Ciudad de México, 4 de julio (SinEmbargo).- La violencia de género no es un fenómeno nuevo en nuestros países, aunque ahora podríamos aceptar que se ha hecho más visible, gracias entre otras cosas a numerosas organizaciones que se encargan de denunciarlo y combatirlo.
Hay también propuestas artísticas como la de la compañía teatral chilena El Signo, que hoy presenta por primera vez en México Trazos rotos, un monólogo dramático – corporal, que podrá verse en el Centro de Danza Hojas de Té (Oslo 7, Col. Juárez, www.hojasdete.org).
A cargo de la actriz y dramaturga Catherina Valeska Ratinoff, Trazos rotos ha construido un discurso surgido de la dramaturgia del cuerpo, basada en un ensayo de la escritora chilena Diamela Eltit.
“Cuerpo y texto buscan su ajuste con los diversos elementos que conforman el tejido teatral, acto vivencial e irrepetible, ubicado en el formato del Teatro Performático, con base en lo multidisciplinario”, dice la artista en su presentación. E
“Este concepto busca respuestas en los diferentes lenguajes escénico de la danza, el teatro y lo visual donde el juego de lo inesperado, lo espontáneo, va modificando también la obra, pero no su estructura. No pretende un espacio definido, sino que pretende establecer una relación social – colectiva, volviendo al público activo y participativo”, agrega.
Trazos Rotos presenta una problemática de género que habla no solo de violencia, de miedos y silencios, sino que también lo refiere al cuerpo como campo de registro y de memoria, de cómo el cuerpo nos delata, dejando en evidencia huellas del golpe.
LOS MONÓLOGOS, UNA NECESIDAD
–Estamos en un tiempo donde se han vuelto de moda los monólogos
–Creo que tiene que ver en parte por una necesidad de los colectivos de teatro, mover un grupo de gente, ponerse de acuerdo, tener los mismos intereses, es algo tan complejo…uno se ve en la obligación de proponer otros espacios para seguir generando. Además, está el tema económico, el estado no alcanza a cubrir todas las necesidades para el desarrollo teatral.
–¿Qué sabes del público mexicano?
–Lo que veo es que efectivamente se hace mucho teatro, danza, performances, espectáculos, hay bastantes espacios para poder presentarse y siento que es un público muy amable. Esta es mi primera experiencia en tierra mexicana, estoy un poco nerviosa, no sé cómo va a ser la recepción de Trazos rotos. Es un trabajo que está hecho con cariño y respeto y las problemáticas son muy similares.
–Hablas tú y habla tu cuerpo en el monólogo…
–Sí, porque mi propuesta siempre parte de lo corporal. Creo que primero me moví y después hablé, primero bailé y después actúe. Todo esto de forma intuitiva, claro. Había algo en mí que me impulsaba al movimiento. Fue muy fácil para mí descubrir de qué manera quiero contar el cuento. El cuerpo es algo tan hermoso y bello que me produce inspiración.
–¿Qué son los trazos rotos?
-Surgió de una experiencia de vida en Antofagasta. En el norte de Chile hay desierto, árido, es una zona difícil. No hay nada. Me pasé cinco años ahí y por ser zona minera hay un tema muy latente con el tema de la violencia de género. Los hombres mineros, como el cuerpo es a su geografía, una tierra seca, de roca dura…empecé a observar sobre todo a las mujeres. Toda la vida de ellas me conmovió, porque soy mujer y porque qué lata que suceda la violencia. Creo que el teatro tiene algo que hacer y algo que decir al respecto, puesto que las mujeres que son violentadas no van y dicen: -Me golpearon. Hay silencio, hay miedo, el cuerpo está retraído. Así nació Trazos rotos.
–¿Cuál es el texto?
–Es un texto de Diamela Eltit, una escritora chilena muy importante, que ha escrito mucho sobre la dictadura y que también habla de la mujer desde esa perspectiva. Trazos rotos es un monólogo de seis escenas y por eso lo llamo “teatro performático”. Hay un recorrido y al espectador se le abre el panorama, para que pueda sacar sus conclusiones y cerrar así el círculo de la obra.
–¿Cómo dice Diamela?
–“ Digo golpe en los sentidos múltiples que esa palabra alcanza en el siquismo de cada sujeto. en la diversidad de resonancias que esa palabra tiene en el interior de cada sujeto, digo golpe pensando, por ejemplo, en cicatriz o en hematoma o en fractura o en mutilación.” Se trata de un ensayo que escribió un 11 de septiembre, cuando se conmemoraba otro año del Golpe de Estado del 73.
–¿Cómo quedas después del monólogo?
–Con el cuerpo ardiendo, algo tuyo se mueve internamente durante la actuación. El estado es de placer por haberlo hecho. Antes, a mí por lo menos, te duele la panza, estás apretado, nervioso…luego te entregas y a gozar.
–¿Trazos rotos es sólo para mujeres?
–No y ojalá la vean muchos hombres, para que aprendan. La violencia de género es un fenómeno humano. Todos somos víctimas, de alguna manera. Por eso yo lo abro un poco más y toco el abuso en general, cómo quiere el que está sobre ti ejercer ese poder, el débil no tiene mucha chance en ese contexto.
–¿Qué es el escenario para ti?
–El teatro para mí es la medicina. Lo veo como un acto de fe y de confirmación.