El maltrato en la industria de la carne de pollo

06/05/2018 - 12:02 am

Sabina García de Humane Society International México escribe sobre los pollos de engorde, aquellos seleccionados para tener una rápida ganancia de peso y masa muscular para producir carne, que al igual que las gallinas, sufren dentro de granjas industrializadas.

Ciudad de México, 6 de mayo (SinEmbargo).– En artículos pasados he hablado en numerosas ocasiones sobre las gallinas ponedoras de huevos y las cerdas reproductoras, por lo que hoy me gustaría hablar un poco sobre los pollos criados para la producción cárnica; mejor conocidos por la industria como “pollos de engorde”. ¿Por qué hablar de ellos? Para comenzar, los pollos de engorde son uno de los animales más producidos en México y el mundo. Somos el séptimo productor de carne de pollo a nivel mundial, después de países como Estados Unidos, Brasil, Rusia e India. Debido a que el consumo de pollo de los mexicanos es alto (aproximadamente 32 kilogramos anuales) es importante saber un poco más cómo se crían estos animales antes de que lleguen a nuestras mesas. (FIRA, 2016)

Lo primero a destacar es que los pollos de engorde, al igual que las gallinas que ponen huevos, mencionadas en artículos pasados, usados en la industria cárnica son animales inteligentes, sintientes y altamente sociables. En la observación de los pollos, en su ambiente natural y estudios científicos, se demuestra que estos animales poseen un comportamiento complejo, personalidades fuertes, además de habilidades cognitivas impresionantes.

Sin embargo, los pollos de engorde frecuentemente sufren dentro de granjas industrializadas en México y alrededor del mundo y tienen un nivel bajo de bienestar animal en la mayoría de los sistemas de producción convencionales. Los pollos de engorde han sido seleccionados para tener una rápida ganancia de peso y masa muscular. Las líneas genéticas de pollos más modernas y comerciales pasan de ser polluelos a su peso comercial en tan sólo cinco semanas. Crecen tan rápido y ganan peso en un sistema óseo aún inmaduro, que comúnmente sufren de trastornos en las patas y enfermedades metabólicas.

En muchas ocasiones, son alojados en graneros con una alta densidad de aves, además de ser oscuros y sin ningún recurso que les permita desempeñar su comportamiento natural. Los pollos son naturalmente activos e inquisitivos, por lo que en los sistemas de producción convencional estos animales se tornan anormalmente letárgicos, y pasan la mayor parte de su tiempo descansando y comiendo. Dicha falta de movimiento agrava las cojeras y la dificultad para caminar.

La mayor parte de la producción de pollos de engorde se da en galpones sobre el piso, aunque en algunos países se usan jaulas, las cuales proveen muy poco espacio para moverse. Las jaulas no sólo restringen el movimiento, sino también impiden el desempeño de actividades como picotear, rascar o darse baños de polvo, pues el piso (malla de plástico) no puede contener algún sustrato. Una vez que alcanzan el peso del mercado, los pollos son sacrificados con un sistema en el cual son colgados boca abajo, pasando por un tanque de agua electrificada para aturdirlos, donde posteriormente serán degollados y morirán por desangrado.

En HSI estamos trabajando en diferentes partes del mundo con la industria alimentaria para mejorar el bienestar de estos animales, alentando el uso de líneas genéticas de crecimiento más lento, el alojamiento sin jaulas, una reducción en el hacinamiento, mayor enriquecimiento ambiental y formas más humanitarias de aturdimiento y sacrificio.

Los pollos son seres vivos sintientes y deben ser reconocidos como tales, y no vistos únicamente como “productos”. Los científicos reconocen cada vez más las complejas habilidades cognitivas de las aves, su capacidad de sufrir, y las implicaciones éticas de estos descubrimientos. Miles de millones de aves en México y el mundo seguirán sufriendo en la producción industrial si los problemas de bienestar animal, científicamente documentados, continúan siendo minimizados y no resueltos por la industria.

Como consumidores, tenemos el poder de hacernos escuchar y pedir un cambio. Seamos la voz de aquellos que no la tienen.

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