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Antonio Salgado Borge

07/12/2018 - 12:07 am

¿Deberíamos abandonar Facebook?

Facebook ha permitido la proliferación de desinformación, propaganda, teorías de conspiración, perfiles falsos y del discurso de odio.

Facebook ha permitido la proliferación de desinformación. Foto: AP

Facebook ha permitido la proliferación de desinformación, propaganda, teorías de conspiración, perfiles falsos y del discurso de odio. Esto no es todo, esta red puede generar en los individuos que la usan ansiedad, depresión, adicción y pérdida de tiempo que podría ser utilizado para otras actividades. ¿Deberíamos entonces abandonarle?

Esta duda llevó a Matthew Liao a analizar, en un reciente artículo en The New York Times, si tenemos la obligación moral de dejar Facebook. [1] En su texto, este profesor de filosofía (NYU) distingue cuidadosamente entre dos tipos de obligaciones: las que tenemos hacia nosotros mismos y las que tenemos hacia otras personas. En el caso de obligaciones hacia uno mismo, Liao concluye, es claro que los efectos negativos de Facebook en el bienestar de sus usuarios son suficientes para pensar que dejar esta red es buena idea. En cambio, en el caso de las obligaciones hacia otras personas la conclusión es que un individuo no tiene la obligación moral de dejar Facebook siempre y cuando: (a) el individuo no haya incurrido en acciones que dañen a terceros intencionalmente, o (b) mientras no se compruebe que Facebook promueve contenidos dañinos intencionalmente.

Es evidente que para el doctor Matthew Liao las intenciones son el elemento fundamental para determinar si uno debe dejar o no Facebook. Pongamos entre paréntesis la tesis de que el individuo puede incurrir en acciones dañinas para terceros intencionalmente- hay poca duda de que existe responsabilidad en este caso- y concentrémonos mejor en la la responsabilidad moral de Facebook.  Para Liao, Facebook no ha cruzado la última “línea roja” que marca indiscutiblemente si esta empresa ha actuado malintencionadamente; por ende, su conclusión es que no estamos obligados, al menos todavía, a dejar esta red.

Desde luego, determinar si Facebook ya cruzó una “línea roja” depende de dónde se dibuje esta línea. Y, en este sentido, me parece que Liao es extremadamente generoso. Para ver por qué, consideremos dos hechos dados a conocer recientemente. El primero es que hace unos días, el parlamento británico anunció la existencia de 250 páginas de documentos, incluidos emails intercambiados entre altos ejecutivos de esta red social, en los que se da cuenta de la forma en que se opera al interior de esta empresa.  Por ejemplo, ejecutivos discutieron cómo enfocar el caso de una actualización de su aplicación para Android que guardaba registro de las llamadas hechas desde teléfonos celulares. Pero, lejos de considerar la invasión a la privacidad problemática, la preocupación giró en torno el posible escándalo de relaciones públicas que podría originarse si esta información fuera del dominio público. Esto no es todo. El documento también da cuenta de la “apertura” de Facebook de los datos de sus usuarios a un puñado de compañías “amigas”; mientras que empresas como Netflix o Airbnb han obtenido este beneficio, otras son “castigadas”.[2]

El segundo hecho a considerar es el caso de Cambridge Analytica, una compañía que diseñó un mecanismo para recolectar datos personales de alrededor de cincuenta millones de usuarios de Facebook aprovechando las vulnerabilidades y la permisividad de esta red. Como es bien sabido, esta información fue recopilada para luego ser utilizada para intervenir en elecciones, “lavar cerebros” e intentar cambiar la forma en que piensan millones de personas. Cambridge Analytica y esta lógica fueron piezas clave en el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos y su alcance se extendió a otros países. Lo que es peor, el caso de Cambridge Analytica podría ser el más conocido, pero no necesariamente el único.[3] [4]

En 2016 un equipo liderado por un ejecutivo de Facebook encontró evidencias de la intervención rusa en esta red durante las elecciones presidenciales en Estados Unidos. A pesar de intentos de obstaculización, Facebook amplió la investigación y descubrió que lo hallado era sólo “la punta del iceberg”. Sin embargo, esta empresa sólo dio a conocer versiones “abreviadas” de los alcances de este problema.

