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Ricardo Ravelo

07/04/2017 - 12:04 am

México, atrapado entre pactos de impunidad y mafias: Buscaglia

Edgardo Buscaglia habla con el conocimiento de un sapiente sobre los temas de la delincuencia organizada nacional e internacional,  amplio el horizonte de su análisis. Desde los años ochenta ha sido un trotamundos incansable: va de país en país y lo mismo destraba conflictos en Afganistán que imparte clases de derecho en la universidad de […]

Buscaglia es locuaz cuando habla de la delincuencia organizada, mete el bisturí de su crítica y abre las cloacas de la corrupción política, cuestiona al Presidente Enrique Peña Nieto y lo llama “empleado de las redes criminales. Foto: Cuartoscuro

Edgardo Buscaglia habla con el conocimiento de un sapiente sobre los temas de la delincuencia organizada nacional e internacional,  amplio el horizonte de su análisis. Desde los años ochenta ha sido un trotamundos incansable: va de país en país y lo mismo destraba conflictos en Afganistán que imparte clases de derecho en la universidad de Columbia, dirige el International Law and Economic Develoment Center, trabaja como asesor de reformas judiciales, combate la corrupción y asesora a jueces en 109 países del mundo para un mejor desempeño frente a los embates del crimen organizado.

Buscaglia es locuaz cuando habla de la delincuencia organizada, mete el bisturí de su crítica y abre las cloacas de la corrupción política, cuestiona al Presidente Enrique Peña Nieto y lo llama “empleado de las redes criminales y de las oligarquías que han empobrecido a México”, mientras los grandes empresarios y políticos mafiosos –dice — se arropan en un pacto de impunidad para que no se les enjuicie.

No le tiembla la mano ni se le hace un nudo en la garganta para llamar “mafiocracia” al sistema político mexicano y afirma  –sin tapujos — que el corazón de la delincuencia organizada mexicana está en la protección que brinda la clase política a las redes criminales: gobernadores, diputados, alcaldes, síndicos, regidores y policías forman parte de las estructuras del crimen y de los cárteles que operan con 24 tipologías delictivas. Nada tendría sentido sin la protección política. El poder está al servicio de la mafia, afirma.

Edgardo Buscaglia concede la entrevista justo cuando el gobierno de Enrique Peña Nieto transita por su quinto año de gobierno –en el momento en que el 2018 se aproxima en medio del descrédito –, vapuleado dentro y fuera de México por los escándalos de corrupción; cuestionado por sus yerros y desatinos en la toma de decisiones y por la impunidad con la que cobija a los exgobernadores de su partido acusados de saqueos al erario público.

De acuerdo con su opinión, el gobierno de Peña se terminó en los primeros meses del 2012, poco después de asumir el poder. Lo que hemos visto de entonces a la fecha ha sido una verdadera pesadilla, una película de terror para el país, pues un gobierno que se sabe perdido, debilitado y sin aprobación social echa mano de todos los recursos disponibles –sin importar para nada la sociedad –con la finalidad de mantenerse en el poder. Así gobiernan las mafias, acusa.

En la amplia conversación, Buscaglia analiza la nueva dinámica del crimen organizado mexicano, las complicidades con el poder, la nueva relación de México con Estados Unidos y su nuevo Presidente Donald Trump; el papel del Presidente Enrique Peña Nieto, quien hundió al país en la desgracia y toleró la corrupción política e institucional a niveles de escándalo y cinismo, el descaro presidencial en su máxima expresión.

De igual forma habla de la evolución de los cárteles mexicanos y del surgimiento de nuevos grupos criminales, todos con el componente que los hace poderosos: la protección política. De igual forma su análisis se desliza por los temas sensibles: la Ley Anticorrupción, de la que afirma: “Nació muerta. Una ley que no actúa en contra del Presidente, no le sirve al país”.

Pasa la mirada por la delincuencia internacional y la crisis económica que arrastra el país y afirma que México sigue siendo el territorio más rentable para el crimen organizado, pues cualquier organización criminal puede invertir sus recursos con mínimas posibilidades de fracaso. Eso convierte a México en un lugar paradisiaco para cárteles y mafias, afirma.

