SLIM NO OFRECE PRESTACIONES

05/12/2011 - 12:00 am

–Espérese. Aquí hay que entregar las cuentas bien. Al rato me escapo. Le prometo que me escapo. Pero espérese.

En un extremo del salón a media luz, donde están los platos y las tazas –el cuerpo ladeado–, ella vuelve a decir:

–Cuando entregue las cuentas, hablamos.

Se desliza en ese uniforme de blusa apuntalada y falda hasta los tobillos. La cubren listones tricolores que evocan las regiones de México. Está apurada para completar el día. Aspira a la perfección.

Platos, tazas, pasos, pláticas, ruidos de cubiertos. Todo lo demás: las minucias que hacen a un restaurante. Once de la noche. Sólo importan esas 15 mesas registradas en sus apuntes. Las mismas multiplicadas por tres le dan el número de órdenes que ha atendido desde las 15:00 horas. Gente. De toda. A la que tuvo que olvidar. O perdonar.

“Me puede costar el trabajo. Lo de las cuentas, me puede costar el trabajo”.

De su concentración, depende hoy la vida. La de sus hijos. La de ella. La de sus hijos y ella que es madre soltera.

Ella, mesera del Sanborns de Los Azulejos. Apenas un fragmento del universo laboral que ha construido Carlos Slim Helú, el hombre más rico del mundo, según la revista Forbes, y el patrón con mayor número de empleados en México, de acuerdo con la Bolsa Mexicana de Valores (BMV).

 

Cuentas claras

En 2011, el Sanborns de Los Azulejos es un microcosmos de la política laboral de Slim Helú. De este edificio levantado en la calle de Madero 4 –en el corazón de la Ciudad de México–, inmerso en una inmaculada torre de adoquines, pletórico de murales, con escaleras de más de un siglo, han surgido de 2006 a la fecha 132 demandas por despido injustificado.

El denominador común es que hubo faltantes de entre 100 y 300 pesos, según puede verse en el registro de la Sala 8 de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje (JFCA).

Incluso en este último eslabón de su imperio, Carlos Slim prefiere las cuentas claras. Sanborns es una de sus primeras empresas, adquirida en 1985, antes de Teléfonos de México (Telmex), compañía que le permitió trepar a las listas de hombres acaudalados. En Sanborns se inició la cultura corporativa de austeridad y eficiencia adjudicada por los analistas de Recursos Humanos al magnate. Es el sitio a donde suele invitar a inversionistas. En donde compra para sí mismo corbatas y puros. Y donde a las meseras y garroteros se les pide capacidad para tomar decisiones “en caliente”, como ocurre con el más alto ejecutivo de sus consorcios.

Litigante en los conflictos del nivel de empleo más bajo en México por salario, el abogado laboral Manuel Fuentes, expone: “En muchas ocasiones hay supervisión de las cuestiones contables de las meseras. Son ellas las que tienen que cubrir los faltantes. Eso es correcto. Pero representa una política de mucha tensión. Hay casos en los que son despedidas después de 20 ó 25 años porque faltaron 200 pesos”.

Hay un sindicato por cada domicilio de Sanborns. En general, los empleados desconocen que tienen representación. “Cuando hay motivos de recisión de contrato, los abogados de las empresas aducen que no hay canales de comunicación porque la asistencia sindical no está presente”, describe el letrado. “Estos conflictos se resuelven con mes y medio de liquidación”.

Eso ocurre en una de las 200 empresas de Carlos Slim Helú.

 

El universo laboral

Meseras, garroteros o adultos mayores vendedores de tarjetas Telcel. Un promedio de cinco salarios mínimos. Así se conforma el universo laboral de Carlos Slim Helú. Se despliega en consorcios que van desde la telefonía fija y celular con Telmex y América Móvil, pasa por la ingeniería con Grupo Carso Infraestructura e IDEAL, el comercio minorista con Saks Fifth Avenue y llega hasta los servicios financieros con Grupo Inbursa.

Sus empleados indirectos son 500 mil, según su propia página cibernética. Y son la mayoría en ese total de 717 mil que admite. Ello muestra su proclividad por la subcontratación, la relación entablada entre empresa y trabajador sin que haya un contrato, un esquema al margen de la Ley Federal del Trabajo (LFT), pero tolerado por la autoridad de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STyPS).

