La explotación de la vida salvaje por parte de los humanos mediante actividades como la caza, el comercio, la degradación del hábitat o la urbanización afectan al contacto estrecho entre esta y los humanos.
Londres, 8 de abril (EFE).- Un estudio divulgado este martes por la entidad científica británica Royal Society establece un vínculo entre las enfermedades infecciosas con los cambios medioambientales, en plena pandemia global del COVID-19.
La explotación de la vida salvaje por parte de los humanos mediante actividades como la caza, el comercio, la degradación del hábitat o la urbanización afectan al contacto estrecho entre esta y los humanos.
Esto, según la investigación elaborada por científicos del Instituto Sanitario Davis’One, de la universidad de California (Estados Unidos), incrementa el riesgo de desbordamiento (o spillover) de los virus.
Muchas de esas mismas actividades también provocan un declive de la población y un riesgo de extinción, advierten los expertos.
El estudio subraya cómo estos procesos que crean el declive de la población de vida salvaje también posibilitan la transmisión de virus de animales a los humanos.
“El spillover (desbordamiento) de virus de animales es un resultado directo de nuestras acciones que implican a la vida salvaje y a su hábitat”, señala la principal autora de la investigación, Christine Kreuder Johnson, directora del proyecto en el citado Instituto de la Universidad de California.
La experta agrega que “la consecuencia es que (las especies) comparten sus virus con nosotros” y esas acciones “amenazan simultáneamente la supervivencia de las especies y aumentan el riesgo de spillover“.
“En una desafortunada convergencia de muchos factores, esto trae el tipo de desastre en el que estamos ahora”, apunta, en alusión a la propagación global del coronavirus.
Los científicos emplearon una amplia base de datos de 142 virus conocidos, transmitidos de animales a humanos, y de especies que podrían haber actuado como potenciales portadoras.
Sirviéndose de una lista de especies amenazadas, el equipo investigador examinó patrones que existían en abundancia, otras en riesgo de extinción y analizó causas subyacentes que motivaron el declive de alguna de ellas. Identificaron tendencias claras en el riesgo de “spillover” que subrayan cómo las personas han interactuado con los animales a través de la historia.
Entre algunos de sus hallazgos figuraron que los animales domesticados, como el ganado, han compartido el mayor número de virus con los humanos, detectando ocho veces más zoonosis frente a las especies de mamíferos salvajes.
Esto fue probablemente resultado de las frecuentes interacciones cercanas con esas especies durante siglos, indicaron.
Detectaron asimismo que los animales salvajes que han aumentado y se han adaptado bien a los entornos dominados por humanos también comparten más virus con las personas.
Entre ellos figuran algunos roedores, murciélagos y especies de primates que viven entre los humanos, cerca de nuestros hogares y alrededor de granjas y cosechas, haciendo que estos presenten un riesgo elevado de transmisión continua de virus a personas.
Los científicos también analizaron especies amenazadas o en peligro de extinción. Estos eran animales cuyas poblaciones decrecían debido a actividades como la caza, el comercio de especies salvajes y el declive en la calidad de su hábitat.
En ese caso, observaron que esas especies eran portadoras del doble de virus de zoonosis frente a aquellas especies amenazadas cuyas poblaciones decrecían por otros motivos.
El estudio apunta que las especies amenazadas y en peligro también tienden a estar más gestionadas y supervisadas directamente por los humanos.
En el caso de los murciélagos, por ejemplo, estos han sido considerados origen de patógenos “de altas consecuencias”, como el SARS, el virus Nipah, el Margurg y virus del Ébola, subrayan.
Johnson remarca la necesidad de “estar muy atento a cómo interactuamos con la vida salvaje” y agrega que, “obviamente, no queremos pandemias de esta magnitud”.
“Es necesario encontrar maneras de convivir de manera segura con la vida salvaje pues no les faltan virus que transmitirnos”, observa la experta.