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María Rivera

06/01/2021 - 12:02 am

Las próximas semanas

¿Cómo evitarán un escenario totalmente catastrófico?

México experimenta una segunda ola de COVID-19. Foto: Daniel Augusto, Cuartoscuro.

No entiendo, querido lector, cómo es que hay gente que no está preocupada por el desarrollo de la epidemia en las próximas semanas. Hay, como en enero del año pasado, muchas señales de que muy probablemente entraremos en una “tercera ola” que amenaza con ser mucho más destructiva. El cierre de Londres, y el colapso de los sistemas hospitalarios donde prevalece la variante del virus que es más contagiosa, debería ser suficiente para que el gobierno mexicano estuviera, estos días, creando una estrategia para enfrentar un escenario similar o peor: México atraviesa ya por una situación crítica, con la capacidad hospitalaria al borde del colapso en la CDMX y otros estados.

Si la variante del virus proveniente de Londres o de Sudáfrica colonizan el país, la situación podría convertirse en algo mucho peor, esto es, el país podría verse arrasado por la cantidad de enfermos y sumirse en una total incapacidad para atenderlos lo que resultaría en una mortalidad muy elevada.

Yo no sé, francamente, cómo ante las señales ominosas que vemos en la prensa internacional y las advertencias de los expertos, el encargado de la pandemia se puede ir de vacaciones, violando todas las disposiciones para cuidarse, incluso. Es sencillamente inconcebible para mí. Es como si viviéramos en una realidad paralela donde todas las advertencias internacionales sencillamente no llegaran. Esta sordera ha sido, desde el comienzo de la epidemia, terriblemente desesperante y desesperanzadora. No importa cuánto alerten a las autoridades de nuestro país, ellas no reciben las alertas o las desechan con una facilidad que da terror, francamente. Y allí estamos nuevamente viendo venir la catástrofe sin poder hacer absolutamente nada, más allá de cuidarnos individualmente y hasta donde nos den las fuerzas o los recursos.

A estas alturas, un año después de que surgiera el nuevo virus, para nuestra desgracia, ya no tenemos esperanza ni dudas de cómo enfrentarán los nuevos desafíos de una enfermedad que evoluciona cada día para volverse más eficiente: abandonarán a su suerte a la gente, confiando en la vacunación que, para efectos prácticos, no logrará proteger a la mayoría de los mexicanos antes de que se vacunen casi cien millones. Al ritmo que vamos, es evidente que primero llegará la nueva variante y hará de las suyas, que la vacunación. O sea, estamos inermes nuevamente, y sobre todo, sin ningún tipo de anuncio oficial ante este posible escenario. Más saben los mexicanos por los medios que por las autoridades, quienes deberían alertarlos, no solo decirles que no han encontrado a la nueva variante en el país ¿qué harán para proteger a la gente cuando la encuentren? ¿ya tienen algún plan? ¿cómo evitarán un escenario totalmente catastrófico? Hay que hacerles estas preguntas porque, hay que decirlo, nuevamente tenemos valiosas semanas para poder actuar.

No albergo, sin embargo, ninguna esperanza de que hagan algo distinto, se lo confieso. Mi ánimo, para estas alturas de la pandemia ya se agotó. De nada ha servido gritar y gritar que se avecinaba la tragedia, ni que México más bien parecía un disco de Petri para el virus, bajo la estrategia del gobierno de López Obrador.

No veo cómo cambiarán las cosas, si el propio presidente anuncia que ya vamos, una vez más, derrotando al virus y que lo peor ya pasó, que la vacunación lo detendrá. Si sale a cuadro jugando béisbol o plantando arbolitos o dando explicaciones históricas. Como si su función fuera entretenernos en medio de un día aburrido y no comunicarnos, con total seriedad, que podríamos estar en la antesala de un horror que aún no hemos conocido. Decirnos qué debemos hacer para protegernos, cómo debemos actuar, alertar a la gente que se ha descuidado, o al menos, desearnos suerte. Vaya, lo que sea, menos una clase de calentamientos para el hombro, una más de sus lecciones sobre la revolución mexicana ¿será que piensa que así nos distrae? ¿qué pensará, realmente, cuando diariamente mueren cientos de personas? ¿creerá realmente que esta tragedia humanitaria no tiene nada que ver con su estrategia? ¿O tal vez será que el propio presidente no sabe lo que se avecina?

Mientras tanto, ya lo ve. Unos vivimos en el país de los contagios y los muertos y otros viven en el país de no pasa nada, me voy de vacaciones, me reúno con la familia. Ah, la playa, qué bonita es, la verdad. Hace mucho que no veo el mar, más que en mis sueños. Yo me pregunto ¿cómo se sentirá vivir en ese país donde los virus le dan a los otros, nunca a nosotros? Ese país donde vamos, ya, saliendo de la pandemia. Ese país donde no importa el sufrimiento de la gente, donde nuestra libertad individual está por encima de la vida de los débiles, ese país de personas desechables, que no importan, están muy por debajo de nuestras necesidades sociales.

A veces, se lo confieso, quisiera mudarme a él. No despertar en medio de la noche por una pesadilla donde estoy gritando y nadie me escucha, sí, al borde del mar y frente a un tsunami. Sí, qué ganas, la verdad, de recuperar a mi padre, al que también se lo llevó la tragedia del país en el que vivo.

María Rivera
María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.

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