Luego de un viaje a los estados Unidos para dirigir “Alien. La resurrección” (“Alien. Resurrection”, 1997), Jean-Pierre Jeunet decidió regresar al viejo continente.
Caminó sobre sus mismas huellas para encontrarse, así pudo recrear las memorias y anécdotas que había acumulado con el paso de los años. Las ideas comenzaron a tomar forma bajo una premisa elemental: una mujer que ayuda a otros a ser felices.
Con el apoyo de su guionista de cabecera, Guillaume Laurant, Jeunet tardó un año en dar forma al script. El tratamiento final del mismo (pensado para que el papel principal fuera interpretado por la actriz inglesa Emily Watson) fue bautizado como “Le fabuleux destin d’Amélie Poulain” (“El fabuloso destino de Amélie Poulain”).
El resultado llegó a la pantalla en 2001, inundándola de situaciones fantásticas y personajes extravagantes que por su mirada nostálgica y romántica al tema de la infancia.
“Amélie” se destaca por una narración trepidante, surrealista por momentos, en la que confluyen varias historias; aunque su estructura es clásica (exposición, desarrollo y desenlace) su desenvolvimiento desenfadado y el trazo de sus personajes la convierten en algo más que un simple alegato positivo sobre la ponderación del optimismo de las relaciones interpersonales. Un cuento de hadas en torno a la bondad y el amor.
Quien la vio, la recuerda; más aún: la compra, la vuelve a ver, la recomienda… y la vuelve a recomendar.
Amélie es una niña solitaria, retraída y a la que le falta afecto de parte de sus padres. Esta situación la estimula a refugiarse en un peculiar mundo de imaginación y color.
A la edad de 22 años se va de casa y consigue un empleo como camarera. Parece encontrar el sentido de su existencia la misma fecha en que lady Di fallece en un accidente de tránsito: ese día encuentra en su baño una pequeña caja que contiene pertenencias escondidas por un niño hace décadas, por lo cual hace un pacto consigo misma: se dará a la tarea de encontrarlo y devolverle su caja. Si él se alegra, dedicará su vida a convertirse en una especie de hada buena para resolver la vida a los demás, cosa que eventualmente ocurrirá.
Surrealista, romántica, idealista, propositiva, hilarante, barroca, la historia de Amélie condensa los elementos de un cuento de hadas enriquecido con una gran variedad de recursos estéticos, algunos provenientes del mundo del videoclip, que le confieren un acabado posmoderno sugerente. El empleo de un apoyo elemental como la narración a través de una voz fuera de cuadro (prestada por André Dussollier), le confiere otra dimensión y mayores posibilidades para enganchar al espectador a una trama que es de suyo interesante.
Sin duda, un hito que marcará generación tras generación.
-Con información de El Siglo de Torreón-