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Susan Crowley

07/09/2018 - 12:00 am

¿Qué opinaría Duchamp del 68?

El primero de octubre, se cumplen cincuenta años de la muerte de Marcel Duchamp. Una fecha por demás significativa para nosotros, la víspera del día más triste de nuestra historia, la fecha en la que la juventud de nuestro país fue condenada a la más nefasta de las torturas y castigada con guardar un silencio demoledor. ¿Cuántos años han pasado para poder recuperarse del movimiento del 68?, ¿realmente podemos hablar de una recuperación? El espíritu de miles de jóvenes se apagó y fue tatuado con el dolor de madres llorando a sus hijos perdidos. En una noche, la de Tlatelolco, se desdibujó la fuerza de las nuevas generaciones irreverentes e insolentes que buscaban cambiar al mundo. Triunfaron las ideas recalcitrantes y demagógicas y lograron arrancar de las manos  de los universitarios el porvenir y así, cualquier posibilidad de anhelo y deseo.

La pintura ya no era suficiente. Foto: Especial.

El primero de octubre, se cumplen cincuenta años de la muerte de Marcel Duchamp. Una fecha por demás significativa para nosotros, la víspera del día más triste de nuestra historia, la fecha en la que la juventud de nuestro país fue condenada a la más nefasta de las torturas y castigada con guardar un silencio demoledor. ¿Cuántos años han pasado para poder recuperarse del movimiento del 68?, ¿realmente podemos hablar de una recuperación? El espíritu de miles de jóvenes se apagó y fue tatuado con el dolor de madres llorando a sus hijos perdidos. En una noche, la de Tlatelolco, se desdibujó la fuerza de las nuevas generaciones irreverentes e insolentes que buscaban cambiar al mundo. Triunfaron las ideas recalcitrantes y demagógicas y lograron arrancar de las manos  de los universitarios el porvenir y así, cualquier posibilidad de anhelo y deseo.

En la Francia tan amada y detestada por Duchamp el movimiento había tenido lugar en mayo y las consecuencias apenas empezaban a notarse. Pero los universitarios, artistas, filósofos e intelectuales lograron marcar su impronta obligando a los adultos a darle un sitio. Duchamp no alcanzó a conocer la tragedia de México, pero seguramente se hubiera manifestado en contra. Es probable que haya muerto tranquilo sabiéndose uno de los más influyentes cerebros del siglo XX y viendo cómo sus ideas empezaban a cobrar sentido en las nuevas generaciones de artistas. Con una mente sagaz y en permanente expansión, el genio francés había escandalizado al mundo en 1913 con su famoso Desnudo bajando las escaleras o como diría Octavio Paz en una de sus frases más atinadas, “el primer striptease metafísico de la historia del arte”. Con sus famosos ready made precedidos por la icónica Fuente (un mingitorio de cabeza), presentado en Armory Show de 1917,  logró que la crítica norteamericana se dividiera por completo a favor y en contra.  Más allá del escándalo, este enunciado, consiguió que el mainstream del arte aceptara que las ideas estaban transfigurándose y ya no podían detenerse; la transformación era vertiginosa y había que aceptar este nuevo ritmo. Si el mundo sucumbía al cambio técnico y el siglo XX era marcado por el pensamiento pos romántico que rebasaba todos los planteamientos tradicionales ¿por qué el arte tenía que continuar representando imágenes bucólicas y académicas que no tenían mayor compromiso más que ser bien pintadas?.

