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María Rivera

07/06/2023 - 12:02 am

Dos postales

“Si la oposición no entiende el agravio del que procede, y su responsabilidad en éste, difícilmente entenderá los anhelos de sus simpatizantes”.

“La victoria de la oposición en el Estado de México es un triunfo histórico y apunta a que la democratización del país continúa”. Foto: Cuartoscuro.

La primera, la semana pasada, querido lector: manifestantes violentos de la oposición, frente a la Suprema Corte, arrancando mantas, cruces del memorial de los niños fallecidos en la guardería ABC, golpeando y corriendo a adultos mayores morenistas, impidiendo su manifestación en un plantón. La segunda, el pasado domingo: millones de electores saliendo a votar, pacíficamente, por Morena y la coalición opositora, lo que les dio el triunfo en el Estado de México y Coahuila, respectivamente.

Hay que leer en estas dos postales, querido lector, varios mensajes importantes. El primero, y que debería darnos mucho gusto a todos es que, contrario al discurso falso e histérico de la oposición, México vive en una democracia cabal.

Esto quiere decir que los ciudadanos determinan a los políticos y partidos que nos gobiernan y que la alternancia es una realidad que continúa, con normalidad. Las dos fuerzas políticas, tanto la alianza opositora como el partido en el poder, obtuvieron, cada uno, una victoria, lo que habla de la pluralidad política, contradice la versión de que el país vive un retroceso democrático. El INE organizó las elecciones de manera impecable, con sus nuevas autoridades y no se presentaron irregularidades de importancia. No solo eso, la democracia mexicana ha permitido que, al fin, se diera la alternancia en donde no la había habido casi en un siglo, en un estado víctima de los peores y más corruptos gobernantes.

La victoria de la oposición en el Estado de México es un triunfo histórico y apunta a que la democratización del país continúa, viento en popa, contrario a la narrativa paranoica de la oposición que busca convencer a la gente de que la democracia está en riesgo y peor aún, que nos encontramos sumidos ya en la antesala de una dictadura.

Ahí está, prístinamente reflejada, la verdad para contradecirlos y la grotesca mentira que intentan imponer. De hecho, si se analiza la elección del Estado de México, es notable que los electores decidieran castigar, en algunos municipios, a Morena, tras haber votado por ellos antes. Sucedió en Naucalpan, por ejemplo, donde ganó la oposición.

Frente a la primera postal, donde violentos opositores se impusieron sobre otros ciudadanos, animados por la idea de que la democracia en México está en peligro y la Suprema Corte de Justicia es su último bastión, las elecciones del domingo pasado mandan un mensaje muy claro: las diferencias esenciales entre los mexicanos se resuelven vía el voto, no a través de actos violentos, y el país no atraviesa ninguna emergencia democrática.

El asunto de fondo, querido lector, es qué quieren los mexicanos en su mayoría y si la minoría y su representación política, que fue desplazada del poder, está dispuesta a aceptar ese designio democrático, de manera leal. De eso se trata. De una minoría que está en desacuerdo radical con el actual gobierno de manera legítima, por supuesto, que aspira regresar al poder.

La narrativa mentirosa de que las elecciones del año que entra se debatirán, no entre proyectos distintos, sino entre la democracia y la dictadura, es un gancho que aún no sabemos a cuántos pueda encandilar, pero por los recientes resultados electorales y las encuestas, parecería que no a la mayoría, sino a sus propios votantes. En realidad, no hay mucha diferencia de sus campañas anteriores. Apelan al miedo, para chantajear a la gente. Tienen, es cierto, los medios corporativos para repetir la especie. Esa narrativa, sin embargo, no les funcionó en su último bastión, que perdieron, por fortuna.

El domingo celebré con mucho gusto, querido lector, que su narrativa no convenciera a la gente. Por fin, el grupo de políticos priistas, esos cacicazgos familiares, que robaron durante décadas al estado, se terminó. La nueva gobernadora, Delfina Gómez, tendrá un enorme trabajo por delante; atender la ignominiosa desigualdad, indagar posibles desfalcos, y proceder legalmente contra los responsables. De su desempeño depende la supervivencia de esa fuerza política en el estado, hay que decirlo. Sería una estupidez que su éxito se leyera como un cheque en blanco. Precisamente, el hecho de que México sea una nación plenamente democrática consiste en que el poder no es ni absoluto ni permanente.

Muchos errores graves han cometido los gobiernos de Morena en el país, muchas promesas no cumplidas y hasta traiciones al electorado que los llevó al poder. Ojalá que su gobierno sea bueno, y que no defrauden a una población que durante décadas sufrió el latrocinio priista y demanda justicia y mejores condiciones de vida.

En cuanto a la oposición, bien le vendría leer estos mensajes. No es con una narrativa histérica y chantajista que podrán acercarse a la gente, sino con un proyecto que, de entrada, no la descalifique como ignorante, “maloliente”. Se ve difícil, sin embargo, que lo entiendan. Su clasismo desvergonzado no les permite entender que ya no son los tiempos de antes y que esos que tanto desprecian, los están gobernando porque ellos dejaron de representarlos. No, Morena no es el viejo PRI, ni el nuevo. Morena es otra cosa, nueva. Es una mezcla entre fuerzas ciudadanas y partidistas, un movimiento que se gestó durante muchos años, mientras los que hoy quieren regresar al poder expoliaban a la población, les negaban sistemáticamente derechos, empezando por el de poder ser gobernados por un político que no fuera un miembro de su clase social privilegiada.

Si la oposición no entiende el agravio del que procede, y su responsabilidad en éste, difícilmente entenderá los anhelos de sus simpatizantes y la aprobación mayoritaria que tiene el presidente López Obrador, a pesar de múltiples errores, traiciones y hasta tragedias sucedidas en su sexenio.

Tal vez, les tome otro sexenio entender que, para la mayoría de los mexicanos, la restauración del régimen priista criminal y antidemocrático no tiene que ver con el priismo de los años setenta, ni con Echeverría o Díaz Ordaz, sino con ellos. O tal vez, nunca lo entiendan y estén condenados a extinguirse, tenga que llegar una oposición de otro lugar, de otra generación, capaz de leer el inmenso agravio de la población mexicana.

María Rivera
María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.

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