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Leticia Calderón Chelius

05/11/2021 - 12:03 am

Tan guapos y tan rateros

El problema es la compleja red delincuencial construida desde el poder y que de alguna manera sigue manteniendo piezas claves en sus entrañas para que las cosas no pasen más allá del peón sacrificado hoy, Lozoya.

Emilio Lozoya. Foto: Cuartoscuro.

A propósito de la detención de Emilio Lozoya se reaviva el debate sobre la corrupción desde la cúpula más alta de la élite política mexicana. La corrupción, como el motivo principal por el que ganó López Obrador de manera apabullante en 2018. La corrupción, exhibida machaconamente durante tres años en sus mil formas y en todas partes. Lo importante, sin embargo, es no dejarnos arrastrar por la narrativa que busca quedarse en el nivel superficial de una telenovela que sobresalga la vida de abundancia de los miembros de la élite a costa de lo que se han robado. Lozoya cenando en un restaurante de lujo, una periodista miembro de la misma élite o simulando serlo, como quien presuntamente obligó a la fiscalía a moverse, Peña Nieto saliendo de un restaurante en Italia con la única preocupación de que no le caiga pesada la cena, algún funcionario y tal vez, si acaso otro político, presos por desvíos millonarios a sus cuentas o a favor de su red de complicidades. Permanecer presos sin arrastrar a nadie más con ellos es el sacrificio que asumen para que sus esposas e hijos puedan disfrutar las fortunas acumuladas a costa de instituciones como el DIF de Veracruz o haber desmantelado PEMEX. Todos elegantes y distinguidos, de revista de glamour, de club de golf y viajes en jet privado. Todos amigos de la élite empresarial adicta a evadir impuestos, de buscar formas creativas que les permitan condonar pagos al SAT como las factureras, y por supuesto, donatarios filantrópicos mientras la donación se pueda recuperar. Se conocen entre todos y se saben todo, ni modo que no.

Es muy fácil quedarse en ese nivel y hacia allá nos arrastran los medios de comunicación en general, sin embargo, el detalle que puede cambiar esta narrativa “honey”, no está en seguir la trama que la propia élite quiere que sigamos, sino en entender que por cada centavo extraído, desviado o evadido del presupuesto nacional hay víctimas. Que los miles de millones de pesos, dólares y euros de las fortunas inexplicables ocultas en paraísos fiscales, equivalen al número de víctimas de los robos en una combi, de las familias buscando a sus seres queridos sin recursos de las fiscalías que dicen carecer de presupuesto, de los millones de mexicanos que emigraron para buscar oportunidades que no encontraron en suelo patrio, de los salarios contraídos por décadas que generaron millones de pobres explotados y una clase media timorata y pusilánime cuando la corrupción resultó más cercana de lo que imaginábamos.

Pero el descaro ante la corrupción es tanta que hay quienes creen que ya descubierto el robo, no es para tanto, todo se resuelve emitiendo un cheque por el monto del 10% de lo desfalcado, cuando lo que hay que entender es que no hay forma de resarcir el daño porque el daño no es solo el agravio, la burla, el abuso en nuestra propia cara y paseándose ante nuestros ojos como en desfile de modas. Es la generación de una estructura de la desigualdad que necesita de esa desigualdad para reproducirse infinitum. Va más allá del debate a gritos en la cámara de diputados o senadores, de lo que diga el presidente por las mañanas o de la próxima elección. Es una estructura montada en valores, credos y construcciones políticas que todos compartimos aunque rechacemos y que la recreación de la telenovela del funcionario ratero del día busca reforzar. “Tan guapos, tan distinguidos” -repiten algunos-, “Son casos aislados, son nombres específicos, como Peña Nieto, Videgaray, acaso Nuño que por lo menos mantiene bajo perfil” -señalan otros-. El problema entonces es la compleja red delincuencial construida desde el poder y que de alguna manera sigue manteniendo piezas claves en sus entrañas para que las cosas no pasen más allá del peón sacrificado hoy, Lozoya.

Es en este escenario donde podemos decir que estamos por fin llegando a donde nos prometieron y tal vez, estamos a las puertas de un maxi proceso judicial que es la única forma de sacudir en serio la lógica con la que se ha construido el sistema político mexicano, pero también, hay que estar alertas, porque al mismo tiempo estamos al inicio de la siguiente temporada de la telenovela nacional que lanzará a sus nuevas estrellas en la imagen de los “ricos y famosos”. Mientras unos caídos en desgracia seguirán huyendo por el mundo de hotel en hotel de lujo, otros, ya buscan ser los reemplazos hasta generacionales, pero repitiendo el mismo guión que ya conocemos, aunque algunos de los que se sienten futuros protagonistas tengan otro acento.

Leticia Calderón Chelius
Dra. Leticia Calderón Chelius Es profesora Investigadora del Instituto Mora. Doctora en Ciencias Sociales por FLACSO y maestra en Sociología de la UNAM. Es Miembro de la Academia Mexicana de Ciencia y del Sistema Nacional de Investigadores (S.N.I).

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