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Violeta Vázquez-Rojas Maldonado

06/06/2022 - 12:04 am

Dos apuntes sobre las elecciones

Los analistas y los estrategas opositores, antes de entregarse al engaño autocomplaciente de que hay un pacto entre el partido gobernante y el crimen organizado, harían bien en explicarse honestamente las causas detrás del avance obradorista.

Hace cinco años, por estas fechas, estábamos asimilando los resultados de las elecciones en Coahuila y el Estado de México. Era la primera vez que Morena se presentaba a una elección de gubernatura, y la última vez que el PRI, con sus aliados hasta entonces incondicionales, ganaría alguna. Conservó Coahuila con apenas dos puntos y medio de ventaja sobre el PAN y el Estado de México, en una elección por demás disputada, con poco menos de tres puntos de ventaja sobre la candidata de Morena, Delfina Gómez. Ese mismo año de 2017, unos meses antes de la elección de junio, había sido detenido en Italia Tomás Yarrington, ex-gobernador priista de Tamaulipas, y en Guatemala Javier Duarte, ex-gobernador priista de Veracruz. En retrospectiva, creo que podemos decir que, si bien en 2017 el PRI estaba a cargo del gobierno federal y había ganado, con márgenes muy apretados, dos elecciones estatales, todos estos acontecimientos no eran otra cosa que el inicio de su debacle. 

Este domingo vimos al PRI perder estrepitosamente dos de sus bastiones históricos: Hidalgo, que nunca había sido gobernado por otro partido, y Oaxaca, gobernado también por el PRI desde 1932 (entonces PNR), con el solo hiato del gobierno de Gabino Cué, nominado por una alianza de prácticamente todos los partidos de oposición, de 2010 a 2016. La derrota en Hidalgo es vergonzante: Julio Menchaca, de Morena, obtuvo dos veces más votos que la candidata de la alianza opositora, Carolina Viggiano.

Morena, en cambio, nunca había gobernado ninguna de las entidades que el domingo se presentaron a elecciones. De acuerdo con los conteos rápidos, se llevó el triunfo en cuatro de ellas, una victoria difícil de regatear. De gobernar cero de estas entidades pasará a gobernar cuatro: Tamaulipas, Hidalgo, Quintana Roo y Oaxaca. En total, Morena gobernará este año 22 de los 32 estados del país. 

El PRI apenas podría atribuirse un triunfo raquítico en Durango y -tal vez- Aguascalientes, y digo que es raquítico porque en ambos estados ganó en coalición con el PAN y PRD. Le queda el consuelo de gobernar, como desde hace más de setenta años, el Estado de México y Coahuila, pero ese consuelo no durará mucho, porque en 2023 en estos estados hay elecciones y, si la inercia de Morena continúa como hasta ahora, es muy probable que le arrebate al PRI por lo menos el estado con el mayor número de electores del país. 

No ha sido coincidencia que en los últimos días los mismos aliados del PRI acusen a Morena, o al presidente López Obrador, de “pactar con el PRI”, o de llevar a cabo prácticas que “no se veían desde los peores tiempos del PRI”, como dijo Santiago Creel en una arenga desafortunada. Seamos claros: de los cuatro estados que ganó Morena, en dos (Hidalgo y Tamaulipas) enfrentó a la coalición PRI-PAN-PRD, y en otros dos (Oaxaca y Quintana Roo), venció al PRI y al PAN por separado. Adelantándome a un análisis más fino, la conclusión que se deriva de aquí es que el que los partidos opositores vayan en alianza o por su cuenta no hace ninguna diferencia cuando Morena se perfila como favorito. Esto tendrá que hacer ponderar a los dirigentes de los partidos opositores y, en última instancia, al artífice de la coalición Va Por México, si vale la pena mantener al PRI a pesar de su evidente desgaste o si, como dirían por ahí, “hay sumas que restan”, porque la política no es aritmética.  

Es claro que el PRI sabe ganar cuando gobierna, echando mano de sus redes clientelares y de compra de votos, y también sabe regresar al poder aprovechando que el PAN gobierna peor. Pero contra lo que no puede es contra el cambio democrático. Una vez que las elecciones reflejan la voluntad libre de la gente, y no la voluntad coercionada con amenazas de perder apoyos sociales, o comprada con despensas y tarjetas de prepago, resalta la ausencia de una base social auténticamente priista. Pareciera que el PRI no genera simpatías espontáneas, y que quien lo apoya -ya sea como votante individual, como financiador o como instituto político- lo apoya por conveniencia. Y últimamente, al parecer, apoyar al PRI es algo que ya dejó de convenir. 

Hay otro tema que destacar sobre las elecciones de este domingo. Con los resultados de Aguascalientes y Quintana Roo se sumarían dos mujeres a la lista de gobernadoras actuales en el país. A partir de estas elecciones, por primera vez en la historia nueve mujeres están al frente de sus estados: Marina del Pilar en Baja California, Indira Vizcaíno en Colima, Claudia Sheinbaum en la CDMX, Maria Eugenia Campos en Chihuahua, Evelyn Salgado en Guerrero, Layda Sansores en Campeche, Lorena Cuéllar en Tlaxcala y, de confirmarse los resultados de los conteos rápidos, Mara Lezama en Quintana Roo y Teresa Jiménez en Aguascalientes. De las nueve gobernadoras, dos son del PAN y siete de Morena. En 1979, el PRI postuló a Griselda Álvarez Ponce de León a la gubernatura de Colima. Desde entonces hasta este domingo ha habido 17 mujeres electas gobernadoras en el país. De esas 17, nueve han sido electas en los últimos cuatro años. A quienes preguntan si México “está preparado para tener una mujer gobernante” habría que recordales, primero, que ya hay mujeres gobernantes, casi en la tercera parte del país, y segundo, que el que una mujer desempeñe un cargo de autoridad no es algo para lo que nadie tenga que prepararse. 

Habrá más aristas sobre este proceso electoral -por ejemplo, el papel de Movimiento Ciudadano, las detenciones arbitrarias, la persecución y la violencia ejercida contra operadores de Morena en Aguascalientes, Tamaulipas y Durango, la posible judicialización de las elecciones por parte de quienes no acepten el resultado, etc-. Pero por lo pronto el hecho incontrovertible es que Morena sigue ganando territorio. Los analistas y los estrategas opositores, antes de entregarse al engaño autocomplaciente de que hay un pacto entre el partido gobernante y el crimen organizado, harían bien en explicarse honestamente las causas detrás del avance obradorista, si es que quieren plantearse como una alternativa democrática y no sólo están encaprichados en regresar al poder por las malas.

Violeta Vázquez-Rojas Maldonado
Doctora en lingüística por la Universidad de Nueva York y profesora-investigadora en El Colegio de México. Se especializa en el estudio del significado en lenguas naturales como el español y el purépecha. Además de su investigación académica, ha publicado en diversos medios textos de divulgación y de opinión sobre lenguaje, ideología y política.

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