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Óscar de la Borbolla

04/10/2021 - 12:04 am

Ventajas de la moral provisional

Son muchas las lecturas que pueden hacerse de la moral provisional cartesiana y hoy elijo la que posiblemente sea la más cínica: no creerse todo lo que uno piensa o tomar distancia de lo que la razón nos dicta, que equivale a no creérnosla.

Cuando uno cree en lo que piensa o se toma en serio, inmediatamente uno tiende a defender sus creencias y la defensa puede consistir en simplemente argumentar a su favor o en defender el punto de vista propio hasta con las armas. Foto: Óscar de la Borbolla.

Quienes se dedican a la filosofía, a las matemáticas o a la ciencia en general, habrán experimentado lo distantes que son estas actividades y, en ocasiones, hasta lo contrarias que resultan de la vida real. Sus postulados suelen ser en tal medida contraintuitivos que uno siente que se ha apartado de la vida, de la vida cotidiana con sus ires y sus venires consuaetudinarios. Parecerían dos mundos divorciados, el teorético y el práctico. Sin embargo, el filósofo o el científico tienen por fuerza que descender o ascender o, mejor aún, condescender con la vida o, para decirlo de una manera elocuente: Newton luego de haber formulado las Leyes de la Gravitación Universal —que según cuenta la leyenda fueron inspiradas por una manzana que cayó en su cabeza— se puso de pie y le dio una mordida a la manzana o, para poner un caso extremo: Gorgias tras haber concebido su trilogía de verdades (nada se puede conocer, nada se puede comunicar y nada existe) tuvo necesariamente que seguir caminando por las calles de Atenas y exponiendo sus teorías a los discípulos de cuyas colegiaturas vivía.

La vida o, mejor aún, las exigencias de esta obligan a poner entre paréntesis las conjeturas a las que se llega teorizando y con nuestros actos desmentimos esas ideas que juzgamos atinadas. Así, aunque todos comprendamos que el espacio es curvo y, por lo tanto, no existe ninguna recta, cuando vemos a una persona a la distancia y queremos saludarla nos vamos caminando recto hacia ella.

Quien mejor comprendió esta contradicción fue Descartes y para resolverla se inventó una Moral Provisional. “No puedo mantenerme irresuelto en mis acciones, cuando la razón me obliga a mantenerme irresuelto en mis juicios”, dice en su Discurso del método. Había llegado a dudar de todo: de cada una de las cosas mundo y hasta de la existencia de su propio cuerpo, pues no sabía si está despierto o soñando y, sin embargo, se percató de que en la práctica seguía funcionando como si el mundo y su cuerpo fueran verdaderos.

Son muchas las lecturas que pueden hacerse de la moral provisional cartesiana y hoy elijo la que posiblemente sea la más cínica: no creerse todo lo que uno piensa o tomar distancia de lo que la razón nos dicta, que equivale a no creérnosla.

La idea de una moral provisional: no tomarse en serio, es más interesante que las cuatro reglas que Descartes propone: 1. Respetar las leyes del lugar donde uno vive; 2. Tener confianza en la decisión que uno tome y seguirla hasta el final; 3. No querer cambiar el mundo, sino adaptarse al que a uno le haya tocado y 4. Elegir una actividad, la que cada quien considera mejor y mantenerse en ella; Descartes, obviamente, optó por la filosofía.

Estas cuatro reglas pueden ser vistas como la síntesis de la sabiduría para vivir sin meterse en líos e incluso para ser feliz, o pueden entenderse como una serie de consejos que pretenden volvernos conformistas. Una u otra interpretación podrían defenderse. En esta ocasión me interesa más centrarme en el asunto de la provisionalidad de la moral y no en la moral concreta que propone estas reglas. Me interesa la idea que está en la base de la moral provisional: no creerse todo lo que una piensa o no tomarse en serio, pues considero que en esta base está la mejor enseñanza cartesiana.

Cuando uno cree en lo que piensa o se toma en serio, inmediatamente uno tiende a defender sus creencias y la defensa puede consistir en simplemente argumentar a su favor o en defender el punto de vista propio hasta con las armas. En las convicciones firmes está la semilla de todas las guerras. Y, en cambio, cuando uno no se toma desesperadamente en serio, sino a broma (que es literalmente no tomarse en serio), uno puede decir como Groucho Marx: “Estos son mis principios, pero si no le parecen tengo otros”. Cuando la moral es provisional, es decir, no seria, no absoluta, no verdadera uno puede tomarse la vida exactamente como lo que es: una ridiculez, un lapso largo o breve pero que se acaba, algo efímero e intrascendente. Quienes se comprenden ridículos son quienes, curiosamente, no hacen el ridículo.

Twitter @oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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