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Adela Navarro Bello

04/05/2022 - 12:05 am

La vida impune de Benjamín Arellano

“(…) ha gozado de impunidad la mayor parte de su vida, de sus 70 años, solo 20 ha estado en prisión, la misma que hoy pretende evadir de nueva cuenta, argumentando ‘razones humanitarias’, mismas que no tuvo para todas las personas a las que ordenó quitarles la vida, y logró no ser investigado por ello”.

“La inseguridad y la violencia imperaron en esa época en Tijuana. Impunes, los hermanos al mando de Benjamín, controlaban el tráfico de droga por la frontera norte de México”. Foto: Cuartoscuro

Hace unos días en los Estados Unidos informaron de manera extraoficial que, quien fuera el capo de la droga del cártel Arellano Félix, el mayor del clan, Benjamín, solicitaba una liberación anticipada por “razones humanitarias”, sin especificar el fundamento para ser considerado y recibir tal beneficio.

De acuerdo a un informe de Human Rights Watch, el Congreso norteamericano sí habilitó a la Justicia federal para conceder la liberación anticipada o excarcelación por “motivos humanitarios, cuando existan razones extraordinarias e imperiosas como la muerte inminente o la incapacidad grave”.

Hasta donde se elabora el análisis de HRW, esas son las dos únicas razones por las cuales la justicia federal de la Unión Americana, podría considerar la excarcelación de un reo federal, como es el caso de Benjamín Arellano Félix, extraditado de México hacia aquel país en el año 2011.

Benjamín, el mayor de los Arellano (tuvo seis hermanos, de los cuales dos están en prisión, dos fueron asesinados y dos se encuentran en libertad; y dos hermanas, libres de cargos), fue detenido en el 2002, después de haber desarrollado una vida criminal que lo mantuvo en la impunidad por más de 20 años, si consideramos que la primera ocasión que fue aprehendido sucedió en el año 1982 en los Estados Unidos por tráfico de droga, particularmente cocaína.

Durante esos 20 años o más, en los cuales el mafioso clan gozó de impunidad, de la corrupta protección de la justicia, la complicidad del Estado mexicano, e incluso las bendiciones de la Iglesia católica. Benjamín Arellano Félix lideró uno de los cárteles de la droga más prolíficos y violentos de México. Su hermano, Ramón Arellano Félix, era un asesino insaciable, implacable, que reunió a jóvenes juniors de Tijuana y mafiosos de San Diego, para establecer su “brazo armado”, conocidos como los narcojuniors.

La inseguridad y la violencia imperaron en esa época en Tijuana. Impunes, los hermanos al mando de Benjamín, controlaban el tráfico de droga por la frontera norte de México, por tierra, por mar, por aire, controlaban la escena pública. Compraron negocios, bares, restaurantes, farmacias, se hicieron de mansiones que chapearon con oro sus interiores, y fueron conocidos por sus excesos. Dominaban con el miedo. Mataban a cualquiera que se les atravesara en su camino y con el menor pretexto. Dejaron muertos por todo Tijuana.

Nadie los investigaba, nadie los detenía. Hasta que el periodista y fundador de ZETA, J. Jesús Blancornelas, empezó a investigarlos periodísticamente, y exhibió la impunidad y la corrupción en la que se desarrollaban. Intentaron comprarlo con billetes verdes, pero honesto y comprometido con el periodismo, jamás aceptó. Ni de los Arellano Félix, ni del “profesor” Carlos Hank González. De nadie.

En 1993, los Arellano cometieron el exceso que daría el inicio a su persecución y posterior caída. En un enfrentamiento con su rival, Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, asesinaron al Cardenal Juan Jesús Posadas y Ocampo en mayo de aquel año. Cuatro años después, solitos se dieron el tiro de gracia, cuando ordenaron y sus sicarios ejecutaron, una emboscada para asesinar a Blancornelas. No lo lograron. El periodista sobrevivió, pero su asistente y seguridad sí fue asesinado en el lugar.

Entonces los Arellano tuvieron que dejar Tijuana. Ante la persecución huyeron a otros estados de la República, y aunque mantenían su red criminal con lugartenientes, distribuidores y sicarios, al salir de su zona de confort, uno, Ramón, fue asesinado en Mazatlán, Sinaloa en febrero de 2002, el otro, Benjamín, fue detenido en marzo del mismo año, en Puebla, Puebla. Inició así el declive, aunque no el fin, del cártel Arellano Félix.

Cuando Benjamín Arellano fue aprehendido, tenía 50 años de edad, y de acuerdo a los análisis y la información de la época, gozaba de buena salud, no tenía ninguna enfermedad grave, ni padecía alguna discapacidad. Las fotografías de su detención, lo muestran como un hombre fuerte, de postura recta y ceño fruncido.

En marzo de ese año, cumplió los 70 años de edad. En Estados Unidos, la justicia fue benevolente con el capo que debe muchas vidas arrebatadas; le condenaron a 25 años de prisión y al pago de una multa por 100 millones de pesos. En México, apenas había alcanzado una condena por 22 años (que no ha cumplido a cabalidad) y al pago de una multa que apenas superaba los cuatro mil pesos.

Si como argumentan sus abogados, cumple con los requisitos para ser liberado de manera anticipada por “razones humanitarias”, esto significa que, o Benjamín Arellano Félix tiene una enfermedad terminal que en los próximos 12 meses puede acabar con su vida (exigencia de la Agencia de Prisiones de los Estados Unidos para considerar la preliberación), o que desarrolló una discapacidad grave que le dificulta la existencia.

Sea cual sea la causa, y en el remoto caso, que le fuese concedida la libertad anticipada por “razones humanitarias”, Benjamín Arellano Félix, debería ser detenido por las autoridades mexicanas, donde aparte de la condena de 22 años que no ha concluido, tiene otras investigaciones pendientes, como el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas y Ocampo, y el caso del atentado al periodista J. Jesús Blancornelas, por el cual no ha sido procesado, carpeta de investigación que se encuentra en la Fiscalía General de la República, luego que en 1997, la entonces PGR atrajera el caso para su investigación.

Benjamín Arellano Félix, ha gozado de impunidad la mayor parte de su vida, de sus 70 años, solo 20 ha estado en prisión, la misma que hoy pretende evadir de nueva cuenta, argumentando “razones humanitarias”, mismas que no tuvo para todas las personas a las que ordenó quitarles la vida, y logró no ser investigado por ello.

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