Publicado el último diario de José Saramago: ¿Para qué sirve la izquierda?, se pregunta

03/11/2018 - 12:03 am

Estructurado en dos partes y prologado por Pilar del Río, presidenta de la Fundación José Saramago, el diario muestra al autor preocupado por la corrupción política, la decadencia de las instituciones europeas, la situación de los desfavorecidos, su relación con la literatura y las cartas de sus lectores.

Ciudad de México, 3 de noviembre (SinEmbargo).- El cuaderno del año del Nobel es el último diario -inédito hasta ahora- del difunto José Saramago, un libro “especial” que recoge pensamientos y algunas escenas cotidianas del escritor portugués, a quien ganar el Premio Nobel en 1998 no lo cambió, según su viuda, Pilar del Río.

Del Río explicó que todavía se le pone “la piel de gallina” cuando recuerda cómo, el pasado mes de febrero, encontró fortuitamente en el ordenador del literato un sexto cuaderno de sus diarios, un texto “entrañable, lúcido e inteligente” que publica en español la editorial Alfaguara simultáneamente a su salida en portugués.

Era el último de sus diarios personales, en el que hablaba de sus vivencias en el año que le concedieron el Nobel de Literatura(1998), y que, aunque el propio autor había anunciado que pronto vería la luz, quedó olvidado tras cambiar de ordenador.

Publicado el último diario de Saramago con sus emociones y vida cotidiana
Pilar del Río, viuda de José Saramago, durante la presentación de la publicación de “El cuaderno del año del Nobel”. EFE

En 2001, en el epílogo de la edición de Los Cuadernos de Lanzarote, Saramago había anunciado que pronto se publicaría “un sexto cuaderno” que permanecía oculto en su ordenador y que acogía, según el autor, “las ideas, los hechos y también las emociones” de 1998.

Los textos comienzan el 1 de enero de aquel año y finalizan con dos entradas en 1999.

La última de ellas, del 14 de enero, retrata a un Saramago comprando calcetines ante el desconcierto de un interlocutor que no podía creer que un Nobel de Literatura estuviese allí como cualquier mortal, sin contar, por lo menos, “con la ayuda de dos secretarios y la protección de cuatro guardaespaldas”.

UN JOSÉ SARAMAGO VISIONARIO

Estructurado en dos partes y prologado por Pilar del Río, presidenta de la Fundación José Saramago, el diario muestra al autor preocupado por la corrupción política, la decadencia de las instituciones europeas, la situación de los desfavorecidos, su relación con la literatura y las cartas de sus lectores.

Un Saramago “visionario” de la actualidad, pues “parece que está hablando para hoy”. Foto: Especial

En esta obra, dijo la editora Pilar Reyes, se muestra a un Saramago “visionario” de la actualidad, pues “parece que está hablando para hoy”.

El diario plantea interrogantes que pueden trasladarse a la actualidad, agregó su viuda: “¿Estamos construyendo una sociedad más humana?, ¿cabemos todos?, y ¿si no cabemos todos, para qué existe la izquierda?”

El Premio Nobel de Literatura dio más visibilidad a Saramago, pero no modificó sus principios ni su forma de pensar ni sus criterios ideológicos: “Nunca se situó en la elite, sino donde estamos el resto de la gente”, aseguró Del Río.

José de Sousa, su verdadero nombre, nació el 16 de noviembre de 1922 en una humilde aldea al norte de Lisboa; fue un hombre carente de estudios superiores por falta de recursos familiares, militante comunista desde finales de los años sesenta y tardío literato.

Murió el 18 de junio de 2010 en la isla atlántica de Lanzarote (España).

Fragmento de El cuaderno del año del Nobel, de José Saramago, con autorización de Alfaguara

Y si el Sexto Cuaderno no llegó a ver la luz del día y permaneció agarrado al disco duro del ordenador, fue solo porque, envuelto de repente en mil obligaciones y compromisos, todos urgentes, todos imperativos, todos inaplazables, se me quebró el ánimo y también la paciencia para revisar y corregir las doscientas páginas en las que se habían acogido las ideas, los hechos e igualmente las emociones con que el año 1998 me benefició y alguna vez me agredió. Eran palabras que ya consideraba definitivamente condenadas al limbo, pero, como dice la sabiduría popular, tras un día, otro viene, y lo que ayer fue duda puede convertirse mañana en certeza. Algo así sucedió cuando Amaya Elezcano, mi editora, me pidió que explicara a los lectores las razones por las que este Quinto Cuaderno era el último de la serie. Ahora bien, existiendo, inédito, un Sexto Cuaderno, está claro que sería jurar en falso decir que después del Quinto Cuaderno no habría nada más. De manera que no quedaba otro remedio que esta confesión pública y, ya de paso, la noticia de que el dicho Sexto Cuaderno aparecerá en breve en Portugal. José Saramago.

