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Dolia Estévez

09/02/2018 - 12:05 am

Camaradería y dinero

Washington, D.C.—Nada es gratis en la vida. Menos el star power de un carismático ex presidente de Estados Unidos. Flanqueado por Carlos Slim Helú y Carlos Bremer Gutiérrez, Bill Clinton sonrió para las cámaras cuando Saúl “Canelo” Álvarez lanzó la primera bola en la inauguración de la Serie del Caribe 2018 la semana pasada en […]

Foto: Fundación Carlos Slim

Washington, D.C.—Nada es gratis en la vida. Menos el star power de un carismático ex presidente de Estados Unidos. Flanqueado por Carlos Slim Helú y Carlos Bremer Gutiérrez, Bill Clinton sonrió para las cámaras cuando Saúl “Canelo” Álvarez lanzó la primera bola en la inauguración de la Serie del Caribe 2018 la semana pasada en Guadalajara. “Estoy feliz de estar aquí. Me complace ser amigo de México. Amo el beisbol. Gracias y bendiciones para todos”, dijo Clinton.

La celebrada presencia en tierras tapatías del patriarca de uno de los clanes políticos estadounidenses más prominentes–que atrajo amplia cobertura en México pero cero en Estados Unidos– fue posible gracias a la nada desinteresada amistad que une a Clinton con los dos magnates. Slim, titán que ha amasado una de las fortunas más grandes del mundo, y Bremer, CEO de Value Grupo Financiero, han hecho donaciones a la Fundación Clinton en montos que en conjunto rebasan los 10 millones de dólares.

Según la última lista de donantes publicada por la Fundación Clinton en septiembre de 2017, las contribuciones acumulativas de Bremer e Inversora/Inmobiliaria Carso, propiedad de Slim, oscilan entre uno y 5 millones de dólares respectivamente. El listado también consigna aportaciones de la Fundación Telmex, brazo filantrópico de Slim, de entre uno y 5 millones de dólares. Además, Value Grupo pagó a Clinton 675 mil dólares por cuatro discursos entre 2002 y 2009.

Clinton no fue invitado a Guadalajara por Slim, sino por Bremer, me dijo Arturo Elías Ayub, portavoz del séptimo hombre más rico del mundo (fortuna: 70 mil millones de dólares, según Forbes). “[Bremer] es MUY amigo de él [Clinton]”, comentó Elías pero, aclaró, “de ninguna manera creo que le haya cobrado nada”. Ni falta hizo. Fue una muestra de camaradería utilitaria. Una forma de agradecerles sus aportaciones millonarias.

Desde que dejó la presidencia en 2001, Clinton va regularmente a México, lo que contrasta con las dos veces que visitó el país en ocho años de presidente. Lo acompañé en su visita de Estado a la Ciudad de México en 1997 y a Mérida en 1999. Hoy, su interés en es otro: seguir cultivado lazos estrechos con la élite empresarial mexicana.

Las donaciones y pagos por honorarios que recibe de México y otros países, son testimonio de cómo los Clinton explotan hábilmente su star power para recaudar fondos no sólo para la fundación sino también para su enriquecimiento personal. En 2015, The Washington Post reportó que la Fundación Telmex pagó a Hillary Clinton entre 250 y 500 mil dólares por un solo discurso.

Desde su creación en 1997 presuntamente para limpiar la sucia imagen del mandatario después del escándalo de Monica Lewinsky, la Fundación Clinton no ha estada exenta de controversia. El mes pasado, medios estadounidenses reportaron que el Departamento de Justicia investiga si recibió donaciones a cambio de favores políticos cuando Hillary Clinton era Secretaria de Estado, de 2009 a 2013. Un alto porcentaje de los fondos de la Fundación proviene de fuentes externas, de países como Arabia Saudita, Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos, así como de los gobiernos de Australia, Noruega y los Países Bajos (no hay registro de fondos públicos de México). Los demócratas denunciaron que la pesquisa es parte de la persecución de Donald Trump contra su adversaria en los comicios de 2016. La Fundación Clinton llamó los alegatos “políticamente motivados”.

Sea como fuere, los bonos de Clinton en México subieron cuando su esposa tomó las riendas de la relación bilateral. En 2010, la Cumbre de Negocios lo invitó a impartir la conferencia magistral en la convención de ese año en Toluca. Según registros públicos, Clinton cobró 400 mil dólares, suma que recibió en dos pagos: el primero por 275 mil dólares y el segundo por 125 mil dólares. Fue así porque quizá uno de los pagos provino del Estado de México cuyo gobernador era Enrique Peña Nieto. En 2003, Bill Clinton también fue invitado por la Cumbre de Negocios, pero en ese año su tarifa era 150 mil dólares por presentación.

En 2012, Hillary invitó a Slim al Departamento de Estado para que explicara a un grupo de funcionarios su trabajo sobre banda ancha y comunicaciones digitales. Ese mismo año, Bill condecoró a Slim con el Premio Clinton Global Citizen en reconocimiento a su liderazgo en filantropía.

Durante la campaña presidencial de 2016, Slim evitó pronunciarse públicamente sobre la contienda estadounidense. Aun así, Trump lo acusó de estar detrás de la cobertura presuntamente negativa en The New York Times (del que es accionista minoritario) para ayudar a Clinton ganar la presidencia. “Ni siquiera lo conozco”, dijo Slim sobre Trump, queriendo restarle importancia.

Será el dinero o las afinidades políticas o una mezcla de ambas, pero la relación entre los Clinton y Slim, a quien no llaman Ingeniero como medio mundo, sino simplemente Carlos, es antológica. De haber ganado Hillary Clinton la presidencia el panorama sería muy diferente. En lugar de ir a Guadalajara a dejarse ver con Slim en un juego de pelota, Bill hubiera acompañado a su esposa a México con el nada despreciable título de Primer Caballero de Estados Unidos. Lo que no sabemos es el impacto que eso hubiera tenido sobre el hombre más rico de México.

Twitter: @DoliaEstevez

Dolia Estévez
Dolia Estévez es periodista independiente en Washington, D.C. Inició su trayectoria profesional como corresponsal del diario El Financiero, donde fue corresponsal en la capital estadounidense durante 16 años. Fue comentarista del noticiero Radio Monitor, colaboradora de la revista Poder y Negocios, columnista del El Semanario y corresponsal de Noticias MVS. Actualmente publica un blog en Forbes.com (inglés), y colabora con Forbes México y Proyecto Puente. Es autora de El Embajador (Planeta, 2013). Está acreditada como corresponsal ante el Capitolio y el Centro de Prensa Extranjera en Washington.

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