Llamada también outsourcing, bajo esta forma Slim Helú es patrón de la cuarta parte de los 2.4 millones de trabajadores que la Secretaría del Trabajo y Previsión Social y el Instituto Nacional de Estadística Geografía e informática (INEGI) reconocen como población subcontratada en México.

Quienes no dependen de una razón social integran el 12% de los mexicanos ocupados, calculados en 20 millones. Es decir, uno de cada siete. México, en el mundo, tiene el sitio número 19 en países en recurrencia de este esquema que de acuerdo con el Sistema de Administración Tributaria ha dejado un boquete fiscal: si estos millones dispusieran de contratos tradicionales generarían obligaciones por casi 302 mil millones de pesos. Por la subcontratación –a veces declarada, a veces no– lo hacen sólo por 23 mil millones de pesos.

“Es el estilo que ha elegido Carlos Slim. Así atiende el escenario de globalización laboral contrario a los intereses históricos de los trabajadores mexicanos. La gran consecuencia es que al promover el outsourcing se debilitan los contratos colectivos de trabajo”, expone Manuel Fuentes, quien presidió hasta octubre la Asociación Nacional de Abogados Democráticos.

Para el catedrático de la Facultad de Derecho, Hugo Ítalo Morales, con esa forma de empleo, Slim sólo sigue la tendencia en el mundo. “No es ninguna novedad. Más bien tiende a desarrollarse. La Organización Internacional del Trabajo no está en contra del outsourcing, pero sí en contra de la simulación de los empresarios para no otorgar seguridad social. Cuando la fuente externa cumple con todos los requisitos no hay por qué discutirla. Y este es un caso”.

Carlos Slim no se distingue entre los empleadores mexicanos que prefieren el trabajo formal. De los 15 millones registrados ante el Instituto Mexicano del Seguro Social, es patrón de 217 mil; es decir, apenas el 1.4 por ciento. En estos puestos fijos, la austeridad también es el eje de la cultura laboral. Desde hace años entre los puestos de alta y media dirección se reparte un decálogo de principios para ahorrar en tiempos de “vacas flacas” y mantener la productividad en tiempos de “vacas gordas”. A Slim no le gusta el protagonismo. Ni de él mismo, ni de sus empleados. Ejecutivos de Inbursa, bajo el anonimato, dicen que su entorno está desprovisto de glamour y no esperan muestras de carisma del dueño de la empresa.

Tanto formales como informales, quienes trabajan para el magnate, podrían poblar un municipio mexicano. Por ejemplo, Cuernavaca, Morelos; o Jalapa, Veracruz, tienen menos habitantes que el número de mexicanos empleados por Slim Helú. De acuerdo con datos de la BMV se trata del empresario mexicano con más número de puestos de trabajo. Le sigue la familia Servitje con 111 mil 325 en Bimbo (dirigida por Daniel y Roberto) y Lorenzo Zambrano con 55 mil en Cementos Mexicanos.

 

Telmex y el único sindicato

Aquí las cosas han cambiado. Si bien desde 1990 –año de la privatización– se han respetado los puestos de trabajo condicionados en el único contrato colectivo de trabajo que tiene Slim, la población en Telmex pasó de joven a madura. El promedio de edad es de 42 años, cuando hace 15 años era de 30. A Telmex ha ingresado menos personal en relación al número total de empleados y sólo para cubrir puestos por jubilación.

En la mayor empresa de telefonía del país se concentran 44 mil empleados. Son los únicos representados por un sindicato en las empresas que adueña el hombre más rico del mundo. Los sueldos superan los cinco salarios mínimos. Y los trabajadores más productivos reciben bonos que se agregan a sus salarios sin que tengan que ser evaluados por el jefe.

Telmex no ha representado un conflicto para Carlos Slim. El abogado laboral Hugo Ítalo Morales dice que, por el contrario, “Slim ha logrado dominar a la fiera”. El Sindicato de Trabajadores de la República Mexicana (STRM) ha emplazado tres veces a huelga; en 2006 por solidaridad con el sindicato minero dirigido por Napoleón Gómez Urrutia, pero fue rechazado por la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje por falta de sustento legal. Las otras dos sucedieron en 2007 y 2008 por aumento salarial.