La pintura ya no era suficiente. Después de siglos de perfeccionar los cánones establecidos, su gran relectura se dio en manos de Cezzane; pero algo en las diferentes experimentaciones la había agotado. Los múltiples movimientos de ruptura resultaron tan cerrados como sus propios manifiestos y no ofrecían salida: el cubismo, el futurismo, el constructivismo, que habían sido novedosos, caducaban  casi tan rápido como surgían. Duchamp pasó por todos ellos y no se quedó con ninguno. Siempre fue más allá. Aunque participó con los surrealistas, nunca coincidió del todo con ellos, las obras de este grupo eran una suerte de representaciones del inconsciente, aunque parecían más bien temerlo que atreverse a explorarlo. A pesar de ser el más dadaísta de todos los asistentes al legendario Cabaret Voltaire, terminó por aburrirse de sus provocaciones que no iban hacia ningún lado. Duchamp dejó atrás el viejo continente y sus postulados artísticos que tanto lo habían limitado para encontrar en Estados Unidos un terreno fértil para sus ideas. En la naciente Norteamérica, la técnica lo era todo. Se abrazaban las nuevas ideas y el cambio se constituyó como columna vertebral del sistema. Si un avión podía volar y sus hélices eran hermosas, si la estructura de acero de un edificio era un ejemplo de vitalidad y de osadía que podía fascinar al que lo observara, ¿por qué no, un urinario, creado con la más alta ingeniería y pensado para la higiene del mundo, podría ser una obra de arte? Así lo presentó y así, de cuajo, abrió los criterios de los críticos. Por primera vez el arte se pensaba desde otro lado, el concepto y la idea primero, el objeto en función de ellos. Adiós al arte retiniano, a la pintura y a la escultura en sus formas tradicionales y bienvenido el arte del pensamiento, el que no se detiene por nada y que igual que una mente brillante, es eterno. Las ideas de Duchamp tardaron mucho tiempo en hacer sentido a la comunidad artística. El problema no era copiarlas o emularlas como hasta entonces ocurría con los grandes genios; ¿quién podía presentar algo tan evidente y simple, como una pala o un peine o alguno de los dieciséis objetos ordinarios, al mundo extraordinario del arte? La tarea era difícil. La ampliación de los límites obligaría a las futuras generaciones a pensar y pensar antes de atreverse a ejecutar. El arte como el resultado de una mente que genera y amplía los conceptos. Como diríamos, pensar fuera de la caja.

Duchamp no había cambiado una técnica ni un sistema, ni había dejado atrás las concepciones y los movimientos que existían, había logrado que el arte tuviera un nuevo punto de partida. Un punto cero, antes de Duchamp, después de Duchamp. Había permitido a cada artista por venir, pensar el arte desde otro sitio, inédito, amplio y desde luego un reto permanente en contra siempre de las disciplinas tradicionales.

Después de Duchamp todo es diferente. Hoy es muy difícil concebir una exposición o un trabajo artístico sin tomar en cuenta los postulados móviles e inaprehensibles del artista francés. Duchamp está presente aunque no se le pueda ver a simple vista. Por eso no se agota ya que nunca se interesó por establecer un sistema cerrado y dogmático, simplemente abrió los términos para que todo pudiera ser arte pero, ojo, no todo es arte.

En el mundo europeo, la consolidación del objeto encontrado como premisa, permitió abrir a los jóvenes artistas de aquel entonces nuevas dimensiones. Beuys y los Povera generaron una idea de la creación amplia y cuya trascendencia estaba cifrada en las posibilidades que construía. Hacer presente el proceso y dejarlo inscrito como un postulado que no termina, de esta forma la acción y la materia componen un lenguaje inédito siempre por explorar.

En Estados Unidos, a través de grandes artistas conceptuales, los objetos de uso cotidiano se convirtieron en base fundamental para pensar el arte. En México, a partir de las dolorosas consecuencias del 68, tuvimos que ver partir a lo mejor del arte a otros sitios en los que había más apertura de pensamiento. Gracias a la herencia de la tradición duchampiana surgió una nueva generación. El objeto encontrado es el leitmotiv en muchos de los trabajos; especular, proyectar, planear, tramar el arte, permitir que se articule de diversas e infinitas formas, por lo tanto no se termina nunca. Mientras exista una mente que lo piense ahí estará. Ai Wewei, Andy Warhol, Gabriel Orozco, Bruce Nauman y hasta Jeff Koons toman las enseñanzas de Duchamp y las asimilan y expresan de una forma totalmente personal, única.

¿Qué diría hoy Duchamp de todos sus seguidores? Imagino que lo mismo que,  apenas ocurridos los acontecimientos del 68, cuando se topó con el grupo BMPT (acrónimo de los artistas Buren, Mosset, Parmentier y Toroni) que, a manera de enunciado artístico, presentaron “nada” en una exposición. Solo un letrero que decía “Los artistas no expondrán”. Duchamp fascinado con la operación mental y el descontrol que esto producía en los asistentes, expresó: “Como performance frustrado este acontecimiento no pudo ser mejor”.

Del 68 queda mucho que decir. Justo están por inaugurarse una serie de exposiciones que hablan del asunto. Es triste y es irrecuperable lo que esa represión causó en todos nosotros. Estoy segura de que el espíritu de Duchamp también se colará en cada uno de los discursos de los artistas. ¿Los habrá insuflado de energía y capacidad para pensar el arte?. Habrá que verlo en detalle. Al enterarnos de la fecha de muerte de Duchamp, es irremediable que lo asociemos a la noche trágica del dos de octubre. Moría el artista más influyente de la historia del siglo XX, horas después morían muchos jóvenes de nuestro país. Mientras se destruía el ideal de una generación y su futuro, un pensamiento vital ganaba su permanencia en la historia del arte.

@susancrowley

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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