José Luis Pescador

La caída de Tenochtitlan, un cómic sobre las intrigas entre naciones indígenas

José Luis Pescador

La caída de Tenochtitlan, un cómic sobre las intrigas entre naciones indígenas

José Luis Pescador

La caída de Tenochtitlan, un cómic sobre las intrigas entre naciones indígenas

03/04/2022 - 12:00 am

José Luis Pescador habló con SinEmbargo sobre su novela gráfica La caída de Tenochtitlan, un trabajo que se centra en el papel que tuvieron las diferentes naciones indígenas con la llegada de los españoles a lo que ahora es conocido como el continente americano.

Ciudad de México, 3 de abril (SinEmbargo).– José Luis Pescador se dio a la tarea de realizar una novela gráfica en la que se retratarán las diferentes naciones indígenas y el papel que tuvieron en la derrota del Imperio Azteca. El resultado es La caída de Tenochtitlan, editado por Grijalbo, que en febrero pasado publicó el segundo de cuatro tomos.

“Yo tenía la intención de que sí parecieran indígenas los personajes retratados en La caída de Tenochtitlan y que además se viera la diversidad de naciones que hay. Los tlaxcaltecos no son los mismos que los totonacas, no solo los indígenas y ya, es como decir que todos los chinos son iguales. No, aquí hay muchas naciones, era un continente completo. Eso trata de mostrar el cómic”, comentó en entrevista con SinEmbargo.

Su trabajo se conduce bajo la mirada de Atoctli, un muchacho de 16 años de Iztapalapa, un macehualli, que se vuelve tlahcuilo, es decir escriba, profesión bajo la cual ofrece una narrativa sobre los acontecimientos en los que se vuelca el mundo indígena con la llegada de los españoles, a quienes José Luis no les permite hacer el uso de la palabra en su historia.

“No tienen voz los castellanos porque ya se ha hablado mucho de ellos y no nos interesa. Por supuesto que son importantes en esta historia por lo que hacen, pero ya sabemos sus aventuras, sus miedos, sus sueños, su búsqueda del oro. En cambio quería demostrar en La caída de Tenochtitlan las motivaciones personales de cada uno de los personajes indígenas”, señaló.

De esta manera enfatiza en una narrativa diferente, en la cual incluso hace guiños en la actualidad con frases como “el comes y te vas” o “el cállate chachalaca”, con las cuales busca acercar al lector al universo que recrea a través de trazos en blanco y negro que hacen hincapié en las facciones y atributos de los primeros pueblos del continente americano.

Sobre qué le espera al lector con las otras dos entregas, comparte que en “en el tercero se detona mucho más la guerra en acción, ya vemos cocolazos, guerra, a los guerreros en todo su esplendor”, mientras que en el cuarto tendrá lugar la batalla final de Tenochtitlan”.

“A los amantes de las guerras dibujadas les va a gustar mucho porque hay caballos atravesados con lanzas, hay ejércitos de indígenas y algunos castellanos también. Las armaduras, los perros de guerra, ese es un aspecto muy importante y terrible, los animales”, mencionó.

La portada del segundo tomo de La caída de Tenochtitlan. Foto: Grijalbo

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—¿En qué se diferencia tu trabajo del resto de los que se han hecho sobre este periodo?

—Hay muchísimas obras hechas en México y otras europeas, creo que la mayoría son europeas, y la ventaja es el gol del triunfo, el gol del honor, un mexicano que está haciendo una historia sobre esto. No quiere decir que sea el único, pero sí hay una visión menos eurocéntrica, más cercana al común porque es algo que vemos todos los días como mexicanos. Si un latinoamericano hiciera una historieta sobre Roma, por ejemplo, necesariamente tendría que documentarse muchísimo para dar una versión creíble.

Había muchas crónicas como Conquistador, un cómic francés en el que los personajes no parecen indígenas, no hay un trabajo de la fisionomía. Yo tenía la intención de que sí parecieran indígenas los personajes retratados en La caída de Tenochtitlan y que además se viera la diversidad de naciones que hay. Los tlaxcaltecos no son los mismos que los totonacas, no solo los indígenas y ya, es como decir que todos los chinos son iguales. No, aquí hay muchas naciones, era un continente completo. Eso trata de mostrar el cómic. Ya después en la idea de nación mexicana mestiza los aplasta a todos, los hace iguales a todos los mexicanos. Está bien que seamos iguales ante la ley, pero somos muy diferentes en cuanto a circunstancias y fisonomías. Eso quería mostrar y creo que esa es una de las aportaciones de este libro.

