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Tomás Calvillo Unna

07/04/2021 - 12:01 am

Reconocer nuestro lugar

Para Gurudev, el Sanador que medita, en agradecimiento por su disciplina, libertad e inteligencia; donde quiera que este, la antiquísima sonrisa lo precede.

La clave del Portal. Pintura Tomás Calvillo Unna

Para Gurudev, el Sanador que medita, en agradecimiento por su disciplina, libertad e inteligencia; donde quiera que este, la antiquísima sonrisa lo precede.

Cómo contener esta ansiedad
que la fugacidad implica en su contundencia;
cómo aceptar que la experiencia de vida
sea propia y ajena a la vez;
cargada de gratuidad
requiere altas dosis de voluntad y carácter.
Cómo reconocer en el vértigo y la precipitación
el profundo silencio que acompaña,
desde el principio hasta su fin, todo quehacer.

El ruido no logra incidir en lo más mínimo
en esa dimensión que sostiene el complejo andamiaje
donde procesamos nuestras vidas.
Sin palabras, la alteridad expresa continuamente
su presencia inasible;
la paradoja que nos asiste y nos mantiene alerta.

Qué perseguimos, llevamos años, siglos, corriendo,
acelerando el caminar en todas las direcciones posibles,
¿a dónde queremos llegar?

La visión nos sedujo, hasta envenenar nuestro anhelo;
de alguna manera también hemos caído en su trampa
al pretender poseer el mundo,
olvidando su primigenio asombro.

Nuestro proceso biológico no deja de ser una interrogante.
El tiempo es la huella digital del desprendimiento
una separación que da cabida a la existencia.
Su trama pareciera escapar al rigor de su química,
a la cuenta precisa de sus combinaciones, y su desenlace:
el argumento de perdurar como emblema,
sutil y anhelante;
el único y verdadero poder
que se escapa de las manos;
convertido en presentimiento, sólo eso.
Nadie ha venido del reino de la desaparición;
no hay atajos para ello.

Nuestra memoria está horadada,
nos quedamos con ciertos relatos
que nos permiten vislumbrar el sentido de las cosas
que llamamos pasado
en su continuo desmoronamiento.
No queremos rendirnos ante la oscuridad
que se ignora a sí misma y nos despoja.

El tiempo es nuestra vestimenta encarnada
y el mayor de los dilemas;
saber contemplarlo hasta soltar las últimas cuerdas
que nos anidan a su presencia;
saber desaparecer como el ejercicio primario,
que nos permite advertir del territorio que habitamos
y del umbral donde transcurren nuestras cuicas.

Este es el lugar que aun preserva,
la destreza del vaciamiento;
tal vez nos ayude en algo
a entendernos mejor.

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