Recientemente, una impresionante investigación de The New York Times encontró que Facebook conoció y entendió algunos de los problemas más graves derivados de esta lógica, pero que, en vez de admitirlos o de intentar solucionarlos, prefirió esconderlos[5]. Pero su estrategia no funcionó. Gracias en parte a la prensa independiente, el caso llegó al público y, en consecuencia, las acciones de Facebook cayeron. The New York Times da cuenta de cómo, ni siquiera en ese momento Facebook optó por aceptar la culpa e intentar corregir sus errores. En vez de eso, esta empresa contrató a una compañía ligada al Partido Republicano para intentar desacreditar activistas o personas críticas intentando asociarlas con una teoría de conspiración que tiene como personaje central al millonario George Soros. Facebook se ha visto obligada a admitir lo anterior y que ha atacado incluso al propio Soros.[6] Es decir, Facebook ha buscado silenciar a sus críticos.

Los casos anteriores muestran que, por decir lo menos, Facebook ha actuado de mala fe al manejar los datos de sus usuarios, al momento rehuir su responsabilidad y, sobre todo, en al momento de enfrentar el uso y abuso de sus herramientas por parte de terceros que, sin exagerar, han puesto en riesgo el futuro de la democracia liberal y empoderado a grupos antiderechos. Esto es, si nuestra “línea roja” estuviera definida por las intenciones, entonces hace tiempo que Facebook la habría cruzado.

Si de analizar la pertinencia de abandonar Facebook se trata, a estas alturas es recomendable aceptar que esta empresa ha actuado de mala fe y subrayar, con lujo de detalle, sus acciones u omisiones. Sin embargo, al menos de momento, esto no garantiza que lo moralmente responsable sea abandonar esta red. Y es que la idea de abandonar Facebook como castigo parece entender la dinámica de la relación entre esta red y las personas que la emplean desde una lógica de mercado; si la compañía X se “porta mal”, entonces lo que sigue es abandonarla y acudir a la compañía Y. Pero este enfoque es erróneo. Para ver por qué, revisemos algunas de las opciones que tenemos sobre la mesa. La primera es enfocar el asunto desde una óptica personal y dejar, de una vez y por todas, Facebook.  El problema es que Instagram y Whastapp, dos de las principales redes sociales, no están en declive. Y ambas son propiedad de Facebook. Esto es, dejar Facebook -la red- y seguir utilizando otra red de la misma compañía -como Instagram o Whastapp- no tiene mucho sentido.

Otra opción es no dejar Facebook, pero argumentar que uno mantiene su cuenta inactiva o que sólo se está “en” Facebook mientras esta empresa termina de desmoronarse. Por ejemplo, un reciente estudio de Pew Research Centre muestra que 50% de las personas entre 13 y 17 años en Estados Unidos usan esta red, mientras que en 2015 más de 70% lo hacía.[7] El problema es que las personas adolescentes en Estados Unidos usan más Youtube, Instagram o Snapchat que Facebook. Y, como hemos visto, reemplazar a Facebook por una aplicación hermana no tiene mucho sentido.

Desde luego, uno podría ser consecuente y abandonar todas las redes relacionadas con la empresa dirigida por Mark Zuckerberg, por lo que esto no tendría por que ser un obstáculo insalvable. Sin embargo, Facebook no es la única compañía o red social que enfrenta cuestionamientos. Por ejemplo, Youtube ha sido criticada por no hacer lo suficiente por combatir el discurso de odio.[8] Muchos de los contenidos neofascistas son distribuidos a través de esta plataforma. ¿Deberíamos dejar Youtube también? El problema aquí es que, dadas las condiciones actuales, en caso de seguir esta lógica es probable que nos quedemos entonces sin redes sociales o con un puñado de redes poco relevantes para la difusión de asuntos de interés público.

Abandonar todas -o casi todas- las redes sociales, claro está, no tendría que ser una opción descartada del catálogo. Es más, para algunos individuos esta podría ser la opción más recomendable en términos personales. Sin embargo, para ver por qué esto podría no ser la mejor opción cuando se trata de asumir obligaciones hacia terceros, supongamos que la mayoría o todas las personas que conocen la forma en que Facebook opera y que está dispuestas a criticarla deciden dejar esta red hoy mismo en señal de rechazo. La complicación que debemos enfrentar es que esta acción no haría que Facebook desaparezca. Lo que en realidad ocurriría es que Facebook se quedaría en manos de las personas que no conocen los problemas mencionados al principio de este artículo o que intencionalmente utilizan esta red social para los peores fines. Para ser claro, en principio si todas las personas que usan Facebook estuvieran de acuerdo en abandonarla garantizaría su desaparición; pero esperar que esto se materialice en la práctica es poco realista.

