Author image

Susan Crowley

05/10/2018 - 12:00 am

El macabro juego de Bruce Nauman

Cualquier intento de definir la obra de Bruce Nauman (Indiana, 1941), sin tomarse el tiempo suficiente para conocerla y analizarla, seguramente dará como resultado la frustración al no poder asir un solo concepto lógico, incluso, la evidente imposibilidad de agruparla o delimitarla racionalmente. La práctica indeterminada del artista es una constante danza entre los más diversos medios en los que ha desarrollado obras majestuosas a la vez que incomprensibles: objetos encontrados que incluyen fragmentos del cuerpo humano reutilizados, esculturas con formas anómalas y hasta espeluznantes, fotografías de situaciones incoherentes, neones con frases irritantes, dibujos que parecieran hechos por un niño, impresiones en papel con frases vulgares, videos que rebasan el entendimiento o acciones performáticas que exponen al artista a situaciones límite. En fin, ideas, juegos de lenguaje e inteligencia, semántica, estados de alerta constante que ponen todo nuestro sistema de pensamiento en shock para producir un estado propicio al conocimiento.

Nauman es uno de los más influyentes artistas de la segunda mitad del siglo XX. Foto: Especial.

Cualquier intento de definir la obra de Bruce Nauman (Indiana, 1941), sin tomarse el tiempo suficiente para conocerla y analizarla, seguramente dará como resultado la frustración al no poder asir un solo concepto lógico, incluso, la evidente imposibilidad de agruparla o delimitarla racionalmente. La práctica indeterminada del artista es una constante danza entre los más diversos medios en los que ha desarrollado obras majestuosas a la vez que incomprensibles: objetos encontrados que incluyen fragmentos del cuerpo humano reutilizados, esculturas con formas anómalas y hasta espeluznantes, fotografías de situaciones incoherentes, neones con frases irritantes, dibujos que parecieran hechos por un niño, impresiones en papel con frases vulgares, videos que rebasan el entendimiento o acciones performáticas que exponen al artista a situaciones límite. En fin, ideas, juegos de lenguaje e inteligencia, semántica, estados de alerta constante que ponen todo nuestro sistema de pensamiento en shock para producir un estado propicio al conocimiento.

Nauman ha trasladado el poder del artista y su genialidad a un detallado proceso de hermenéutica de la condición humana. Para este jugador profesional del arte el verdadero entendimiento, el que parte de la absoluta autenticidad, no puede ser más que en función de la experimentación individual y se encuentra en los procesos lingüísticos que utiliza en cada una de sus obras. Nauman es un pensador en acción constante y con ello nos obliga a pensar, no solo como un desafío, también como un acto de responsabilidad de quien acepta el reto y entra al juego. Pero también son desbocadas sus reflexiones sobre el dolor infringido al cuerpo, la angustia ahogada, el amor, la vida y la muerte, provocando en el espectador momentos de perturbación, incluso, instantes en los que el aturdimiento responde como un rechazo natural. ¡Claro, nos colocamos a la defensiva! La obra de Nauman ejerce un poder sobrecogedor, curiosamente no para anular, más bien para exigir lo mejor de cada uno. Golpear al espectador con palabras altisonantes y expresiones crudas para exigir su atención, para sacarlo de su zona de confort. Estar delante de cualquiera de sus obras es entrar a las ligas mayores del arte contemporáneo y de todos los tiempos.

Una muy merecida retrospectiva en el PS1, el ala incluyente, desenfadada y divertida, del MoMa de Nueva York nos permite ser parte de este inquietante mecanismo tal y como si nos adentráramos al extraño mundo en el que Alicia penetra al perseguir al conejo. Parece mentira, pero a pesar de ser uno de los artistas más cotizados en el mercado, no todos los que lean este nombre sabrán de quién estamos hablando.

¿Quién es Bruce Nauman? Después de estudiar matemáticas, física y arte, formó parte de la generación posminimalista. Un grupo de rebeldes de finales de los años sesenta que se colocaron en medio del mainstream americano confrontando las delimitaciones exigidas por los movimientos conceptualistas y minimalistas. Al encontrar insuficientes estas prácticas, que ponían al arte en riesgo de “enfriarse” (debido a la preponderancia de la idea por encima del objeto), esta generación buscó a través de nuevos materiales (cera, látex, fibras de vidrio, etc.), subvertir los valores cerrados del arte. Inauguraron así, procesos más libres, incluso excéntricos, no basados en la forma y su pureza, más bien en la deslimitación. Un movimiento artístico que se conocería como Antiform. A este grupo pertenecen entre otros Robert Morris, Richard Serra, Louise Bourgois, Eva Hesse, Gary Kuhen, Richard Aushwager y el mismo Nauman. De todos ellos, Nauman fue quien buscó las vías más arriesgadas al basar su trabajo en las prácticas del filósofo Ludwig Wittgenstein que exponía cómo el lenguaje no era más que un cúmulo de limitaciones para expresar las emociones volviéndolas conceptos. Nada que fuera dicho era capaz de expresar del todo una emoción. Regresando a la comunicación previa a las palabras, es decir a los meta lenguajes, se abría a la posibilidad de iniciar un viaje introspectivo y profundamente emocional.

