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Jaime García Chávez

05/07/2021 - 12:03 am

López Velarde, al margen por el narcisismo de AMLO

El Presidente dedicó buena parte de su discurso a Díaz Mirón que, como se sabe, cuando transitó al mundo de la política lo hizo al alto costo de comprometerse con Victoriano Huerta, el golpista y asesino de Madero y Pino Suárez.

Lo que pudo haber sido un buen texto sobre el autor de La suave patria, se convirtió en una arenga en favor de sí mismo, es decir, del Presidente. Foto: Adolfo Vladimir, Cuartoscuro.

El 19 de junio se cumplieron 100 años de la muerte de Ramón López Velarde, el gran poeta nacido en Jerez, Zacatecas. Es, sin duda alguna, uno de los más grandes de nuestro país con dimensión universal, aunque se le haya querido reducir a la provincia mexicana.

Para celebrar un siglo de ausencia, Andrés Manuel López Obrador se trasladó a ese pueblo de origen y, cómo no, aprovechó la efeméride como la oportunidad para montar una tribuna y esparcir, extrañamente, un discurso realmente lamentable. Se agradece su presencia por el realce que le da al suceso, porque eso abona a que posemos nuestros ojos ante un poeta verdaderamente extraordinario.

Eso se logró mínimamente porque, si escuchamos o leemos el discurso presidencial, realmente enfocó su retórica en dos direcciones equivocadas, o mal intencionadas. La primera es que entre las palabras y las líneas se encuentra que de quien habla es de sí mismo, de su circunstancia, de cómo quisiera que los poetas y los intelectuales, en general, lo valoraran a él, y cuando se asume en la persona de Francisco I. Madero, sin ser espiritista, pretende hacer un paralelo que no tiene raíz ni asidero alguno en la coyuntura en la que se habla insistentemente de golpismo.

La segunda es el forzado paralelismo que quiso establecer entre Salvador Díaz Mirón, –el veracruzano que también como poeta brilla en las letras mexicanas– y López Velarde, que era la figura central y única por conmemorarse los 100 años de su prematura muerte. Como sabemos, López Velarde falleció a la edad de Cristo, con 33 años a cuestas, y una obra de enorme mérito como las que publicó en vida: La sangre devota y Zozobra, a la que con el tiempo se agregaron primeras poesías y, sobre todo, El minutero, prosa estupenda y brillante, incluidas la ensayística y la crítica, que para el escritor Christopher Dominguez, está suficientemente establecida a partir de la edición de las Obras, realizada por José Luis Martínez, sin olvidar que Villaurrutia, Zaid y Sheridan hicieron gran contribución.

El Presidente dedicó buena parte de su discurso a Díaz Mirón que, como se sabe, cuando transitó al mundo de la política lo hizo al alto costo de comprometerse con Victoriano Huerta, el golpista y asesino de Madero y Pino Suárez. López Obrador da su interpretación política de cómo trascienden a la poesía las malas decisiones que se toman en una arena que no es propiamente la que permite valorar estéticamente la valía de un autor. En pocas palabras, Díaz Mirón fue un traidor en la medida en la que abandonó sus anteriores posturas contra la tiranía de Díaz, lo que lo perdió, a la hora de ser huertista, de la senda poética que llevaba.

De esta manera, lo que pudo haber sido un buen texto sobre el autor de La suave patria, se convirtió en una arenga en favor de sí mismo, es decir, del Presidente. Por eso, cuando escuché a López Obrador me vino un recuerdo del “gusto” que tenía Stalin por los poetas de la Rusia soviética, sobre todo, bajo la nefasta dictadura cultural de Andrei Zhadánov.

Muchas interrogantes se quedan en mi tintero: el tabasqueño Carlos Pellicer, tan admirado por López Obrador, ¿es un poeta demeritado por haber sido Senador del PRI? O el chiapaneco Jaime Sabines, ¿también se derrumba de sus altares por haber sido Diputado del mismo partido?

Las preguntas me llevan a sentir la humedad de Macuspana, porque el Presidente, lejos de hablar de lo que es agenda cultural y de uno de sus grandes, como López Velarde, piensa en él, denosta por los agravios que cree que le han inferido y concluye con una recomendación: aunque es enemigo de la traición de Díaz Mirón, en realidad quisiera tener en la intelectualidad a puros émulos del mismo de la segunda etapa del bronco veracruzano. Es más, ya los tiene.

Jaime García Chávez
Político y abogado chihuahuense. Por más de cuarenta años ha dirigido un despacho de abogados que defiende los derechos humanos y laborales. Impulsor del combate a la corrupción política. Fundador y actual presidente de Unión Ciudadana, A.C.

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