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Susan Crowley

05/07/2019 - 12:03 am

El arcoíris no está en venta

La historia viene de muy lejos, los LGBT han recorrido un largo e intrincado camino en el que han tolerado más que gozado.

El movimiento por la diversidad sexual es uno de los fenómenos sociales más significativos de la segunda mitad del siglo XX y siguen creciendo. Foto: Montserrat Soriano, SinEmbargo.

No temen a los prejuicios ni a las agresiones de las que eternamente han sido víctimas; siempre esperan un porvenir que reconozca su doloroso transitar y que los libere de los estigmas. Llenas de vida, alegres por naturaleza, fiesteras, acostumbradas al exceso en todos los sentidos, dueñas del drama como nadie, las reinas de la noche, entre muchos otros, salieron este 28 de junio a celebrar. Invadieron las calles en una marcha singular, no solo por su colorido, sino por su intención ajena a cualquier interés político, cosa que se agradece muchísimo en estos días.

Por un momento, sin importar el género, la sociedad se les unió: lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, todos los que formaron y seguirán agregando siglas a la nueva forma de agruparse. No faltaron un montón de heterosexuales que querían compartir la experiencia única. Conocidos como LGBT, estos grupos representan a las distintas diversidades sexuales más sus nuevos agregados LGBTT y LGBT+ intersexuales, queer y asexuales. Era el día mundial de la diversidad sexual, sobrepasando las 60 mil personas, frente a la Diana Cazadora.

El movimiento por la diversidad sexual es uno de los fenómenos sociales más significativos de la segunda mitad del siglo XX y siguen creciendo. Fue un desfile espectacular en México y en el mundo. Con los colores del arcoíris, atuendos fantásticos alusivos a tantas películas y musicales de Broadway, cuerpos trabajados con devoción, maquillajes y caracterizaciones fabulosas, las drag queens cantaron y bailaron hasta el amanecer.

Justamente por su espectacularidad, por su desenfado para vivir, por ser una fuente de alegría para quien está a su lado, siempre han logrado atraer la atención; especialmente en épocas difíciles han contado con la simpatía, lo mismo de diseñadores y marcas de lujo, que, de luchadores sociales, líderes y sectores comprometidos con las minorías. Hoy, este segmento de la población representa la cuarta economía del mundo y su capacidad de consumo es de billones de dólares cada año. A nivel nacional, las actividades de la comunidad LGBT equivalen a 60 mil millones de dólares anuales, con una población de 8.1 millones de personas. Con su ingente pasión por la belleza, sofisticados, sensibles y exaltados en su buen gusto, son hoy los consumidores de lujo más representativos de la sociedad y se han vuelto un referente en todos los sentidos. La mayoría, quizá sin reconocerlo, quiere ser un poco como ellos, o por lo menos tener un amigo incondicional de esta comunidad.

Pero debemos recordar que en esto no solo cuenta la fiesta; el desfile del sábado también debe entenderse como el homenaje a quienes han sido lastimados, humillados, incluso criminalizados y muertos por su naturaleza y que hoy, a pesar de haber conseguido un sitio dentro de la sociedad, siguen siendo objeto de burlas, ofensas y agresiones. Es lamentable que existan tantas personas que deben ganarse día a día su derecho a existir, como si esto no fuera un derecho otorgado por el hecho de vivir.

La historia viene de muy lejos, los LGBT han recorrido un largo e intrincado camino en el que han tolerado más que gozado. Fundadores en la nueva manera de pensar el mundo, los años sesenta representan un parteaguas en la lucha por los derechos humanos y la apertura. Las manifestaciones en contra de la guerra de Vietnam se sumaron a la rebelión que habían emprendido los grupos afroamericanos. Los hippies, jóvenes en su mayoría, simpatizaron con la contracultura en su rechazo a las anquilosadas formas de las generaciones anteriores. El grito unificado fue en contra de la educación, la represión y el sometimiento de las minorías. Por primera vez se cuestionaban las tradiciones y convencionalismos.