Epílogo de la edición de Alfaguara de Cuadernos de Lanzarote II, octubre de 2001

El limbo de los discos duros y el tiempo

Algunos libros necesitan una explicación, y este es uno de ellos. No será por el contenido, continuación feliz de cinco volúmenes anteriores que se publicaron en tiempo y hora, sino por las circunstancias que han hecho posible que hoy, querida lectora, querido lector, estas páginas lleguen a sus manos, veinte años después de que fueran escritas y diecisiete años más tarde de que el autor anunciara que aparecerían “en breve” porque el destino de los libros escritos es llegar a los lectores, no permanecer alojados en el limbo del disco duro del computador.

José Saramago dio noticia de la existencia del Sexto Cuaderno de Lanzarote en el epílogo que escribió para la edición en español del Cuaderno de 1997 y en la posterior presentación del libro en Madrid, que tuvo lugar en octubre de 2001. Al saberse la novedad, los editores aplaudieron y los lectores nos felicitamos y nos pusimos a esperar la narración de los días del año en que el escritor recibió el Premio Nobel, seguros de que esas páginas, además de un nuevo acercamiento al ser humano que conocíamos, nos desvelarían detalles de los días de Estocolmo, que suponíamos extraordinarios. Unos y otros demandamos la publicación de este diario cuanto antes, pero pasaba el tiempo y el nuevo Cuaderno de Lanzarote no aparecía, aunque sí llegaban noticias de viajes, conferencias y otras actividades públicas que justificaban que el lanzamiento del volumen, pese a haber sido anunciado, se fuera posponiendo. Por aquellos días, José Saramago cambió de computador y, por decisión de quien con él estaba, dejó de tener en la pantalla la amenazadora lista de asuntos pendientes que tanta ansiedad le provocaba: para cumplir con el oficio de escribir bastaban las exigencias propias de la literatura y de su personal proyecto de no tener prisa y no perder tiempo, así que se le limpió el paisaje de otras presiones sin ser conscientes de que junto a apremios prescindibles pudieran encontrarse flores recién cortadas, frescas y luminosas, como era el diario del 98. A veces alguien preguntaba por el Sexto Cuaderno, pero con tanta discreción lo hacía que ni el propio autor se sentía aludido, como si haber anunciado que el libro se publicaría en breve fuera suficiente para que cumpliera su destino. Así fue pasando el tiempo, apareció La caverna, otros libros aparecieron, y el sexto volumen de sus diarios no tuvo más remedio que atrincherarse de nuevo en el disco duro del ordenador, perdido de la humana vista del autor, también de los editores y de los lectores, resignados por fin a no conocer de primera mano la vida de aquel feliz año. Han sido necesarias varias casualidades «saramaguianas», como las define el profesor Eduardo Lourenço, para que el texto escrito hace veinte años se haya manifestado por sí mismo dando lugar a este volumen que ahora tiene en las manos, querida lectora, querido lector; otra vez Lanzarote, otra vez el testimonio personal de días vividos y escritos con expresa voluntad de compartir.

El poeta y ensayista Fernando Gómez Aguilera, autor de la cronobiografía de José Saramago y comisario de la exposición “La consistencia de los sueños”, asumió el reto de organizar un volumen con las conferencias y discursos pronunciados por José Saramago en distintos países y fechas, algunos publicados, otros conservados en papel, otros archivados digitalmente. En el proceso de recopilación fue necesario rastrear con voluntad detectivesca los distintos computadores que José Saramago utilizó a lo largo de su vida digital, que abarca desde Historia del cerco de Lisboa hasta Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas, estudiando los archivos que el escritor organizó de forma precisa. Uno de ellos, alojado en el computador sustituido, se titula “Cuadernos”, rótulo que tanto para Fernando Gómez Aguilera como para quien esto escribe acogería libros acabados, los cinco volúmenes de Cuadernos de Lanzarote, imprescindibles en este trabajo de organización, siempre manejados en las ediciones en papel. Por esta razón el archivo digital titulado “Cuadernos” permanecía tal como el autor lo había creado, sin que ninguna mano lo hubiera tocado. Imaginen la sorpresa cuando la voluntad investigadora hizo oprimir la opción “abrir” y apareció, con todas sus letras —la fantasía me hace ver el título del libro parpadeando y en color, aunque sé que no es cierto—, el documento titulado Cuadernos 6, el último según el orden lógico con que José Saramago archivó los diarios. “¿Seis? ¿Cómo es posible, si solo hay cinco volúmenes?”, fue la absurda pregunta lanzada al aire antes de empezar a leer sin respirar, ni hablar, ni ver más allá de la pantalla, que siendo pantalla era también voz y narraba un tiempo distante que se hacía presente al manifestarse así, esa noche, en esa casa; allí, en lo que hasta ese momento era silencio. No será necesario que describa el pasmo del instante, la sorpresa y la emoción, el tiempo detenido, la ansiedad y la alegría, la nostalgia, el peso y una levedad que rompía todas las leyes de espacio y tiempo. Eran días de hace veinte años, eran días de hoy. El autor diciéndose de nuevo …

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas