Ácaros que no cácaros

07/06/2015 - 12:00 am

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Además de los insectos y las arañas, existe otro grupo de invertebrados artrópodos bastante numeroso con el que estamos en contacto permanentemente, sufriendo sus embates aunque no los veamos; se trata del grupo de los mentados y mal afamados ácaros.

Los ácaros son seres muy pequeños, algunos microscópicos que pasan desapercibidos con facilidad, y que tienen una alimentación variada: hay depredadores, especies que se alimentan de restos de seres vivos, especies herbívoras, especies que comen polen e incluso algunos son hematófagos: las famosas garrapatas. En el mundo se han descrito 50 mil especies diferentes de ácaros y en México se calcula que hay 6 mil especies, aunque por ser un grupo con organismos muy pequeños se calcula que faltan por describir muchas más.

Los ácaros, como todos los artrópodos, tienen un esqueleto externo y sus patas tienen articulaciones. Si observamos atentamente su cuerpo podemos notar que tienen ocho patas (a diferencia de los insectos, que sólo tienen seis) y que su abdomen es mucho más grande que su cabeza, en ocasiones parecen lentejas porque la cabeza no se distingue. Tienen un par de mandíbulas con las cuáles se fijan a su hospedero o adquieren el alimento que se llevan a la boca.

Las garrapatas, además de ser muy molestas, transmiten muchas enfermedades al hombre y a otros mamíferos. Una de las más famosas es la enfermedad de Lime, causada por una bacteria que ocasiona fiebres altas y mucho malestar, cuando una garrapata infectada se alimenta de la sangre de un humano, inyecta las bacterias patógenas en su víctima y le produce la infección. Otras enfermedades virales como el tifus también son transmitidas por garrapatas, y en algunos lugares ocasionan problemas de salud pública importantes. En las plantas los ácaros también tienen graves efectos, no tanto por su consumo directo, sino porque muchas de las enfermedades virales y bacterianas que aquejan a las plantas también son trasmitidas por ácaros. Es decir, que los ácaros son los vectores o transmisores de enfermedades por excelencia.

Recientemente los ácaros son mentados en muchos anuncios de productos de limpieza por otras razones, aduciendo que tal o cuál limpiador es “acaricida” (es decir que matan a los ácaros) y que evitan la aparición de alergias. Aunque en realidad, las alergias no son causadas por los ácaros en sí, sino por sus excrementos y los restos de sus cuerpos. El ácaro del polvo (Dermatophagoides farinae) es el mayor responsable de las alergias respiratorias y de los síntomas del asma en el mundo. Los individuos de esta especie son tan pequeños que se pueden dispersar subidos en los granos de polvo, por lo que son inhalados fácilmente en lugares que no han sido ventilados o limpiados con frecuencia. Estos ácaros son dermatófagos, es decir, se alimentan de escamas de piel humana o de otro animal, por lo que son muy abundantes en colchones, almohadas, cobijas o peluchues, pues durante el sueño cambiamos muchas células de la piel que quedan depositadas sobre las superficies de la cama donde los ácaros se dan un festín.

También se ha documentado que estos ácaros se relacionan con la dermatitis atópica o alergia de la piel, e inclusive en casos extremos, con reacciones anafilácticas cuando algún ser humano susceptible ingiere alimentos contaminados con el ácaro D. farinae, en estos casos se produce una reacción alérgica desproporcionada del cuerpo humano que puede llevar al individuo en cuestión al hospital porque hay una inflamación interna considerable y se obstruyen las vías respiratorias.

Los ácaros del polvo prefieren zonas húmedas para vivir, pero no muy calurosas (20 grados centígrados), y son más abundantes por debajo de los 1,100 metros sobre el nivel del mar, por lo que en regiones montañosas las alergias y síntomas de asma relacionados con los ácaros son menos comunes. El ciclo de vida de estos bichos transcurre entre dos y tres meses, en los cuáles pueden realizar hasta dos puestas de huevos con 20-40 de ellos.

Recientemente se dio a conocer una investigación del grupo del Dr. Stephen Pretlove de la Universidad de Kingston en Inglaterra que argumentaba que no tender la cama reducía las infestaciones de ácaros en las camas de las ciudades de países desarrollados. Imaginarán el furor de adolescentes y adultos poco afectos al orden doméstico, pues encontraron una justificación “científica” por la cuál no es necesario tender la cama. Este patrón en la diminución de los ácaros de las camas destendidas se debe a que las camas que vuelven a tenderse inmediatamente después de levantarse, mantienen la temperatura y la humedad por lo tanto el confort de los ácaros, mientras que las destendidas pierden el calorcito y los ácaros mueren. Sin embargo desde mi punto de vista, no es que sea malo tender la cama sino que lo importante es hacer caso a las costumbres de las abuelas de “orear” las sábanas para luego tender la cama, y así enfriar y secar a los ácaros e impedirles proliferar desmedidamente. La mejor estrategia podría ser tender la cama después de bañarse y desayunar, un lapso de tiempo suficiente para que la temperatura de la cama cambie.

Otro grupo interesante de ácaros son los que se alimentan de polen de flores tropicales, éstos tienen un mecanismo de dispersión muy particular. Cuando un pájaro, en particular los colibríes, se acercan a consumir el néctar de una flor, los ácaros se “suben” al pico del ave y se bajan tiempo después en otra flor, llegando así a su nuevo destino. Se ha visto que existe cierta especificidad entre los ácaros y los colibríes que los transportan, a pesar de haber varias especies de ácaros en una flor, cada especie tiende a subirse sólo a una especie de colibrí.

Como con los otros tipos de bichos, al abrir el “universo” de los ácaros nos damos cuenta de que hay especies para todos gustos y sabores, eso sí podemos deducir que para evitar las alergias causadas por los ácaros no hay como cambiar las sábanas con frecuencia y ventilar los colchones y las almohadas al sol para matar a los inquilinos de nuestras recámaras.

*Una versión anterior de este escrito fue publicada en Lahuesuda

Ek del Val de Gortari
Soy bióloga egresada de la UNAM y después realicé un doctorado en ecología en el Imperial College del Reino Unido. Actualmente trabajo en el Centro de Investigaciones en Ecosistemas de la UNAM en Morelia y coordino la Licenciatura en Ciencias Ambientales de la ENES-Morelia también de la UNAM. Dedico mis días a tratar de entender cómo funcionan las interacciones entre las plantas y los herbívoros que se las comen. Me gusta trabajar en las selva y también estoy interesada en entender como se modifican las interacciones entre especies cuando hay alteraciones en los ecosistemas, por lo que estoy trabajando en campos agrícolas y en ambientes restaurados. Considero que la visión que la ciencia aporta a la vida cotidiana es muy importante, por eso me gusta escribir textos de divulgación científica y procurar que un mayor número de gente conozca las maravillas que hemos aprendido y descubierto. En particular escribo sobre bichos porque son seres considerados abominables en el inconciente colectivo, que cuando nos detenemos un poco a observar y entender mejor, se vuelven maravillosos.
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