Antonio Sánchez, un mexicano que amamos

04/10/2015 - 12:00 am
Antonio Sánchez, un artista que amamos porque es exquisito. Foto: Tomada de Internet
Antonio Sánchez, un artista que amamos porque es exquisito. Foto: Tomada de Internet

Aunque la extradición a los Estados Unidos de famosos narcotraficantes vestidos con playeras de marca ocupe los titulares de los periódicos en nuestro país, hay hechos que también deberían ser noticia y que sin duda nos darían algo de esa esperanza con la que tímida pero pertinazmente deberíamos aferrarnos a una idea de cambio positivo en nuestra nación doliente.

Se trata, por ejemplo, de fijar la mirada en la realidad con todo lo que ella tiene por momentos de macabra, pero también de luminosa.

Y luminoso es el caso del baterista mexicano Antonio Sánchez, un verdadero fórmula uno del jazz internacional, autor de la música de la aclamada Birdman –película de otro compatriota ilustre, Alejandro González Iñárritu- y verdadero genio de la improvisación y el buen gusto en un género demandante y extremadamente competitivo.

Desde Chick Corea a Pat Metheny, de cuyo grupo forma parte, los mejores jazzistas del mundo se disputan los servicios de este hombre siempre serio, de rostro reconcentrado y que a menudo parece tener una coraza inexpugnable, pero que en el tú a tú hace gala de una dulzura proverbial.

Y no empiecen a hablar de jazz con Antonio, para más datos el nieto predilecto del actor Ignacio López Tarso, porque entonces sus ojos comenzarán a brillar en forma incandescente y la charla durará horas.

Su técnica es feroz, su convicción por una música en la que cree como en una religión, tenaz  y consecuente, desde que estudió la licenciatura en Piano Clásico y Composición en la Escuela Superior de Música del Instituto Nacional de Bellas Artes.

Más tarde, se especializó en Ejecución de Jazz en el Berklee College of Music en Boston  y siguió con una maestría en Improvisación en el mismo género en el Conservatorio de Nueva Inglaterra.

La vida quiso que en su camino se cruzara el gran pianista panameño Danilo Pérez (sí, el de Panamonk, un disco “hereje” donde homenajeó con mucha sabrosura al dios Thelonious, para desesperación de los jazzistas ortodoxos) y lo instara a formar parte de la Orquesta de las Naciones Unidos.

Allí lo descubrió Metheny, quien al igual que lo hiciera en su momento con el bajista argentino Pedro Aznar, no tardó en incorporarlo a su grupo. Con el guitarrista de Missouri grabó “Toño” ocho discos y ganó tres Grammy.

Gary Burton, uno de los mejores amigos de Pat, lo convocó luego luego. Giró con Chick Corea, tocó con los ya fallecidos Michael Brecker (1949-2007) y Charlie Haden (1937-2014).

En 2007 lanzó Migration, su primer álbum como líder del grupo, que a partir de 2011 quedó conformado por los músicos que hasta hoy lo acompañan en el escenario: Seamus Blake (saxofón), John Escreet (piano), Matt Brewer (bajo) y Thana Alexa (voz).

Su segundo disco como solista, Live in New York (2010), fue grabado en un periodo de cuatro días en el Jazz Standard de Nueva York, al lado de los saxofonistas David Sánchez y Miguel Zenon, así como el bajista Scott Colley. Tres años después, estrenó New Life (2013), conformado en su totalidad por composiciones propias.

Three Times Three fue su siguiente producción discográfica, en 2014, y en junio de este año lanzó The Meridian Suite, cuya gira ha llevado a Antonio Sánchez al Festival de Jazz de Rochester, a los festivales de Jazz de Victoria y Vancouver en Canadá, al Auditorio de Tenerife en las Islas Canarias, al club Jazz:it en Austria, al Festival Theatre Studio en el Reino Unido y otros escenarios de Italia y Francia.

Conocí a Antonio primero de oídas a través de los comentarios de colegas y coterráneos suyos, como el músico y escritor Alonso Arreola, el contrabajista Aarón Cruz, el baterista Adrián Oropeza, el guitarrista Eduardo Piastro, entre otros.

Siempre me llamó gratamente la atención el hecho de que nunca escuché decir nada malo de Antonio por parte de los músicos mexicanos de jazz. Por el contrario, cada vez que salía su nombre en alguna noche de bohemia, todos mis interlocutores decían maravillas de su arte y sólo cosas buenas de su persona. Es más, parecían vivir su éxito como propio y a menudo contaban sus hazañas como las de un héroe en un género que nunca morirá, pero que está ahogado por la música comercial y fatua.

Más tarde tuve la oportunidad de entrevistarlo. Fue en un año que vino Wynton Marsalis, durante una conferencia de prensa llevada a cabo en el Teatro Metropolitan o el Teatro de la Ciudad, no recuerdo bien.

La experiencia fue muy agradable. Fue una larga entrevista grabada de parados en la puerta del teatro. Grabada en una cassette que se ha perdido en el mar que guardo con porfía en un cajón.

Desde entonces, leo las noticias que narran sus logros musicales y me alegro como si fueran míos. Como me alegro ahora de que forme parte del elenco del Festival Cervantino, en cuyo contexto ofrecerá un concierto, el sábado 17 de octubre a las 20:00 horas, en la Explanada de la Alhóndiga, como parte del programa FIC Jóvenes.

Siempre que se habla de México, hay miles de cosas para destacar: los colores, los sabores, los sonidos de un país espectacular que hace las delicias de alguien que no ha tenido la fortuna de nacer en su suelo.

Tengo para mí que, además, por ejemplo, del rosa mexicano, hay en esta tierra seres maravillosos como Antonio Sánchez, un artista que amamos porque es exquisito, pero también porque es uno de los nuestros. Y eso es mucha cosa en estos tiempos.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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