Una de las más estruendosas apariciones de esta comunidad se dio justamente un 28 de junio, pero de 1969 en el famoso bar Stonewall en Greenwich Village, Nueva York. Centro neurálgico de esta rebelión, el barrio contaba con una población homosexual importante. A pesar de ello, en pocos lugares públicos se les admitía sin que fueran molestados, acosados o incluso abusados por las autoridades. Pero el ambiente repleto de marginalidad de Stonewall empezó a llamar la atención para mal. Después de varias redadas, la población encontró cobijo dentro del bar; un número importante de activistas se unió a ellos y juntos rechazaron cualquier tipo de amenaza. Era la primera vez que había una verdadera cohesión entre los grupos minoritarios y tuvo un éxito sin precedente. De inmediato, en 1970, celebrando los disturbios ocurridos en Stonewall, se llevaron a cabo las primeras marchas del orgullo gay en Nueva York y Los Ángeles. La revolución había iniciado y parecía que nadie la podría parar. Pero el SIDA, una pandemia que diezmaría de manera contundente a esta población, fue utilizado por el estado como un arma en contra de su aparente promiscuidad y terminaría por justificar el odio y el rechazo. Fue un golpe que polarizó a la población por completo.

El arte siempre ha caminado en paralelo a la historia del mundo. El activismo no es ajeno a la expresión artística, siempre se han comunicado bien. La mejor manera de denunciar es creando. En muchas ocasiones derrotar a un mal gobierno, ha sido factible gracias a la expresión artística. Las minorías cuentan con una enorme población sensible y talentosa, los artistas. Y no solo esto, muchos nombres famosos se han vuelto parte de esta causa al margen de sus preferencias. En los años sesenta Act up, AWC (Art Workers Coalition), Guerrilla Girls, fueron una respuesta rápida y contundente a favor de la posición de la mujer, en contra del machismo, el sexismo y el racismo. Durante los setenta Judy Chicago, Adrien Piper, Judith Baca rompieron las barreras que las condenaban a permanecer en el anonimato. Para los ochenta General Idea, Keith Harring, Felix González Torres, Barbara Kruger Jenny Holzer, Mary Kelly, entre muchas otras abrieron la discusión a través de manifestaciones artísticas que hoy son acervo en los grandes museos.

En México, ya en los noventa, hubo un brote libertario en contra de lo establecido con una propuesta irreverente, lúdica, traviesa. Las exposiciones en espacios privados que cuestionaban la idea de lo masculino/femenino, impulsaron una nueva forma de discurso cada vez más cerca de la vida, de la sociedad y sus inquietudes. El arte dejó su marco oficialista y amplió sus márgenes. Los espacios alternativos se volvieron imprescindibles para la discusión. Era muy difícil separar la creación de las ideas, había una urgencia de expresar y denunciar y el artista tomó la estafeta.

Para finales de la década de los noventa pareciera que la beta de insurrección podía apagarse gracias a la entrada a los mercados del arte. Ya no era importante levantar la voz como parte de una protesta o bien, la protesta tenía un precio y un acomodo dentro del mercado del arte. Era indispensable vender y entrar a la burbuja de precios antes de que reventara. En México la lucha individual y colectiva se diluyó conforme se abrieron opciones comerciales. Una de ellas, la más significativa tal vez, las becas otorgadas por el estado. Lejos quedó el idealismo en el que lo importante era salir a las calles y pregonar la libertad de culto, de sexo y de sueños. Hoy la lucha de ciertos artistas redime la tendencia privatizadora y comercial del arte a pesar de que cada vez es más difícil creer en la honestidad de su propuesta.

El sábado 28 de junio hubo un atisbo generalizado de libertad, honestidad y conciencia social. Todos nos sentimos parte, fuimos una comunidad, un colectivo con rostro. El lenguaje de todos se renovó como un canto fresco y me atrevería a decir de amor al otro. Fue emocionante ver a una parte importante de la sociedad manifestando su alegría y sus derechos y ser, no solo escuchados, sino también acompañados. ¿El arte hablará de esto?, ¿el artista está dispuesto a retomar esa irreverente y contestataria forma de manifestarse?, ¿o ya solo luchará por no perder su derecho a treinta mil pesos mensuales?

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@Suscrowley

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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