Y justamente con ese tema inició la conversación:

 

–Don Edgardo, se han desdibujado mucho los grandes cárteles en México, en los últimos años han surgido cientos de células criminales en zonas estratégicas, sobre todo donde hay riqueza de gas, petróleo, turismo y minería. El narcotráfico ha crecido con un evidente respaldo político, se ha convertido en un poder paralelo, en un Estado dentro del Estado. ¿Hacia dónde camina el país con este flagelo y su violencia que nadie puede frenar?

–La delincuencia organizada mexicana se va especializando y diversificando. En principio lo que sucede en la delincuencia organizada más sofisticada del planeta es que ya no son pirámides de comando y control verticalistas, son más que nada redes horizontales donde diferentes células o estructuras se especializan en diferentes tráficos de bienes y servicios, minería, petróleo, sistemas financieros, drogas y armas. Y lo que tenemos en México es claramente un fenómeno muy grave, ya que se van diversificando esos 23 tipos de tráficos ilegales.

“Meten mucho dinero en la economía legal, en ciertos mercados legales. Hay un directorio estratégico en estas organizaciones, ya sea Yakuza o el cártel de Sinaloa, que coordina estas actividades con representantes de cada una de sus células, pero en realidad son estructuras horizontales donde hay una coordinación estratégica, un directorio, pero toda la parte de transacciones tácticas operativas son llevadas adelante a través de estructuras criminales más pequeñas y más flexibles y en mucha economía legal metida en esas estructuras y hay muchos miembros y pedazos de instituciones del Estado, como lo vengo diciendo desde hace mucho tiempo. Lo grave de todo es que hay pedazos de Estado que forman parte de estas estructuras criminales. Se tienen que ver como redes horizontales porque son mucho más difíciles de desmantelar para una organización del Estado. Esto es un poco lo que hacen las empresas legales e ilegales: diversifican riesgos para que no se desmantele tan fácilmente, para que no se desarticule a la organización con tanta facilidad. Y no es que el Estado mexicano impacte mucho en los riesgos sino porque otros Estados de diferentes países han estado pegándole fuerte a una de estas estructuras ligadas a la delincuencia organizada mexicana, se trata de gente (del cártel) de Sinaloa que ha sido capturada en Europa. Y hay una realidad: los norteamericanos y los canadienses le están pegando a pedazos de lo que era Sinaloa antes. La delincuencia organizada mete el 70% en promedio de los recursos que generan en la economía legal. Y cuanto más sofisticada es la organización criminal, más legalizada está.

–Estamos frente a una delincuencia organizada más moderna y menos combatida. Con los embates del terrorismo en Europa, ¿Qué se avecina para México?

–¿Qué es lo que va ir sucediendo con lo que era el cártel de Sinaloa y lo que es hoy la Yakuza japonesa que está mayormente legalizada? En mercados legales de la economía sus representantes van a reuniones con bussines card, con tarjetas que les dan cuando tu llegas a una de estos negocios que ellos manejan, ya sean casinos o juegos legalizados o lo que sea. Entonces esta gente tiende a diversificarse y a legalizarse y eso es un poco de lo que pueden hacer en México en el largo plazo. El modelo de ellos no es el antiguo que conlleva muchos riesgos. En una economía, hoy en día, los Estados por razones ligadas a combatir el financiamiento del terrorismo y a combatir el lavado de dinero ligado a ese financiamiento del terrorismo, los Estados se han vuelto más sofisticados que antes sin desmantelar estructuras criminales trasnacionales y por lo tanto los grupos criminales tratan de diversificar sus negocios mucho más que antes.

–A partir de enero de este año un nuevo Presidente asumió el poder en Estados Unidos. En medio de tantos yerros y desatinos, ¿Qué puede cambiar Donald Trump en la política antidrogas norteamericana y con respecto a la relación que en ese tema se tiene con México?

–Yo estoy recibiendo informes desde Washington, sobre todo de la gente que ha estado interactuando con Trump en estos temas y me siguen confirmando que le van a poner muchísimo más énfasis a todo lo que se refiere al lavado de dinero y al financiamiento del terrorismo. La política contra las drogas obviamente se va a seguir implementando a través de las instituciones tradicionales pero se le va a poner un mayor interés a todo lo que representa el financiamiento del terrorismo o a cualquier grupo criminal que potencialmente pueda representarles  un riesgo. El tema de drogas va a seguir siendo importante como lo ha sido desde hace mucho tiempo, pero no se va a oponer a que los estados sigan legalizando o regulando la mariguana. Pero como sabemos, las redes criminales controlan un vasto mercado de drogas legales e ilegales que va más allá de la mariguana. Ese tema, sin duda, va a seguir pegando. Con mucho más énfasis en lo que se refiere a atacar a grupos criminales que tengan vínculos con organizaciones terroristas que puedan penetrarles la frontera. En ese sentido, el Plan Mérida va a tener que reformularse muchísimo más para pegarle al problema del lavado de dinero todavía más de lo que le han pegado.

–En estos tema ¿Cómo percibe usted que será la relación entre México y Estados Unidos?

–Se les va a exigir muchísimo más resultados a México en ese aspecto. Mucho más de lo que se le ha exigido hasta ahora. La política y los dineros que vienen de Washington para atacar estos problemas van a estar mucho más ligados a indicadores de desempeño a los países que reciben ese dinero como México, Argentina o quienes sean y va a ver mucho más condicionamiento en la política norteamericana de apoyo al combate contra grupos criminales y en ese sentido el combate a la corrupción va a ser mucho más enfatizado que antes. Será una relación diferente a la etapa que se vivió entre los años 2009 y 2010 con Obama e Hillary Clinton. Ahora se tendrán que replantear todos estos temas. Tengo entendido que grupos regionales de coordinación de políticas y fiscalías están trabajando ya en los nuevos planteamientos, que serán lavado de dinero, financiamiento de terrorismo y corrupción política. Esto es lo que se ha comentado hasta ahora con definición.

–¿Cuál es su punto de vista respecto al combate del crimen organizado en estos cuatro años de gobierno de Enrique Peña Nieto?

–Todos los casos de éxito relativo de combate a la delincuencia organizada han tenido mayormente un componente político electoral, como ha sido en el caso de Italia e Indonesia. Se han visto a decenas de políticos y empresarios que han sido procesados. Otro ejemplo es Brasil. Lo que estamos viendo en esos países no se ve en ninguna parte de México. En ese sentido si no se comienza a limpiar la estructura del Estado de arriba hacia abajo poco se podrá limpiar hacia arriba. Entonces el pacto de impunidad política que existe como estrategia en México termina por blindar a los políticos y empresarios ligados a la mafia. De todas las iniciativas que se han planteado desde el Ejecutivo, el Legislativo, desde todo los ámbitos de poder en México, poco se ha logrado. Yo diría que hay retrocesos bárbaros. La experiencia internacional dice que nunca se podrán reducir los índices de delincuencia organizada en mercados tan diversificados como lo que hoy existen en México. ¿Cómo puede ser que hayan asignado exponencialmente mucho más flujo presupuestario a los García Luna, a la PGR y a las Fuerzas Armadas y haya habido un incremento exponencial de la delincuencia organizada? La respuesta es que en México ocurrió el fenómeno de la paradoja de la sanción penal y esto lo dije en el año 2008. Las fallas han sido muy claras. Tomando muestras de 107 países se puede concluir que aquellos pocos países que solo apuestan a tirarle más dinero a la represión sin controles patrimoniales, sin controles a la corrupción política, sin prevención social, lo que logran es aumentar el presupuesto hasta en un 200% y como consecuencia de ello lo que sucede es que la corrupción y la delincuencia organizada aumenta más que proporcionalmente. Este es un fenómeno que hemos probado que se produce en países que a lo largo de los últimos treinta años han caído en esa paradoja de la represión y que básicamente consiste en agregarle presupuesto a más represión con un Estado ampliamente penetrado por la delincuencia organizada. Es por ello que el problema en México se agravó, pues entre más dinero se le dio a García Luna en los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón, esos recursos fueron succionados a través de operaciones de corrupción que lo único que produjo fue más delincuencia organizada, expresada en el gran poder que alcanzaron los hermanos Beltrán Leyva, por ejemplo, y otros cárteles como Sinaloa.

