Lo patriótico y lo patriotero

07/02/2017 - 12:00 am
Eso no es patriótico, es patrioterismo; yo mejor me voy con el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. Foto: Cuartoscuro

Es penoso que llamen a la unidad nacional los individuos que durante los últimos 32 años han llevado al país a su actual crisis. Siendo más directos, es un descaro.

 En 1984 se dio el punto de quiebre; Porfirio Muñoz Ledo cuenta que aquel fue el momento de enfrentar a los bancos internacionales declarando la moratoria unilateral de los países deudores, que eran los países latinoamericanos.

 Pero en el momento preciso, cuando las naciones del sur voltearon hacia México, Miguel de la Madrid se acobardó y, siguiendo la opinión de su consejero Carlos Salinas de Gortari y del colectivo de menos de un centenar personas que tenían el poder, prefirió renegociar la deuda por su cuenta y dar la espalda al resto del continente.

 En ese momento el PRI Gobierno decidió renunciar a la unidad latinoamericana y nacional, y convirtió a la economía mexicana en un satélite de la banca mundial. Lo demás vino en cascada: nombrar candidato a la Presidencia de la República a Carlos Salinas de Gortari, el quiebre del sector Nacionalista Revolucionario con el partido tricolor y la caída del sistema para robar la elección a Cárdenas.

 México se incorporó al mercado mundial neoliberal, vendió todo su patrimonio, volvió a privatizar los bancos y los pasó a manos extranjeras, y se entregaron las empresas estratégicas a particulares, incluyendo Telmex, Pemex, la CFE y más de mil empresas paraestatales (entre las cuales había incluso escuelas y fábricas), hasta terminar con todo.

 Cuando propusieron el Tratado de Libre Comercio miles de voces nos levantamos en contra porque era la soga de la cual colgaría México, sujeto a los vaivenes de la política y de la economía norteamericanas.

 La firma del TLC destruyó el ejido y los apoyos para la producción de alimentos, se lanzaron a la competencia mundial empresas nacionales que quebraron y los productores agrícolas vieron cómo sus productos no se vendían por falta de estímulos que los hicieran competitivos.

 México se convirtió en un país maquilador dependiente de las inversiones internacionales, con una mano de obra tan barata que el mismo papa Francisco la califica de semiesclava.

 Dependemos de la cultura consumidora de los Estados Unidos que no sólo compra la mariguana y el opio mexicanos, sino también los autos, las computadoras y los teléfonos celulares que aquí se arman. Toda la mercancía que en EU se vende increíblemente barata la producen seres humanos sobrexplotados que trabajan por menos de un dólar la hora.

 México depende del comercio mundial como los voladores de Papantla dependen de la cuerda que los une al volantín que gira en la cumbre del madero; revisemos las grandes empresas mexicanas:

1. América Móvil.

2. Femsa.

3. Grupo Financiero Banorte.

4. Grupo México.

5. Grupo Televisa.

6. Cemex.

7. Grupo Inbursa.

8. Grupo Bimbo.

9. Grupo Alfa.

10. El puerto de Liverpool.

11. Arca Continental.

12. Grupo Carso.

13. Corporación GEO.

14. Grupo Homex.

15. Fibra Uno.

Todas ellas son incapaces de hacer que México funcione, con lo que producen sólo podemos comer gansitos y tomar Coca Cola mientras hablamos por el celular y vemos televisión, con papitas y cerveza, y nos informamos de todo lo que no podemos comprar en Liverpool y en (simplemente) Palacio, de las construcciones de los corrompidos por el Gobierno, las trampas de las mineras para destruir al país y cómo los bancos se recuperan de malas inversiones con nuestros ahorros.

A esto llegó la eterna crisis nacional.

Y como corolario el presidente invitó a Trump en el peor momento para México y nos hizo creer que Videgaray se llevaba de piquete de ombligo con el señor Donald, pero todo acabó siendo un sueño: el güero se burló de él, lo obligaron a incluir en la agenda bilateral el tema del muro, le quitaron la planta de Ford, amenazan con invadir el país para perseguir a los narcos y ya cuando “lo mandaron a la chingada”, y después de pensarlo por dos días, viene a convocarnos a la unidad nacional, diciendo que nos va a defender.

Eso no es patriótico, es patrioterismo; yo mejor me voy con el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.
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