Sólo en 2008, mil 700 trabajadores de la empresa Tecmarketing, filial de la telefónica que brinda soporte técnico a los usuarios de Internet Infinitum, estallaron el paro laboral durante seis días. El aumento salarial finiquitó el conflicto. En estos días, el STRM busca la titularidad del contrato colectivo de Atento, un call center que le brinda servicio a Telmex.

“Los problemas han sido ríspidos por ser una empresa tan grande, pero en general, las soluciones han sido satisfactorias”, expone Mateo Lejarza, experto en el contrato colectivo y jubilado del STRM, con 33 años de antigüedad.

La historia de Telmex es diferente a la de los otros consorcios de Slim. No la adquirió como en juego de Monopoly: ese estilo del magnate de adquirir e intercambiar. Cuando el ex presidente Carlos Salinas llamó a la privatización, los tres postores Agustín F. Legorreta Chauvet, Roberto Hernández y Carlos Slim tuvieron dos condiciones: asociarse con empresarios tecnólogos en telecomunicaciones y mantener los puestos de trabajo. “Así que no fue voluntad personal de Carlos Slim mantener los puestos de trabajo. Así fue la condición. Año con año, el contrato se ha revisado y mejorado”. Es el decir de Lejarza, testigo de las negociaciones de la privatización.

Así sobrevive Telmex, la entidad generadora de 9 mil 400 millones de dólares. Aquí fue donde Slim se vio orillado a iniciar una revolucionaria capacitación de empleados para que se adaptaran a la evolución de los sistemas analógicos. “La más notoria –dice Lejarza– fue la de las operadoras que hacían el trabajo con cables y ahora lo realizan en pantallas y computadoras. Implicaba un rediseño de perfil de puesto. Algunas operadoras pasaron al personal administrativo. Otras sobrevivieron en su sitio”.

En la banqueta de la estación San Juan, una de esas operadoras, apenas escucha el apellido “Slim” dice que es mejor no meterse en problemas políticos.

 

El último de los empleados de Slim

Para los abogados laborales consultados, los salarios de menos cinco salarios mínimos son proporcionales al enriquecimiento de Carlos Slim. Es la obtención del máximo provecho al mínimo costo que la politóloga Denisse Dresser denominó “el monopolio perfecto”.

Patricia Kurczyn Villalobos, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, indica que la falta de representación sindical ha permitido un manejo “a su antojo”. Manuel Fuentes dice que los ingresos de los trabajadores contrastan con las ganancias y utilidades de las empresas y en esa medida, lo han apuntalado.

Aunque “el rico de México” -como ha dicho, prefiere que le llamen– ha incurrido en medidas para comunicarse con sus empleados (correos electrónicos a los maquiladores y una carta durante la crisis financiera de 2009), las entrevistas en las banquetas de sus empresas, cuando han concluido las jornadas, dibujan lejanía. Son más sus empleados informales y algunos no saben quién es. O niegan conocerlo. En muchos casos, no es importante que se trate de él, el ser más acaudalado del planeta.

Por ejemplo, un hombre de más de 60 años vende tarjetas muy cerca de América Móvil –la reina de la telefonía celular en Latinoamérica, con ingresos de unos 30 mil millones de dólares– , ubicada en una antigua fábrica de llantas en la colonia Anáhuac. Es un hombre que no puede calcular cuál es su ingreso porque gana según la venta. A Carlos Slim, el hombre que adueña 63 mil millones de pesos y cuyas acciones han tenido un repunte de 125% en la BMV y en Dow Jones de 53,  no lo conoce ni de oídas. Eso dice él. Acaso es por cansancio. O porque en este día para él no hubo ganancias.

 

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Empleados directos en empresas icono

América Móvil: 36 mil

Grupo Carso: 66 mil

Telmex: 44 mil

Grupo Financiero Inbursa: 6 mil

 

Fuente: BMV y Standard & Poors.

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