–Es evidente que en el combate a la criminalidad y a la corrupción política nada se ha logrado con satisfacción y mucho tiene que ver el llamado pacto de impunidad política que usted cuestiona. Pero dígame algo: ¿Cómo está operando la delincuencia organizada para frenar las acciones del gobierno de Enrique Peña Nieto? ¿Cómo se comportó con Calderón y Vicente Fox? ¿También los neutralizó el crimen organizado con su poder corruptor?

–Sin duda que hay fallas y no las quieren corregir por conveniencia. Todo eso se debe a que cuando se le tira más dinero y más represión a la delincuencia organizada lo que ellos hacen con sus recursos financieros es reasignarlos a corromper más al Estado. Ellos capturan pedazos de Estado y lo usan en operaciones en Guatemala, lo usan para realizar operaciones en Estados Unidos y entonces aumenta la delincuencia organizada. Pedazos del Estado pasan a formar parte de las redes criminales que les permiten utilizar más pistas de aterrizaje desde México, más infraestructura de producción, almacenamiento y distribución desde México y de Centroamérica. Esta paradoja de la sanción penal en México causó un boom de exportación criminal hacia otros países de Latinoamérica y, bueno, estamos viviendo las consecuencias de esa paradoja de la represión. Entonces el secreto está en aplicar estas medidas que romperían con el pacto de impunidad política que existe en México y cuyos símbolos evidentes son Carlos Navarrete, Manlio Fabio Beltrones, Miguel Barbosa, toda esta gente que no ha dado el brazo a torcer para implementar mecanismos de control en el financiamiento de las campañas políticas, auditorías a los partidos, a las candidaturas, todas estas medidas que en democracias como la de Italia y Estados Unidos se aplican. En México todavía estas medidas suenan a ciencia ficción, eso ha convertido a México en un país con bajísimos costos operativos para la delincuencia organizada y permite que cualquier grupo criminal se establezca en México con la probabilidad casi cero de que pueda ser desmantelado. Son muy bajos en los mercados laborales e informes de México. La informalidad en México sigue siendo lo común, es la moneda de cambio corriente y esto para cualquier grupo criminal del planeta es muy atractivo, México es el lugar ideal para operar y controlar toda una región.

–Cuando usted habla de pacto de impunidad quiere decir que buena parte de la estructura del Estado está capturada por la delincuencia. Cuando usted habla de la delincuencia constantemente voltea la mirada a la experiencia internacional. ¿Cómo se rompen esos pactos de impunidad? ¿Qué nos dice esa experiencia internacional que usted tanto refiere?

–Los componentes que han hecho de Colombia, Italia, Brasil o Indonesia un caso relativo de éxito, en México siguen estando ausentes. Son cuarenta y cinco instituciones ligadas a cuatro dimensiones: la judicial, la de control patrimonial no penal, prevención de la corrupción política electoral y la de prevención social de la delincuencia. Todo estos instrumentos y mecanismos siguen ausentes en México. Y están ausentes no por ignorancia sino porque romperían con el pacto de impunidad política si se aplica y la clase política mexicana sigue gozando de esa dolce vita que les permite seguir adquiriendo muchas casas blancas, gozar de una vida política a perpetuidad y financiándose las campañas sin cuestionamientos. Para romper ese pacto se necesita una crisis mucho más grave que la que todavía sufre México lamentablemente. La gente de a pie ya lo viene sufriendo pero la élite sigue estando aislada. Personajes como Carlos Slim, Ricardo Salinas Pliego, entre otros magnates, todavía están divorciados de esa realidad. No sufren las consecuencias que vivió la élite colombiana cuando yo vivía en Colombia allá por los años noventa. No sufre ese dolor patrimonial en sus propias vidas. Y en cuanto eso no suceda y esta gente sigue controlando las telebancadas y a su senador y a su diputado, no darán su brazo a torcer y la situación que vive México va a seguir como hasta ahora.

–México está sufriendo severamente en su economía el derrumbe de los precios internacionales del petróleo, amén de la corrupción imparable que ha terminado con buena parte de los activos petroleros y casi pone en subasta a la empresa Petróleos Mexicanos. ¿Qué papel juega la delincuencia organizada en países en crisis como México? ¿Se potencializa el lavado de dinero y la inyección de capitales sucios en la economía formal?

–La delincuencia organizada se beneficia en las crisis económicas de manera enorme, como sucedió en Europa en 2008, donde el crimen organizado otorgaba créditos a empresas y a los mismos Estados, en muchos casos a través de la compra de bonos y es muy factible que ocurra lo mismo con la delincuencia organizada mexicana. El único centro de poder económico en México sigue prosperando debido a su gran diversificación. Son las grandes familias, algunas que ya he nombrado, y los  grandes grupos criminales que siguen aumentando sus beneficios económicos a través de una gran diversificación y exportación de sus bienes y servicios. Entonces, los grupos criminales en México se perfilan como grandes fuentes de crédito al sector privado y a los propios Estados que durante las crisis económicas siempre van a estar sediento de crédito. Si le buscamos encontraremos que en Europa, por ejemplo, los documentos que se han hecho públicos demuestran como la delincuencia organizada italiana y rusa participaba en el financiamiento de bonos de gobierno, daba créditos al sector privado. Entonces ese escenario es muy posible en México también. Las grandes crisis económicas en realidad son olas de bonanza para la delincuencia organizada, especialmente en un ámbito donde no hay controles patrimoniales, como es el caso de México, y donde esos controles se neutralizan justamente para alimentar el pacto de impunidad política del cual he hablado.

–¿Cuál es su diagnóstico respecto del combate al crimen organizado en los estados de la República mexicana? ¿Considera que los gobernadores fallaron debido a las complicidades las organizaciones criminales?

–Hay muchos exgobernadores como Javier Duarte. México es un país que se fue feudalizando desde la época de Carlos Salinas. Si, se fueron creando feudos, un poco retornando a la época previa, un poco a la parte de la consolidación de la Revolución Mexicana, en toda esa etapa se fue feudalizando el poder político en México. Y cuando digo que hay varios Duartes es porque cuando voy a Chiapas, por ejemplo, y en un operativo la policía estatal detiene a fiscales federales y los asedia para no dejarlos hacer su trabajo, me refiero a funcionarios de la Fepade, pues veo otro caso de un gobernador feudalizado. Habrá diferencias de matices entre los gobernadores y diferencias en la escala de la corrupción, pero la sintomatología del Javier Duarte es la moneda corriente, es lo normal, en un país donde los controles políticos y autoritarios desde Los Pinos se fueron desvaneciendo y cada gobernador feudal ejerce su autoritarismo y genera crímenes de lesa humanidad dentro de su propio territorio. Entonces en esa feudalización, la delincuencia organizada se beneficia muchísimo. Pasó, como sabemos, de ser gestionada por una pirámide de comando y control desde Los Pinos en los años cincuenta o sesenta, especialmente desde Miguel Alemán, hasta que se fue desmantelando, descentralizando y derivaron en los feudos políticos que se traducen en una delincuencia organizada de Estado a nivel regional. Entonces Duarte es la moneda corriente, lo normal. Esperemos que la excepción sea gente como Javier Corral (actual gobernador de Chihuahua), esperando que sea honesto y que le vaya bien. Pero decía que lo normal es un prototipo como Duarte en México, o sea, que a Duarte se le fue la mano porque las mismas fuerzas que él y su padrino Fidel Herrera propiciaban lo terminaron devorando. La política de gobierno de Herrera y su ahijado Duarte eran las mismas. Habían generado mecanismos paramilitares de control del poder, después se les fueron de las manos y generaron crímenes de lesa humanidad y asesinatos de periodistas. Aquí la idea central es que no veamos a Duarte como una excepción: veámoslo  como la regla. Hoy en México basta con que se comience una limpieza de Estado de arriba hacia abajo, al estilo Italia o Colombia, y vas a ver como los gobernadores se comienzan a cuadrar y a disciplinar nuevamente. Pero hasta que esa disciplina penal se aplique y cuando comiencen a caer en la cárcel gobernadores, senadores, diputados, al estilo Colombia o Italia, donde más del 50% de la clase política fue encarcelada, hasta entonces la feudalización política va a continuar y los Duartes dejarán de ser moneda corriente.

–Los casos de corrupción acreditada en Veracruz, Sonora, Quintana Roo y Chihuahua, por ejemplo, dan cuenta de una delincuencia organizada muy sofisticada, como bien apunta usted. ¿Pero quien sostiene en la impunidad a esa maquinaria tan perniciosa en el poder?

–Para los que conocemos Veracruz y denunciamos a Duarte cuando estaba en el poder, sabemos que el Estado mexicano, en fragmentos como lo que representa Veracruz, se ha transformado en delincuencia organizada de Estado, trasnacional, donde personajes de las entidades federativas cometen crímenes de lesa humanidad frecuentemente y con impunidad generan negocios billonarios, entonces Duarte está en una escala mayor de esa sintomatología pero te encontrarás también con otros gobernadores que todavía no están siendo procesados, que no están prófugos y que han cometido delitos parecidos, especialmente en el orden patrimonial, sobre todo con el esquema de las empresas fantasmas que te generan además una deuda pública espantosa. Yo le decía hace algún tiempo a Carmen Aristegui que si hacen auditorías a las deudas públicas de los estados se van a encontrar con la delincuencia organizada más sofisticada de México. Y esas auditorías no han comenzado, según tengo entendido. Ahí vamos a observar el origen de la deuda pública. ¿Quién compra? ¿Quiénes venden la deuda? Ahí te encontrarás con la delincuencia mucho más organizada que la de Sinaloa o la que representa El Mayo Zambada. Un indicador sobre a cuales gobernadores habría que investigar es justamente el aumento exponencial de la deuda pública injustificada. Hay muchos indicadores que te apuntan a eso. Hace cuatro años vengo diciendo esto y vemos que apenas están brotando todos estos escándalos de corrupción. Hay un fenómeno que llama mucho la atención. Por ejemplo, Guillermo Padrés, exgobernador de Sonora, se entregó a la justicia para enfrentar las denuncias que enfrenta, pero da la impresión de que el pacto de impunidad, el acuerdo, el contubernio con Peña Nieto es de tal magnitud que pareciera que a estos exgobernadores corruptos se les procesa y al mismo tiempo se les protege. La impunidad priva en un ambiente donde el Presidente de la República enfrenta las consecuencias del modelo salinista que te hace feudalizar al país a través de negocios que nadie controla desde Los Pinos y que convierte al Presidente en un florero de adorno y que en el mejor de los casos es reducido a un gerente de mafiosos que no tiene capacidad de mando. Y todo esto hace que el Presidente mantenga en el poder a esta mafia hasta que se vuelven imposibles de tolerar por presión internacional o por presión interna.

–¿Estamos ante una falta de liderazgo? ¿Ante un caso de complicidad que maniata al Presidente para actuar? ¿O qué impide al Presidente aplicar la ley en estos casos de corrupción política?

–El Presidente no tiene capacidad mínima de poder controlar a esta gente. En el mejor de los casos los gestiona políticamente pero es lo lamentable en los países que ven a sus estados fragmentarse y desmoronarse, como es el caso de México, donde su presidente ya no tiene la capacidad ni de despedir a alguno de estos gobernadores porque todos se pisan la cola, muchas veces amenazan al mismo presidente en otros países y no me llamaría la atención que suceda esto también en México. En México hay una situación que no se va a resolver, insisto, sin que se genere un pacto desesperado entre los que se queden de la élite y que no vean otra salida más que comenzar a limpiar lo más obsceno y eso normalmente no sucede hasta que los mismos miembros de la élite comienzan a ser asesinados o encarcelados en el exterior y en donde nadie sabe quién va a ser el próximo. Y una vez que esto sucede, entonces ahí sí los que no se quieren quedar sin silla comienzan a proponer limpiezas parciales de lo más obsceno. Esto fue lo que sucedió, por ejemplo, con Uribe en Colombia. Los colombianos no comenzaron a limpiar porque sean ángeles sino porque se transformaron. No hubo ninguna transformación religiosa en Colombia, simplemente se dieron cuenta que no sabían quien iba a caer al día siguiente por la presión internacional que generó el caso Samper. Había también mucha presión interna por el asesinato de candidatos a presidente o ministros. Entonces esa situación de presión que genera la misma violencia que la clase política mexicana propició con sus modelos mafiosos, esa misma violencia les va a generar una presión para ir limpiando a los futuros Duartes de México que aún quedan todavía como gobernadores o presidentes de asambleas municipales. Y hasta que esas dinámicas mafiosas no se traduzcan en una dinámica de limpieza no vas a encontrar una solución a esta tragedia que vive México. Insisto: tendrá que haber una presión internacional e interna en México para que haya cambios. Y esa violencia que hoy enfrenta México se está comiendo a la clase política.

–¿Los cambios de gobernadores implican cambios en las estructuras criminales?

–Si, aunque muchas veces las estructuras criminales se heredan y se cuadran. Yo no espero, por ejemplo, que Yunes (se refiere a Miguel Ángel Yunes Linares, gobernador de Veracruz) sea muy diferente a Duarte en ese sentido. El tipo se va a ver sometido a una estructura criminal que lo va a controlar y él se va a dejar controlar para poder sobrevivir políticamente. Insisto: tiene que hacer una limpieza desde el centro hacia afuera y de afuera hacia el centro y bajo condiciones que todavía en México no se están dando. Y lamentablemente no creo que se den en el corto plazo. Los mecanismos de control patrimonial de los financiamientos de candidaturas políticas, las formas en que se elaboran las listas en México, todo esto representa una invitación abierta a las redes criminales de cualquier lugar del mundo para llegar a México y establecerse con protección política y sin límites. Es muy fácil ser mafioso hoy en día en México. Es muy, muy, pero muy fácil. No tienes que ser una persona muy original ni muy creativa para ser mafioso. Las reglas están totalmente definidas para que un político llegue al poder. Aun cuando está fuera del poder formal, salvo que, insisto, se le se le salgan de control sus mismas fuerzas paramilitares que ellos crean y sostienen. En el caso de Duarte fue así. En Chiapas, sin embargo, hay una pax mafiosa bastante bien controlada por la gente del gobernador Manuel Velasco. Hay que ir monitoreando a cada uno de estos gobernadores, pero básicamente no los vas a sacar de ahí sin entrarles con investigaciones patrimoniales muy fuertes y además es muy claro que desde el exterior las agencias de inteligencia, los agente de la DEA, que conocen las cloacas de esta gente esperan que se vayan del poder para comenzar a procesarlos, acusarnos e iniciarles una acusación formal y eso ellos también lo saben.

–Es un escenario harto complicado este de la delincuencia organizada en el poder. Pero hay otra realidad: el papel de las policías en el combate a la inseguridad pública. ¿Cómo ves este panorama? ¿Cómo analizas el papel de las Fuerzas Armadas en el combate al crimen organizado?

–En todos los países donde hay policías, jueces o fiscales empezaron a funcionar bien cuando los gobiernos limpiaron primero a su clase política. La realidad te dice que no puedes esperar que haya una policía relativamente limpia y efectiva si antes no se toman esas medidas. Los órganos de control político de esas estructuras de policías son mafiosos. Normalmente tu encuentras que la gente en Colombia, por ejemplo, se olvida que en 1994 hubo una reforma constitucional en ese país que sentó las bases a las policías que encabezaba José Rosso Serrano. Se trataba de las bases que luego dieron pie a la reforma judicial del año 2001. Con la reforma constitucional de 1994 se comenzó a limpiar la clase política de Colombia y esa reforma política de listas abiertas en Colombia y de controles de financiamiento, lamentablemente todavía ni se ha planteado en México. Y no esperemos que surja ninguna policía, ningún ejército, ninguna Fiscalía limpia y que no sea mafiosa si el sistema político sigue siendo mafioso y eso lo vimos perfectamente bien cuando se propuso el Sistema Nacional Anticorrupción, sobre el cual dije que había nacido muerto. Y nació muerto porque no puedes pretender que mafiosos generen un sistema nacional anticorrupción entre ellos mismos. Es una contradicción. Yo quiero pensar que la sociedad civil que participó en ese show no son mafiosos sino solamente estúpidos. Entonces no puedes pretender una cosa así. No esperemos ningún modelo político ni ningún modelo de Fiscalía que funcione en México, mientras tengas un sistema político que obedece al financiamiento de campañas con dinero sucio y que obedece también para colocar a caciques y mafiosos en las listas de campañas. Entonces tienes que comenzar. La experiencia internacional dice que la secuencia de las reformas comienzan como en Colombia con la reforma, primero política, para limpiar las estructuras, un órgano de limpieza para controlarlas con órganos democráticos supra autoritarios y después le entras a las reformas policiales, judiciales y administrativas. Lo mismo hizo China: primero fue la reforma política de la concertación y después vinieron las reformas técnicas judiciales. México quiere colocar la carrera por delante del caballo, por eso no funciona, porque la clase política mexicana se niega a reformarse. Siguen con las simulaciones de reformas policiales y judiciales. Entonces los que hemos estado trabajando en reformas judiciales por 35 años ni siquiera participamos en las reformas judiciales mexicanas porque sabemos que son una farsa mafiosa. Cualquier persona que dice ser experto y que participa en una reforma judicial mexicana o es un idiota o es un mafioso. Simplemente está defraudando al pueblo mexicano. Entonces las reformas políticas vienen primero para que después los políticos que queden y tengan incentivos para generar reformas judiciales de primer mundo. No veamos ningún tipo de esperanza en las reformas que se avecinan sin una reforma política previa.

