Alberto Ruy Sánchez, el escritor mexicano que confía en los lectores imprevistos

08/10/2017 - 11:30 am

Alberto Ruy Sánchez debutó como escritor de ficción con la novela “Los nombres del aire”, con la que ganó el premio Xavier Villaurrutia de 1987 y a partir de ahí ha permanecido como un escritor prolijo con habilidad para ligar géneros sin preocuparse por la opinión de los críticos puros ni por la de los eruditos.

El escritor mexicano Alberto Ruy Sánchez, durante una entrevista con Efe, en Ciudad de México (México). Foto: EFE

Por Gustavo Borges

México, 8 octubre (EFE).- Treinta años después de su primera novela, el escritor mexicano Alberto Ruy Sánchez escribe libros con la mentalidad de un náufrago que echa botellas al mar, confiado en la aparición de lectores imprevistos capaces de apreciar su mensaje.

“Escribo para alguien inesperado, sabiendo que comunico porque a mí lo que me gusta es la experiencia de compartir historias”, asegura en entrevista a Efe el autor de “Los sueños de la serpiente”, una novela con tintes de ensayo, algo de colección de cuentos y también de reportaje.

Se trata de la historia de un hombre viejo que desentraña sus recuerdos y termina por inventarse a sí mismo a partir de sus memorias.

“La forma de este libro es algo distinto para lo que cuenta, la historia de un hombre destruido por situaciones sencillas. No es un héroe, no es un bueno contra los malos y es más culpable de lo que sabe”, asegura el intelectual de 65 años.

Emigrado a Estados Unidos, el personaje principal viaja luego a la antigua Unión Soviética para trabajar en la planta Ford que Stalin compró para tener una Detroit en su país, lo cual le sirve al escritor para desvelar en su libro la hipocresía del Gobierno de Moscú y recrear la filosofía de sus líderes, convencidos de la necesidad de eliminar físicamente a quien pensara diferente.

“Estamos llenos de intelectuales estalinistas convencidos de que asesinar es el costo de una Revolución, esa idea está en Lenin mismo”, dice y luego relaciona el tema con la realidad de México, donde hace años el Gobierno dejó de estar centralizado y ahora en cada estado hay autoridades con un poder total del que suelen abusar.

“Ahora tenemos la alianza de 32 virreyes absolutos de México (gobernadores de estados) y la alianza de los poderes con el narco. No es que el narco el que corrompió a la política, la política con su forma corporativista corrompió al narco. Mi libro habla de esos mecanismos, de cómo detrás de la construcción de algo se esconde la serpiente”, asegura.

Alberto Ruy Sánchez debutó como escritor de ficción con la novela “Los nombres del aire”, con la que ganó el premio Xavier Villaurrutia de 1987 y a partir de ahí ha permanecido como un escritor prolijo con habilidad para ligar géneros sin preocuparse por la opinión de los críticos puros ni por la de los eruditos.

“Nunca parto del género. Trato de expresar de la forma que pienso (…) Todos mis libros pueden ser descalificados por algún profesional del género y lo han sido. El primero lo llevé a una editorial de poesía y me dijeron es novela, intenté presentarlo como novela y me advirtieron (que) es poema”, dice.

En “El sueño de la serpiente”, el personaje principal se enamora de Silvya Ageloff, la mujer seducida por el asesino de León Trotsky, el español Ramón Mercader, quien la usa para entrar a la casa del comunista ruso y matarlo en 1940.

A diferencia de otros libros en la que la representan como una mujer fea, en su obra Ruy Sánchez la humaniza, al referirse al romance de su personaje con la enigmática mujer.

“Nadie dice que Carlos Monsiváis escribió sobre el temblor, pero era feo, no veo el porqué deben decirlo en el caso de una mujer. No solo es sexismo, es un juicio que la condena. Veo sus fotos y la veo normal, en todas las personas hay una belleza profunda y esta mujer debió haber sido muy interesante”, dice.

Ruy Sánchez empleó ocho años para escribir su novela y aunque le gustaría que la obra sea leída como “Los nombres del aire”, impresa de manera constante desde 1987, sabe que es una apuesta incierta.

“Si tendrá pocos lectores o muchos, no lo puedo saber y eso es lo maravilloso”, señala el autor, emocionado por el elemento de sorpresa que rodea sus “botellas echadas al mar”.

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