Tal vez sea más fácil exponer un par de sus obras para poder entender la magnitud de su trabajo y como opera: en 1981 crea una instalación móvil llamada Suspended Chair. Una silla volteada al revés permanece suspendida (a manera de móvil) en el centro de un triángulo formado por vigas de construcción. Si nos tomamos el tiempo para analizar la obra, veremos que existe un primer cuestionamiento: la imposibilidad de sentarse en la silla nos puede llevar a especular sobre qué significa en nuestra vida. Objeto de uso cotidiano, también ha servido para someter, es un aparato de control. Por un momento podemos pensarnos como niños obligados a permanecer sentados a manera de castigo. Al dislocar la utilidad de la silla, Nauman burla la función punitiva y libera de manera tácita nuestros dolorosos recuerdos. Al pender en medio de la estructura a manera de lámpara votiva, nos evoca una suerte de ritual sacro, esas enormes estructuras dentro de las iglesias en las que el pueblo ofrecía como humilde diezmo sus contribuciones para ser salvado.

En One Hundred Live and Die, de 1984; una enorme parrilla de neones funciona como trasmisor de cien palabras que combinadas entre sí y a través de un sistema de algoritmos, forman frases que nos permiten llegar a cien expresiones que relacionan la vida y la muerte. Con un ritmo vertiginoso, las diferentes luces van activando imágenes emocionales. Todas encendidas son un golpe visual a nuestros sentimientos. Cabe decir que esta instalación luminosa es siempre distinta, como distintos son las posibilidades que de ella surjan y diversos son nuestros estados de ánimo y reflexiones sobre la vida y la muerte. Además de ser muy bella, su acción angustiosa nos ayuda, en cuestión de minutos, a explorar en lo más profundo de nuestros miedos y alegrías. Es una catarsis radical. En forma de aparador de ventas, nada mal para apoyar las técnicas del psicoanálisis.

De esto tratan las obras de Nauman. De llevarnos a estados límite en los que cada uno de los objetos, frases, acciones, devengan oráculos. Una fuente de ideas y atajos partiendo de la práctica constante y del desplazamiento, cada obra es un punto de partida para la reflexión sensorial y anímica. Nauman jamás separa la acción de la idea, van de la mano con la intención de hacernos vivir una experiencia. Es una suerte de cosmogonía, infinitos enumerados de una forma caprichosa, sincopada. Son síntomas de un orden que no pertenece a la lógica, es anterior a ella. Fascinado por los objetos encontrados, suma a ellos las distintas partes del cuerpo, las separa para jugar con ellas, utiliza el azar para asegurar la indeterminación. Inventa monstruos y figuras anómalas para articular con ellos temores, complejos, prejuicios y continuar provocando al espectador.

Lejos de la complacencia y la simplicidad en la que hemos obligado al arte a caer en una era donde todo es consumible, vendible y comprable, las obras de Nauman resultan ser por demás complejas, raras, arriesgadas y difíciles de desentrañar, requieren nuestra atención constante, y aun así no hay garantía de que salgamos bien librados. Son un quebradero de cabeza, un eterno acertijo, nos obligan a especular sin límite, a suspender la razón y tentar a ciegas para tratar de descubrir de que va la cosa.

Sin temor a equivocarnos, la obra de Nauman es un sistema de valores artísticos que reta los lugares comunes y los compromisos con la estética convencional. Para este inventor de estrategias, una obra es bella en cuanto puede cumplir con su objetivo eficazmente. Ahí donde se plantee un dogma, ofrecerá muchas otras alternativas, diversas, indeterminadas que le permitan generar nuevas maniobras. Explorar su obra es un reto, no necesariamente para la erudición, tan sobrevalorada hoy en día. Se trata de jugar con los sentidos y obligarlos a exponerse, inclusive, atrevernos a responder sin temor a equivocarnos. Total, es tan solo un juego.

Bruce Nauman, ya es tiempo de saberlo, es uno de los más influyentes artistas de la segunda mitad del siglo XX. Ha construido un poderoso cuerpo de trabajo a partir de detritos, del lenguaje, de las variaciones entre sonido y ruido, del incordio que genera la repetición de un pésimo chiste hasta aturdirnos, de la separación abismal que existe entre eros e intelecto, de la confusión de valores, del olvido y la pérdida de la inocencia. En suma, es un rebelde en contra de la educación como represor de los impulsos naturales, de la espontaneidad. Por eso su obra es en apariencia simple, inmediata, ajena a cualquier pose intelectual. Pero al contrario, está cargada de gritos, de frases que nos alteran, de vulgaridad en los gestos exagerados, de lo grotesco y de las payasadas que nos hacen reír a carcajadas para terminar por descubrirnos profundamente perturbados y con ello explorar ese universo que hemos extraviado. A fin de cuentas, de eso se trata el poder y la libertad en el uso común del lenguaje. Estemos alertas, si nos topamos con una pieza de Nauman debemos tomar decisiones rápidas, o salir huyendo o bien caer en sus maquiavélicas redes y jugar el macabro juego que él nos ha ordenado.

www.susancrowley.com.mx

@suscrowley.com

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que SinEmbargo.mx no se hace responsable de los mismos.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas