ineficiencia  y lucha contra ese riesgo denodadamente aun en contra de su salud y equilibrio mental.

Entonces, cada quien se transforma en su propio explotador,  porque cada día exige más a su organismo. Asume como normal una sociedad que crecientemente exige ser el mejor aun cuando esto signifique el sacrificio de las cosas buenas de la vida. O cae en el garlito de que para disfrutar de las cosas buenas de la vida hay un tiempo de trabajo y luego un tiempo de placer, como sucede hoy con los baby boomers, que llenan los casinos de Las Vegas o los cruceros y hoteles todo incluido.

Dialéctica del Amo y esclavo

Han siguiendo las enseñanzas que registró Hegel e hizo explícitas Alexander Kojeve en el libro producto de sus clases universitarias: La dialéctica del Amo y el Esclavo en Hegel (La Pléyade), afirma que estamos viviendo un tiempo donde tanto el amo, como el esclavo, han renunciado a la libertad para convertirse el explotador de sí mismo. Y en esa lógica, ha “interiorizado la represión y se ve abocado al cansancio y la depresión”. Entonces, pregunto, ¿adiós a la lucha de clases?

Se podrá decir, que esta idea no es totalmente nueva, pues está en Marx desde sus estudios de juventud sobre el “fetichismo de la mercancía”, que lo llevó al concepto de alienación/enajenación, donde el sujeto pierde la identidad con los objetos que produce y lo llevan a tener una visión de sus relaciones con el mundo distorsionadas que le impide reconocer como “clase para sí”. En dónde su situación enajenada le impide autorreconocerse como clase.

No iremos más allá por los límites de este espacio, simplemente concluiremos con Han  que el amo está en la misma situación de “cansancio y depresión”. Y es que en tiempos de neoliberalismo al trabajo no se le ve como explotación sino como realización personal en un mundo difícil por competitivo. No es casual que Han se haya vuelto un best seller en Alemania y gracias a los jóvenes quienes no ven el final de una disciplina laboral exigente y extenuante.

Chingarle

Y es que, en esa tarea de realización en libertad, el sujeto no se aliena sino agota todas sus fuerzas. Asume voluntariamente que para el alcanzar el éxito hay que “chingarle” con devoción sin pensar en el tiempo de la jornada de trabajo. Aquello es secundario. Los medios justifican los fines. Hay que ir con alegría al trabajo y ser parte del éxito o el fracaso de la empresa transformándose en “verdugo y víctima de sí mismo”.

Sin embargo, Han ve una luz en el horizonte cuando encuentra en ese tipo de relaciones de explotación la ausencia – ¡ojo!- del amor, y es que en esa búsqueda de éxito puede llegarse al extremo neoliberal que en el centro de trabajo se vuelve tu propio hábitat, de manera que desde ahí se cultivan las relaciones interpersonales, como sucede en el modelo empresarial japonés, que establece condiciones para el enamoramiento de sus trabajadores a través de reuniones sociales de contacto.

Entonces, el coreano recomienda volver a lo básico, a interactuar con el otro.  Nos dice, “hay que negar el presente represivo y aceptar la existencia del otro y, de su mano, la posibilidad del amor”.

Y concluye, “la falta de relación con el otro es la principal causa de la depresión. Esto se ve agudizado hoy en día por los medios digitales, las redes sociales. La soledad, la incapacidad para percibir al otro, su desaparición”.

Siguiendo está lógica, lo que tenemos es que detrás del evidente cansancio de Murillo Karam está la búsqueda desesperada por alcanzar el éxito y el reconocimiento político en la última fase de su vida laboral. La política se mueve igualmente en un medio de competencia con el agravante de que no hay reglas sino intereses. Y eso genera una ambición desmedida que lleva a estos sujetos a la conclusión de “vencer o morir” en el servicio a la patria.

Una situación similar es la que viven los jóvenes profesionales que ingresan a un mercado laboral estrecho y frecuentemente con salarios más bien modestos, insuficientes para llevar una vida desahogada y en sintonía con el bombardeo consumista.

Y al no poder lograr, caen en depresión por la insatisfacción  de no alcanzar los objetos deseados.  Y es cuando sus mejores momentos son cuando solo o acompañado va de shopping time para olvidarse del mundo de la exigencia laboral. Las largas jornadas de trabajo. El salario magro. La frustración ante un escenario donde son muchos los llamados y pocos los elegidos. Y los elegidos, pobres de ellos. Más responsabilidad y unos cuantos pesos más. Y al final del día, o antes, solo queda la oportunidad de la soledad del Facebook para ir al encuentro virtual del otro.

En conclusión, el hombre contemporáneo asume el trabajo como la carrera hacia al éxito y la realización en el consumo de mercancías sometiéndose a jornadas de stress que los desgastan físicamente y en caso de no alcanzar el éxito su futuro puede ser la depresión, el cáncer…

Gracias Han, por recordarlo.

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Ex Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política y del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Ciencia Política A.C. Colaborador del diario Noroeste, Riodoce, 15Diario, Datamex. Ha recibido premios de periodismo y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales.

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