—Más que una historia de vencedores y de vencidos, lo que nos ofreces desde el tomo I, y ahora en el tomo II, es una historia que te muestra la perspectiva de cada uno de los personajes e incluso te centras mucho en el sentir de los pueblos más que el de los líderes. ¿Cuál fue el objetivo?

—Sí, hay una intención implícita en eso, en que no se está contando una historia desde los grandes personajes, se trata de poner al lector al nivel de cancha y estar viviendo ahí los acontecimientos. Los personajes a través de lo que vemos son anónimos, son parte del pueblo, están viviendo la guerra. Atoctli el personaje principal, es un muchacho de 16 años de Iztapalapa. Es macehualli, se vuelve tlahcuilo, asciende de nivel social, pero es un muchacho de pueblo con el que podemos identificarnos la mayoría de la gente.

Se notan todos los estratos sociales, le damos voz a personajes como Moctezuma, que es principalísimo, pero no tienen voz los castellanos porque ya se ha hablado mucho de ellos y no nos interesa. Por supuesto que son importantes en esta historia por lo que hacen, pero ya sabemos sus aventuras, sus miedos, sus sueños, su búsqueda del oro. En cambio quería demostrar en La caída de Tenochtitlan las motivaciones personales de cada uno de los personajes indígenas, por ejemplo, Ixtlilxóchitl de Texcoco, uno de los tantos hijos de Nezahualpilli, que ambiciona el trono de Texcoco, entonces se pasa después al trono de los españoles, vemos esa traición en este libro.

—¿Por qué el foco de la atención se queda entre las diferentes culturas prehispánicas y los españoles son sólo un elemento detonante?

—Tal cual, ellos son un catalizador de una rebelión indígena en un continente indígena. Ellos sólo llegaron ahí y pasó todo. A propósito, como hablan ellos, esa es la letra de Hernán Cortés. La escanee de un documento y, como hablan, es la letra de Hernán Cortés. Esta confusión de que no sabemos qué hablan nos conviene porque es parte de la narrativa, ellos no entendían qué decían los castellanos. Ni siquiera los llaman españoles, son castellanos. A Hernán Cortés nunca se le nombra así, se llama capitán Malintzin.

José Luis Pescador se dio a la tarea de realizar una novela gráfica en la que se retratarán las diferentes naciones indígenas y el papel que tuvieron en la derrota del Imperio Azteca. Foto: Grijalbo

—Te centras en las intrigas entre los propios pueblos. ¿Qué tanto recurriste a fuentes bibliográficas y qué tanto nace de ti?

—La intención es hacer una novela histórica, no es una narración ficcionada. Cuando es así, la intención es clara y de esas hay muchas. Pero inevitablemente cada autor escoge una manera de contarlo. Esto no pretende ser un documento académico riguroso de investigación, es un cómic, entonces es una narrativa que me permite tomarme ciertas licencias o, más bien, contar los aspectos que me llaman la atención como autor. Por ejemplo, Malintzin lleva un papel muy protagónico en La caída de Tenochtitlan al grado que prácticamente ella es la que está instigando los acontecimientos. Me parece que realmente fue así, que Cortés se llevó la bandera de que él es el conquistador de México, pero sin Malintzin no lo hubiera hecho, no hubiera llegado ni a la costa.

—En esta barrera del lenguaje, se ve que alcanzan tanto sin darse cuenta de la rebelión entre los propios habitantes.

—No hay que olvidar que era un continente completo, éramos muchos países. Si nosotros llegáramos a un lugar donde no hablamos su lengua para nada… la única lengua es indispensable. Poco a poco fueron aprendiendo a hablar mexicano y los pueblos mexicas empezaron a hablar castellano. Pero en ese momento era una cuestión de vida o muerte, imposible avanzar 400 hombres en un continente de millones de personas.

