El sonido de los indómitos: Prodan y “Tanguito”

04/11/2013 - 12:00 am

Son seres geniales y profundos, impetuosos e ingobernables. A veces, cerriles. Otras, tan sensibles como una lengua de gato. Creo que son arrebatados porque que van por esta vida como con la piel abierta, atravesados por el viento cortante de un mundo siempre desmesurado, que se suele ir de lo excesivamente horrible a lo demasiado hermoso –le han llamado catarsis– y también en sentido contrario –suelen decirle fatalidad–.

Sin amarillismos, hay que aceptar que están ligados de manera recóndita al infortunio. Luca Prodan murió de una hemorragia interna causada por una cirrosis hepática, mientras “Tanguito” pereció aplastado por tren del Ferrocaril General de San Martín, tras fugarse del manicomio.

La historia de Prodan es la de un Siddharta de la postguerra, que abandonó a su familia -una de las más ricas de Europa- para dedicarse por entero a la música, primero trabajando en la EMI de Londres y luego de ciertos embrollos con la heroína, enrolándose hacia la Argentina con la única brújula de “una postal bucólica de las cierras de Córdoba”.

Respecto a su afición por “doña arpón”, escribiría Luca en el bendito track “Heroína” –incluido en su tercer y último disco, After Chabón–: “But there’s one thing/ One thing I can’t forget/ ‘Cause is in my head/ I think about it when I’m in bed/ D’you know what it is? / It’s… Heroin”.

Su lírica suele ser evocadora y poderosa, tal vez por funcionar como una llave cómica y poética. Por ejemplo, en “Mañana en el Abasto”, incluida en el disco Llegando los Monos, lanza este primer párrafo: “Mañana de sol, bajo por el ascensor/ calle con árboles, chica pasa con temor/ no tengas miedo, no, me pelé por mi trabajo/ las lentes son para el sol y para la gente que me da asco”.

Un disco fundamental de Sumo es Divididos por la felicidad. Se nos presenta un mundo que parece como el mismo Prodan, muy honesto y muy chalado. Lo resulta por lo estrafalario de los objetos poéticos que exhibe –rubias taradas, naves espaciales, mulas plateadas y tornados– así como por la música de Sumo, que se desliza por el funk, el reggae, el rock, evocaciones disco y hasta reminiscencias pentatónicas de oriente. Pero tal vez el tema más recordado sea “Mejor no hablar de ciertas cosas” –sugiero ver la versión en vivo, donde Luca lleva unos lentes que en lugar de cristales tienen estampas de un lindo paisaje– escrito además por el Indio Solari, de los Redondos de Ricota, otro grupo tremendo y legendario que siguen tocando.

En resumidas cuentas, la pieza es una pesquisa del lenguaje. Con un ritmo machacado y monótono pero efectivo, se enuncian frases unitarias pero sin relación entre sí: “Una mujer, una mujer atrás de un vidrio empañado”, “yo tuve la mejor flor, la flor de la planta más dulce”, “saltando, saltando en picada a la mexicana, un fugitivo se entrega… pero no! Mejor no hablar de ciertas cosas”.

De todas ellas, el eje central ha de ser: “Un tornado arraso a tu ciudad/ y a tu jardín primitivo”.

Posterior a ello, el paso del tornado es simulado por la guitarra, arrasando el verbo y fragmentado todo en unidades elementales. Le resta repetir a Prodan las palabras que ve al paso de esa degradación: “La mujer, el vidrio, fugitivo, el jardín primitivo…”.

Ese era Luca Prodan.

La gente le decía “Tanguito”, pero se llamaba José Alberto Iglesias y asumía los apodos de “Ramsés VII” –porque le atraía la figura de Ramsés II y prefería componer basándose en acordes de séptimas dominantes– o el de “Donovan el protestón”, por su afición a la queja sistemática. Con sólo dos discos en su haber, es una de las figuras más entrañables y trágicas del rock argentino.

Una de sus características más notables de sus interpretaciones es la rebeldía y desesperanza que aflora en sus melismas. Cala los huesos por su honestidad. No se trata, empero, de una indocilidad afectada o intelectual, sino que se asienta en las tripas: es cruda y descarnada. Recordemos, para el caso, la letra de la elegiaca y apocalíptica Despertar en un refugio atómico:

“Sólo quiero viajar, no sé adonde iré

sólo puedo puedo divagar,
porque lo demás
está prohibido…”

“Quiero decir tantas cosas
pero de qué sirve
si un dormido
les hable a otros dormidos
sólo para que
sueñe el mejor”.

Y es que cuando la realidad es realista, se torna cruel. Así lo vivió “Tanguito”. Eran tiempos de la dictadura: fue perseguido y encarcelado finalmente en 1971. Posteriormente se le interno en el Hospital Neurosiquiátrico Borda, con el objetivo de corregir su adicción a las drogas. Ahí recibió electroshoks y shocks insulínicos, además de constantes maltratos. En 1972 logró fugarse. En la estación de Palermo calló a las vía y fue aplastado por el tren que lo llevaría a su casa. No se ha logrado aclarar a la fecha si fue empujado o el mismo decidió lanzarse, pero es notable que ningún medio difundió la noticia de su muerte.

Nos quedan algunas grabaciones que lo consagran. Y es que cuando la irrealidad se ilusiona, recrea prodigios: en una de sus canciones más famosas, “Natural”, comunica una poderosa descarga emotiva. Como siempre, solo se acompaña de su guitarra criolla y de tarareos melódicos que transfieren la urgente necesidad de esa interioridad por alcanzarnos. Aquí la muestra:

“Tanguito” y Prodan son portadores de la semilla original del rock Argentino. Su música persuade porque es un “a toda costa” que les costó la vida. No necesitan grandes efectos ni producciones millonarias para conmover. Tal vez los jóvenes músicos de hoy podrían dejar de uniformarse al estilo The Strokes –con el cabello minuciosamente desarreglado y esa insoportable insolencia de postín– y abstenerse de priorizar el sueño de ser aclamados en grandes estadios para empezar a ser más auténticos.

Entiendo que es absurdo el imperativo “seamos genuinos”. No se puede ser genial por decreto. Pero se extraña vislumbrar a un joven Rockdrigo, un José Cruz de veintitantos, un Spinetta en ciernes. Es terrible compartir los gustos de los viejos… cuando esos nuevos músicos y yo somos de la misma edad.

@CesarAlanRuiz

César Alan Ruiz Galicia
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