–¿Qué se necesita en México para implementar una reforma de esta naturaleza?

–Voluntad de hacerla. Es principalmente una ley electoral que abra las listas, como te mencioné antes, para que sea a través de votos abiertos de los miembros de partidos, con controles patrimoniales de tres tipos: un control patrimonial del Legislativo, un control patrimonial del Ejecutivo, sobre los partidos y candidaturas, un control de auditoría patrimonial de la sociedad civil, como en Brasil, como en Estados Unidos, como en cualquier democracia, y controles patrimoniales que todavía no existen y son ciencia ficción. Cuando le mencionas todo esto a personajes como Monreal, Anaya, Madero, entre otros,  y les mencionas este tipo de auditorías, se te ríen en la cara. Lo consideran un chiste y después te felicitan por la buena idea y nunca más vuelven a hablar del tema. Entonces en este tipo de ambientes no esperes una reforma policial ni judicial que de algún tipo de indicador de efectividad como los que yo he venido demostrando en mis trabajos científicos, porque no los vas a encontrar. La secuencia de las reformas las plantean mal en México no porque sean estúpidos sino porque la impunidad prevalece y no quieren dar el brazo a torcer con este tipo de controles. Entonces te siguen bailando con las reformas judiciales. No hay ninguna reforma judicial del planeta que haya dado resultado en cuanto a calidad de resoluciones, mayores ejecuciones de sentencias sin que antes no haya existido una reforma política previa de limpieza. No existe.

–Está muy claro, don Edgardo. Se tiene que sanear la estructura de poder para que esto fluya de otra manera. ¿Ve usted que esa salida esté próxima en México?

–Así es.  Los jueces y policías le responden al sistema político. No son burbujas, planetas independientes. En ese sentido me llama la atención que algunos amigos míos que quiero mucho les digo: ¿Por qué te rompes tanto la cabeza con la reforma judicial mexicana? Sabes que no te van a dejar implementar nada con un sistema político mafioso como el de México. Es una situación que hay que revertir. Este cambio no parece que esté cerca en México, menos cuando la clase política se niega al cambio. El pacto de impunidad de fortalece. Insisto: Ningún mafioso en el poder o en el Congreso va a implementar leyes para actuar en contra de sí mismo. Estas leyes, como que aprobaron contra la corrupción, es un circo, una simulación más del poder mafioso.

 

Ricardo Ravelo
Ricardo Ravelo Galó es periodista desde hace 30 años y se ha especializado en temas relacionados con el crimen organizado y la seguridad nacional. Fue premio nacional de periodismo en 2008 por sus reportajes sobre narcotráfico en el semanario Proceso, donde cubrió la fuente policiaca durante quince años. En 2013 recibió el premio Rodolfo Walsh durante la Semana Negra de Guijón, España, por su libro de no ficción Narcomex. Es autor, entre otros libros, de Los Narcoabogados, Osiel: vida y tragedia de un capo, Los Zetas: la franquicia criminal y En manos del narco.

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