—Otro aspecto es la manera en que elaboras los diálogos. Por momentos empleas frases y palabras con las que se puede identificar un mexicano actual, como “Comes y te vas” o “cállate chachalaca”.

—Son como pequeños guiños al siglo XXI. Al final, como está dirigido a un lector mexicano que vive aquí y tiene esas referencias, por qué no. La mirada es la de un occidental del siglo XXI y la vamos a leer entre nosotros. También creo que quedaba muy bien porque, por ejemplo, el ‘Comes y te vas’ ya sabemos a qué referencia histórica hace, pero también aplicaba ahí, no desentonaba con el aspecto que quería retratar y se entiende la tensión entre los personajes El ‘cállate chachalaca’, pues las chachalacas ya existían en tiempos prehispánicos. La palabra chachala significa ‘pájaro gritón’, entonces venía bien. Hay otras referencias que a lo mejor chocan más, por ejemplo, Malintzin dice en alguna viñeta: ‘Rompe el pacto, mixteco, tienes que denunciar a los abusadores’, refiriéndose a Moctezuma. Esa está más forzada, pero hace referencia al poderío que tenía Malintzin, tenía claro quién era el abusador y contra quién estaba peleando. También es una postura de Malintzin de poder, de hacia dónde va, no está conforme con el poder de Moctezuma y va a ayudar a los castellanos a derrotar ese imperio.

—Hay un discurso que predomina desde el siglo XIX en el que nos vemos como herederos directos de los aztecas, en el cual renegamos mucho de nuestras raíces mestizas. ¿Qué opinas de esta postura?

—Es una visión artificial y creada a propósito desde Vasconcelos y Justo Sierra, el siglo XIX decidió resucitar una imagen idealizada del México prehispánico y se vistieron con la bandera de los aztecas y esa visión se ha venido contando durante el siglo XX. Ni siquiera ha entrado en crisis esa visión porque seguimos dándolo por hecho. Ganaríamos más si viéramos algo más amplio como un continente de países que además también somos mestizos. Hay algunos historiadores que dicen que es imposible hablar de mestizaje, que es un mito porque eran tantos indígenas y españoles muy pocos. Poco a poco el mestizaje fue haciéndose muy desigual, muy mal y muy tarde. Ya no sólo son españoles, hay polacos, franceses, de todo en este país. Deberíamos cambiar ese paradigma.

La caída de Tenochtitlan es un trabajo que se centra en el papel que tuvieron las diferentes naciones indígenas con la llegada de los españoles a lo que ahora es conocido como el continente americano. Foto: Grijalbo

—José Luis, otro aspecto es el trazo, muy fuerte e impactante. En otras novelas no se tiene el retrato tan conocido de la fisionomía de los indígenas. ¿Cómo alimentaste tu narrativa gráfica?

—Recurrí sobre todo a los códices, lo más posible a las fuentes originales indígenas, para tratar de revisar, de sacar los trajes y toda la indumentaria. También el trabajo de mucha gente que ha hecho mucho sobre eso, el cine, la estética de Akira Kurosawa en Los siete samurais, ese tipo de películas fue muy inspirador a la hora de hacer esto. Y de la vida diaria. Fui a Tlaxcala a ver cómo se veía Tlaxcala. Fui a Cholula, a los museos; vi la gente. Todos tenemos rasgos indígenas, unos más, unos menos, y hay personas que son completamente indígenas. Son amigos, yo mismo. Es un trabajo de observación.

—¿Qué nos depara para las otras dos entregas de la serie?

—En los primeros dos capítulos hay unos aspectos muy generales del mundo mexica, recrea el mundo indígena y vamos conociendo poco a poco a los personajes principales, con calma. En el tercero se detona mucho más la guerra en acción, ya vemos cocolazos, guerra, a los guerreros en todo su esplendor. El tercer tomo creo que es muy emocionante. Y el cuarto tomo es la batalla final de Tenochtitlan. A los amantes de las guerras dibujadas les va a gustar mucho porque hay caballos atravesados con lanzas, hay ejércitos de indígenas y algunos castellanos también. Las armaduras, los perros de guerra, ese es un aspecto muy importante y terrible, los animales…