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Tres migrantes hacen de México el tercer país del mundo con más premios Oscar al Mejor Director

05/03/2018 - 10:30 am

Alejandro, Guillermo y Alfonso, tres cineastas y amigos que rompieron el tabú que decía que desde México no se podía hacer cine de género, como películas de acción, terror o comedia; ninguno dudó en saltar a Hollywood sin complejos y seguros de poder hacer cine en mayúsculas en la cuna de este arte, aunque algunos les vieran como migrantes de un país pobre.

Gracias a ellos, México se ha convertido en el tercer país por número de Óscar a Mejor Director, solo superado por Reino Unido y Estados Unidos. Una posición privilegiada para una cinematografía que en la última década ha demostrado que es capaz de un cine rico, variado y, sobre todo, brillante.

Por Alicia García de Francisco

Ciudad de México, 5 mar (EFE).- Son “el flaco del DF [hoy llamada Ciudad de México]”, “el negro” y “el gordo de Guadalajara”, apodos de los “tres amigos” mexicanos que han hecho historia en los Óscar de Hollywood: Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñárritu y Guillermo del Toro.

“Soy un inmigrante, como Alfonso, como Alejandro, como mis compadres y como muchos de ustedes”, dijo Del Toro al recoger el Óscar a Mejor Director. Pocos minutos después subiría de nuevo al escenario del teatro Dolby de Los Ángeles para recoger el galardón a Mejor Película.

Los dos mismos premios que en 2015 recogió Iñárritu por Birdman, y que después repitió Óscar a Mejor Director por The Revenant. Pero el primero de los tres amigos en llevarse el premio fue Cuarón, en 2014, por Gravity.

Ahora, Del Toro cierra el círculo con The Shape of Water y completa un lustro brillante para los cineastas mexicanos, con cuatro victorias de cinco posibles en la categoría de Mejor Dirección, además de dos de Mejor Película. Sin olvidar el Óscar especial logrado este año por Iñárritu por su proyecto de realidad virtual Sangre y arena.

México se ha convertido así en el tercer país por número de Óscar de dirección, solo superado por Reino Unido y Estados Unidos. Una posición privilegiada para una cinematografía que en la última década ha demostrado que es capaz de un cine rico, variado y, sobre todo, brillante.

Estos “tres amigos”, como se les conoce en Hollywood, son sus máximos exponentes. Y aunque los Óscar les han llegado por trabajos en inglés, el primer impulso a sus carreras fue con producciones en español.

Cronos (1993), en el caso de Del Toro; Amores perros (2000) para Iñárritu, e Y tu mamá también (2001) para Cuarón, fueron las películas que les situaron en el punto de mira de todos los amantes del buen cine.

Fue el inicio de tres carreras que se desarrollaron más o menos en paralelo, con alternancia de éxitos y coincidencias como la de 2007, donde los tres llegaron a los Óscar con múltiples nominaciones por El laberinto del fauno (Del Toro), Babel (Iñárritu) y Children of Men (Cuarón).

El filme de Del Toro llegó a la gala de los Óscar con seis nominaciones y salió con tres premios técnicos; el de Iñárritu consiguió uno (Mejor Fotografía) de seis y el de Cuarón se fue de vacío.

Pero fue una clara demostración de la fuerza del cine que sale de la imaginación de tres cineastas que mantienen además una sólida amistad y ninguna rivalidad, algo poco habitual para los estándares de Hollywood.

Cuarón y Del Toro coincidieron en televisión con La hora marcada (1988-1989), una serie de terror en la que dirigieron algunos episodios y en la que también trabajaba el director de fotografía Emmanuel Lubezki -que ha conseguido otros tres Óscar para México- que fue quien les presentó a Iñárritu.

Se forjó a partir de ahí una unión personal y profesional que les llevó a fundar una productora de corta historia, Cha cha cha, y a ayudarse los unos a los otros en sus proyectos.

Cuando recibió hace pocos meses el Óscar especial por Carne y arena, Iñárritu quiso dar las gracias a Del Toro y Cuarón “por sus sabios y peligrosos consejos”.

Cuarón dedicó su BAFTA al Mejor Director por Gravity a Del Toro y González Iñárritu. “Sin quienes no puedo ni ordenar mi desayuno sin pedirles su consejo”.

“Yo no sabría qué hacer sin Guillermo ni Alejandro, que para mí son tan familia como amigos. Es una cuestión de químicas. Somos hermanitos los tres, tenemos una entrañabilidad familiar que permite ser brutalmente honestos” y “muy receptivos”, afirmó Cuarón en una entrevista en Cannes en 2006.

Y en declaraciones años después a Efe, Del Toro afirmó: “Somos amiguetes y eso significa que te recuerdan no solo que eres humano sino que eres el flaco del DF (Distrito Federal), el negro o el gordo de Guadalajara”.

Tres cineastas y amigos que rompieron el tabú que decía que desde México no se podía hacer cine de género, como películas de acción, terror o comedia.

Que no dudaron en saltar a Hollywood sin complejos y seguros de poder hacer cine en mayúsculas en la cuna de este arte, aunque algunos les vieran como inmigrantes de un país pobre.

Algo con lo que bromeó Sean Penn al entregar a Iñárritu el Óscar a Mejor Película por Birdman. El actor y amigo del cineasta preguntó en voz alta y con media sonrisa quién le había dado la “green card” a ese “hijo de perra”.

Era 2015 y Donald Trump, entonces solo empresario, no ocultó su sorpresa y frustración por los reconocimientos obtenidos por el mexicano. Ahora desde la Presidencia de Estados Unidos ha visto cómo otro chicano ocupa el trono de Hollywood.

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