Author image

Tomás Calvillo Unna

05/06/2019 - 12:05 am

Punto de inflexión

Los actuales acontecimientos obligan a reactivar una dinámica diplomática que otorgue otro horizonte a la política del encierro, que Trump aprovecha cada día mejor con sus venenosos dardos que le siguen dando votos

Migración. Óleo en papel amate. Imagen Tomás Calvillo Unna.

“¿Maestro, qué debemos hacer si nos detienen
y nos deportan?” a lo que Él respondió: “deben
migrar setenta veces siete, y si ellos les piden
dólares y los vuelven a deportar, denles todo,
la capa, la mochila, la botella de agua, los
zapatos, y sacudan el polvo de sus pies, y vuelvan
a migrar nuevamente de Centroamérica y de México,
sin voltear a ver nunca, atrás…”

Balam Rodrigo, Libro Centroamericano de los Muertos

En los últimos días, las amenazas de Trump abusando de la asimetría de nuestra relación bilateral con los Estados Unidos, pueden definir un punto de inflexión que obligue al Gobierno mexicano a reordenar las prioridades de su política interna y su política exterior hasta ahora reducida. Enfrentar una amenaza del exterior requiere de cohesión interior y para ello la narrativa de cada día, exige vasos comunicantes con la diversidad social, regional, y cultural del país. Es necesario reflexionar sobre ello, si no se quiere que la atmósfera política se vuelva asfixiante, y engendre rupturas más profundas, incluso territoriales.

A diferencia de China donde la guerra comercial se ha calificado como la primera gran batalla tecno-económica entre las dos potencias, en el caso de México el tema central es el del territorio físico, el de la naturaleza y condición de las fronteras de ambos países. Es un tema de geopolítica, y para la actual administración norteamericana un asunto de seguridad nacional, teñido de interés electoral. Para el Gobierno mexicano, al menos en su discurso, se está ante una crisis humanitaria que no se puede resolver únicamente con muros y soldados, que impidan la migración hacia el norte.

La geografía del actual conflicto está bien delimitada, y en ella está incluida Centroamérica. Esta perspectiva es relevante porque el discurso de AMLO impulsa la búsqueda de equilibrar el sur con el norte (inversiones, megaproyectos), y retomar una presencia política en Centroamérica ante la erosión del chavismo en la región. Para ello, ha señalado como estratégico contar con importantes inversiones de capital, y un plan (el de la CEPAL) para desarrollar diversos proyectos que creen condiciones favorables y eviten la emigración masiva.

Desde esa perspectiva, y pese a las propias contradicciones y cuestionamientos a los megaproyectos planteados, la política exterior de México pudría haber dado un paso relevante, si hubiera aclarado su posición ante el conflicto venezolano, más allá de una retórica paralizante; carente de dinamismo y flexibilidad se pretendió jugar un papel estratégico de mediación.

No obstante, la cancillería mexicana pareció quedar atrapada y sin libertad de movimiento, ante cierta inercia y los intereses ideológicos políticos de actores aliados al Presidente. Para haber logrado jugar el papel pretendido era necesario operar de manera diferente, más aún cuando había condiciones internacionales favorables. Convertirse en mediador obligaba a enviar representantes con ambas partes, tanto con Maduro como con Guaidó, a la vez que se posponía dar el beneplácito al nuevo embajador venezolano propuesto por el régimen bolivariano, (algo que suele ser común en la diplomacia). Esos dos pasos hubieran sido claras señales de que México podría ser un mediador confiable, como lo fue en las décadas de los ochentas y noventas en los conflictos centroamericanos.

El país se hubiera fortalecido en la difícil coyuntura que vive América Latina, en este periodo globalizado regenteado en parte por Trump. No obstante, las señales enviadas fueron confusas, la política interna afectó negativamente el ámbito externo. La mediación sobre el conflicto venezolano se lleva hoy en día en Noruega a miles de kilómetros de Latinoamérica.

Si el Gobierno mexicano pretende que los Estados Unidos se involucren con fuertes inversiones en el sureste del país y en Centroamérica, para garantizar una frontera segura a partir de la prosperidad y no de los soldados, púas y muros, debe asumir los costos de sus posicionamientos políticos en conflictos como el venezolano; mismo que no es ajeno al desenvolvimiento de la región centroamericana durante los últimos años.

Ciertamente, como suelen decirlo, la política interna va mano, pero ésta no puede ser un grillete para la política exterior que requiere de principios y agilidad en un mundo caracterizado por la velocidad y su volatilidad.

Pretender cerrar las puertas y las ventanas de la casa, reduciendo la política exterior a las fronteras y sus vecinos, impide incluso resolver con mayor poder y destreza los propios problemas que se afrentan en esa focalizada geografía, e ilustra una estrategia aislacionista tan en boga hoy en día también en otras latitudes.

México puede reencontrar el camino de ser por su ubicación geopolítica y su tradición cultural histórica, un actor de naturaleza mediadora en el desconcierto internacional, empezando por el ámbito natural de su influencia, donde el Gobierno mexicano ha apostado su destino (las fuertes inversiones en infraestructuras y su entramado de poder político en la región, tanto en los estados del sureste como en Centroamérica). Su carta de negociación está ahí, en su responsabilidad de asumir la estabilidad de la frontera sur, a partir del respeto a los derechos humanos como condición fundamental de un proyecto asentado: más en la prosperidad, que en el control policiaco militar de la población: es la llave para para la relación estable con el Gobierno actual norteamericano.

La complejidad del Presidente Trump, como un actor poderoso y disruptivo, se resume a la de un negociador cuyo único oxígeno de vida es ganar; en este caso, representa la disminución significativa de los migrantes centroamericanos a su país.

Los actuales acontecimientos obligan a reactivar una dinámica diplomática que otorgue otro horizonte a la política del encierro, que Trump aprovecha cada día mejor con sus venenosos dardos que le siguen dando votos; sin menospreciar su estilo narcisista que subraya a cada momento, y le divierte apreciar en sus efectos monetarios, propagando el temor como otra arma suya.

Ya lo han dicho otros, es necesario articular diversos actores de dentro y fuera del país, de Estados Unidos y Canadá, de organismos internacionales, sociales, económicos, políticos, y de la prensa y la opinión pública, para recordarle al Gobierno norteamericano y a nosotros mismos, un tradicional concepto: la interdependencia es un resorte de la realidad misma que ayuda a matizar las asimetrías que determinan la política exterior.

Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que SinEmbargo.mx no se hace responsable de los mismos.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video