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Julieta Cardona

07/12/2013 - 12:01 am

Prostitución infantil en Los Cabos

Tengo dormido casi todo mi cuerpo. Mi hermana dice que cuando una se niega a ver la realidad, el cuerpo se adormece; dice bien. La cosa es que qué más quisiera yo que el tema de la trata de personas no estuviera de moda, en serio, pero siempre ha estado y, me parece, estas últimas […]

Tengo dormido casi todo mi cuerpo. Mi hermana dice que cuando una se niega a ver la realidad, el cuerpo se adormece; dice bien.

La cosa es que qué más quisiera yo que el tema de la trata de personas no estuviera de moda, en serio, pero siempre ha estado y, me parece, estas últimas semanas se ha agudizado.

Nunca había ido de vacaciones a Los Cabos y dígame como quiera o véalo como sea, pero no deseo regresar.

No vengo a hablar de estadísticas, ni a presentar un estudio (con números siempre minimizados); vengo a platicarles lo que viví en Baja California Sur y el sabor amargo que cargo en mi cuerpo adormilado.

Mi segundo día de vacaciones salí al centro de Los Cabos. Mis hermanos, amigos lugareños y yo, fuimos a un club nocturno. De casi todos los clubes nocturnos del centro, usted tiene una amplia vista a la calle y a otros clubes, ya sea para respirar el aire salado, mover el bote y que el joven del club de enfrente lo vea, o para ver cómo turistas extranjeros pasean a los muchachitos que rentaron para que les acaricien –y quién sabe qué otras cosas– el pito.

Primero vi pasar a un turista extranjero con una niña como de 13 años; la agarraba de la cintura para que no perdiera el equilibrio, era claro que la niña estaba drogada, drogadísima. Hey, modafaca, leave her alone!, le grité mientras aprecié la mirada represora de un policía (hay muchos policías) y de otro hombre que asumí como su proxeneta.

No pude seguir divirtiéndome, pues inmediatamente después, vi a un niñito como de 8 años tomado de la mano de otro turista extranjero; ese niñito no estaba drogado, pero estaba perdido, con la mirada lejos e incapaz de voltear a ver a las personas. ¡Un niño, a las 2 de la mañana, debería estar abrazado a su oso de peluche esperando que amanezca para ir a la escuela, no agarrado de la mano de un depravado que lo hará aferrarse a sábanas o espacios ya malditos!

Nos salimos del club y otra vez el mismo escenario pero más de cerca: otro niño con otro güero 50 años mayor. Entonces, en un primer acto de fe que después mutó a ira contenida, sucedió el siguiente diálogo con un patrullero:

Yo: —¿A dónde se lleva el guëro al niño? Porque claramente se ve que no es su padre.

            El patrullero: —¿Tú eres la mamá?

            Yo: —No.

            El patrullero: —Entonces no te metas.

            Yo: —¡Entonces métase usted!

El patrullero: —Usted está borracha, la remitiremos al Ministerio Público.

Yo: —¡Borracha su madre!

Luego intentó subirme a la patrulla, pero mis acompañantes lo impidieron, mi amigo Martín (el lugareño) le dijo no sé qué cosas y me soltaron.

“Ay, amiga, tranquila; esto no es nada, en Costco los domingos pasean a los niños para que los turistas los vean y los escojan. Mi papá trabaja en un centro de investigaciones y me ha contado que, como mínimo, la ganancia neta de la prostitución infantil en Los Cabos es de 1.8 mdd”, me dijo Martín. Yo corrí a vomitar. Y ni siquiera estaba borracha.

Llegué al hotel donde me hospedaba y se lo conté a quien pude. Un gringo se puso a llorar, a maldecir y a preguntarle al barman (que se hizo el que no sabía nada) hasta que se fue a su habitación; un muchacho de Guadalajara se puso violentísimo a decir que no era cierto, que en México no pasaban esas cosas y no sé qué otras mamadas pero, de buenas y antes que se le ocurriera soltarme una bofetada, la seguridad del hotel se lo llevó lejos, seguramente a la ignorancia donde pertenecía.

Hay muy pocas notas de prostitución infantil en Los Cabos. Encontré una que decía “La prostitución infantil en Los Cabos es un secreto a voces”, pero no hay secretos en donde hay tantos gritos, tanto descaro, tanta niñez descuartizada, tantas almas apagadas y tanta perpetración de crímenes que tienen un chingo de nombres, no hay manera. En serio, googléele usted mismo. Alce la voz, quéjese, señale con el dedo, grite, que quede archivado para siempre.

Los Cabos, ¿muy paradisiaco, muy paradisiaco? Nadie olvida que en Edén surgió el pecado.

Y que a los malditos nunca los limpie el mar, que los castigue, que los condene, que se los trague enteros.

Y que me paso por el culo este informe de la SRE (Informes de México sobre los Protocolos facultativos de la convención sobre los derechos del niño relativos a la venta de niños, la Prostitución Infantil y la utilización de niños en la Pornografía, y a la Participación de niños en conflictos armados http://www.sre.gob.mx/images/stories/docsdh/informes/inforni.pdf), de 184 hojas que sirve para lamentar otro día más, los pasos involutivos de un gobierno jamás protector, indiferente y atrozmente asociado con crímenes de lesa humanidad.

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