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Gustavo Sosa Núñez

08/03/2020 - 12:02 am

La calidad del aire en la agenda 2030

La contaminación atmosférica es un problema que debe ser abordado desde diferentes perspectivas. Generalmente se aborda mediante la medición y el monitoreo de determinados tipos de contaminantes, a fin de conocer el contexto del tema. Sin embargo, son diversos los ámbitos que deben considerarse para buscar una mejora real de la calidad del aire. El […]

“La contaminación atmosférica es un problema que debe ser abordado desde diferentes perspectivas”. Foto: Isaac Esquivel, Cuartoscuro

La contaminación atmosférica es un problema que debe ser abordado desde diferentes perspectivas. Generalmente se aborda mediante la medición y el monitoreo de determinados tipos de contaminantes, a fin de conocer el contexto del tema. Sin embargo, son diversos los ámbitos que deben considerarse para buscar una mejora real de la calidad del aire.

El plano internacional entiende esta problemática. Los patrones contaminantes de las sociedades actuales han propiciado la consideración del desarrollo sostenible como una propuesta fehaciente para mejorar las condiciones humanas, sociales, y ambientales de la población mundial. En este sentido, en el contexto de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la comunidad internacional ha establecido una serie de objetivos para mejorar las condiciones de la humanidad.

La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible incluye explícitamente dos metas en dos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que hacen referencia a la calidad del aire.  Una es la meta 3.9, del ODS 3 (salud) referente a la reducción de la morbilidad y mortalidad causadas por productos químicos peligrosos y la contaminación del aire, el agua y el suelo; mientras que la otra es la meta 11.6, del ODS 11 (ciudades sostenibles), relativa a la reducción del impacto negativo de las ciudades en términos de calidad del aire y gestión de residuos.

Sin embargo, ésta es una visión limitada de las causas y las consecuencias de la polución atmosférica, así como del alcance que los ODS, en su conjunto, pueden aportar para mejorar la calidad del aire.

Son varias las metas, comprendidas en distintos ODS, que están intrínsecamente relacionadas con la gestión de la calidad del aire. Este es el caso de las metas 7.2. y 7.a, del ODS 7 (energía), que buscan aumentar la proporción de energía renovable en el conjunto de fuentes energéticas y la cooperación internacional para facilitar la investigación y la tecnología en la materia, respectivamente. Del ODS 8 (crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible), la meta 8.4. busca desvincular el crecimiento económico de la degradación del medio ambiente; lo que se relaciona con la meta 9.4., sobre adoptar tecnologías y procesos industriales limpios y ambientalmente racionales del ODS 9 (infraestructura resiliente e industrialización sostenible).

También está la meta 12.4 del ODS 12 (producción y consumo sostenibles), que se enfoca en lograr la gestión ecológica de productos químicos y desechos, reduciendo su liberación a la atmósfera. De igual importancia están las metas 15.1. y 15.2. del ODS 15 (vida terrestre), pues refieren a la conservación, uso sostenible, forestación y reforestación de bosques. Incluso, la meta 14.1. del ODS 14 (vida marina) abona al tema, pues busca prevenir y reducir la contaminación marina, que incluye la contaminación producida por actividades realizadas en tierra firme, que a su vez involucra a la polución del aire en zonas costeras y las emisiones contaminantes del transporte marítimo.

La lista no es necesariamente exhaustiva; pues otras perspectivas pueden enriquecerla. Lo que sí muestra es que la problemática de la calidad del aire debe abordarse desde distintos frentes; implicando el compromiso y la participación activa de dependencias gubernamentales, y actores sociales y privados que en algunos casos se consideran ajenos al sector ambiental.

Por ejemplo, bien es cierto que es de conocimiento general la intrínseca relación del problema con afectaciones a la salud, y que es necesario reducir emisiones contaminantes –para lo cual es necesaria la transición energética–; también es importante reiterar la relevancia que tiene la consecución de metas ligadas a temas urbanos y de resiliencia, así como de producción y consumo –como es el incremento del padrón vehicular tanto privado, como público y de carga.

En este sentido, se puede argumentar de una perspectiva transversal de la Agenda 2030 para reducir la contaminación atmosférica, aun cuando no haya sido intencionalmente desarrollada para ello. A su vez, esta característica complejiza su alcance; pues dicha transversalidad infiere que, para mejorar la calidad del aire, todas las metas – al menos las comentadas en este artículo – deben cumplirse.

 

 

  • Información obtenida de: Sosa Núñez, G. (2018). “Gestión de la calidad del aire y los Objetivos de Desarrollo Sostenible en México”. En G. Sosa Núñez (coord.). Transversalidad de la política de la calidad del aire en México. Ciudad de México: Instituto Mora. (Pp. 179-202). ISBN: 978-607-8611-25-6.

Gustavo Sosa Núñez
Doctor en Ciencia Política por la Universidad de East Anglia, en Norwich, Reino Unido. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), Nivel 1. Sus intereses de Investigación incluyen el análisis de políticas​ públicas ambientales, sus resultados y procesos de convergencia a nivel regional. Actualmente es profesor investigador del Instituto Mora. Twitter: @gssosan / @institutomora

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