La dificultad de fondo es clara: es, por desgracia, muy tarde para que un número relevante de personas decidan abandonar Facebook. Guste o no, hemos visto una especie de “mudanza” de muchas de las formas de convivencia e interacción humana a esta plataforma. Aunque esto ocurrió gradualmente, lo destacable aquí es que actualmente existen dos mil quinientos millones de cuentas en esta red y que ésta Facebook, una compañía privada, ha usurpado la condición de espacio público. Esto es parte de la realidad con la que hoy tenemos que lidiar.

Pero lo anterior no significa que la única opción disponible sea encogerse de hombros y aceptar el actual estado de cosas; esta actitud implicaría ya una suerte de irresponsabilidad. En este sentido vale la pena plantear dos responsabilidades fundamentales e ineludibles para quienes usan Facebook. La primera, es hacer un uso responsable de redes sociales; es decir, asumir que las acciones, desde la difusión de un meme hasta una nota originada en un sitio chatarra, tienen un impacto en otras personas. Esta responsabilidad no es muy distinta a la que se derivaría, por ejemplo, de difundir una mentira en un centro de trabajo o en dar direcciones equivocadas a una persona en la calle. Dado que las redes sociales funcionan en los hechos como espacios públicos, las mismas responsabilidades deben aplicar en ambas esferas.

La segunda responsabilidad, y la más relevante para efectos de lo que aquí se argumenta, es la de demandar la reconstrucción de la forma en que operan las redes sociales a partir de mejores criterios. Esta reconfiguración es posible. Por ejemplo, en la Unión Europea Facebook tiene que cumplir con una regulación de protección de datos personales que protege a los individuos que usan esta red y establece multas elevadas para las compañías que no respeten estos lineamientos.[9] Este mecanismo, es evidentemente insuficiente. Sin embargo, me parece que señala el camino a seguir: el Estado tiene la obligación de vigilar las condiciones de los espacios públicos y de imponer sanciones a toda aquella empresa que no cumpla con lineamientos establecidos o que atente contra las personas que usan estos espacios. Si la regulación necesaria para proteger derechos humanos y el orden democrático se traduce en la inviabilidad comercial de una o de todas las redes sociales, que así sea.

En este sentido, ser moralmente responsable no pasa por apostar a que Facebook se autorregulará con base en las presiones del mercado derivadas de la idea del abandono. La responsabilidad fundamental es el ejercicio de una exigencia que tenga como principal destinatario al Estado. Y aquí la mejor cara de las redes sociales nos deja con una paradoja evidente entre manos: una de las mejores formas para terminar con los vicios de Facebook a través del Estado podría pasar por condenar a Facebook desde Facebook.

Facebook: Antonio Salgado Borge

Twitter: @asalgadoborge

Email: [email protected]

[1] https://www.nytimes.com/2018/11/24/opinion/sunday/facebook-immoral.html

[2] https://www.nytimes.com/2018/12/05/technology/facebook-documents-uk-parliament.html

[3] https://www.sinembargo.mx/23-03-2018/3399987

[4] https://www.nytimes.com/2018/03/17/us/politics/cambridge-analytica-trump-campaign.html?module=inline

[5] https://www.nytimes.com/2018/11/14/technology/facebook-data-russia-election-racism.html

[6] https://www.theguardian.com/technology/2018/nov/21/facebook-admits-definers-pr-george-soros-critics-sandberg-zuckerberg

[7] https://www.theguardian.com/technology/2018/jun/01/facebook-teens-leaving-instagram-snapchat-study-user-numbers

[8] https://www.theguardian.com/commentisfree/2017/mar/16/youtube-google-hate-speech-moderators

[9] https://www.theguardian.com/technology/2018/apr/19/gdpr-facebook-google-amazon-data-privacy-regulation

Antonio Salgado Borge
Candidato a Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Cuenta con maestrías en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y en Estudios Humanísticos (ITESM). Actualmente es tutor en la licenciatura en filosofía en la Universidad de Edimburgo. Fue profesor universitario en Yucatán y es columnista en Diario de Yucatán desde 2010.

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