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Antonio Calera

09/05/2020 - 12:04 am

Operación Comida

Nos dimos a la tarea de levantar la “Operación Comida”. Hacer y llevar comida a los más necesitados que nos topáramos en la calle de manera rápida, eficaz y sobre todo, segura.

Así que queremos pedirte, a ti que hoy nos lees, como dos amantes, como ciudadanos, como pensadores pero, sobre todo, como almas amorosas y defensoras de las libertades, que te sumes a nuestra “Operación lechita” u “Operación Comida” replicándola en tu comunidad. Foto: Especial.

Por Antonio Calera-Grobet y Melisa Arzate Amaro

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ANTONIO CALERA-GROBET

De pronto se hizo concreta la idea poco asumida de la reclusión. La Bota cerró el 21 de marzo por órdenes de Gobierno y desde el día siguiente comenzó el encierro. Primero intentamos huir a Morelos para hacer planes del futuro inmediato, escribir. Fase uno, parapeto menor, pensábamos, sedentarismo que vendría bien. Lo cierto es que desde el 27 del mes pasado, mi compañera Melisa y yo, Leo su hijo y mi perrita Miel, permanecemos en casa. Primero se vino el bricollage: entretenimiento para el cuerpo y la mente. Construimos con adoquines, barra de madera, un techo para cubrirnos del sol y la lluvia, una terracita en el jardín. Plantamos, pintamos, decoramos y nos limpiarnos con el cine, leyéndonos en voz alta, haciendo grabados, recordamos el frenesí de nuestras revoluciones educativas. Hicimos un bar y lo decoramos. Es todo de madera y lo hemos pintado de varios colores: tiene botellas viejas, obras de arte enmarcadas, artesanías, fotografías familiares, objetos hechos con nuestras manos. En ese jardín maravilloso que rehicimos en nuestra vieja casa, hemos podido llevar la reclusión.

Ahí en el jardín levantamos casas dentro de nuestra casa que es la mente. Levantamos relatos de nuestra vida cocinando lo que podemos conseguir. Cuando el cadalso aprieta se van venido la ansiedad y la ira. Por el lado de la comunicación, me cerré a las redes sociales. Luego de este periodo de confinamiento, me queda claro que no volveré a seguir o leer a un buen puñado de escritores que, han llegado a delinear su propia caricatura,  se van siempre de boca: o todo lo saben, o se burlan de todo, son oportunistas a galope, a todos adoctrinan porque todos sus seguidores, lectores, hasta amigos, son inferiores a ellos, cuando no saben cambiar un foco, mantener una familia o pareja, convivir con educación en sociedad. Me dan escalofríos las opiniones cruzadas (que no la información sustentada, la reducción al gag, l absurdo, la opinocracia-omnisapiencia de algunos creadores, escritores, políticos. Su soberbia es infinita, así como su falta de compromiso social, de una debilidad asombrosa su estructura de valores éticos, democráticos. Nada de empeño hay que poner ahí.

Me quedo con el otro lado de la realidad. Con la idea de apoyar a los seres que se han asumido frágiles, incapaces de entenderse en su naturaleza y se han visto ultimados, por el miedo real a su muerte biológica. Así que habremos de vertebrarnos de cara a la vida de otra manera. Sin la religión del dinero. Un nuevo existencialismo será o sobrevendrá la muerte del planeta.

Mientras parte de la familia provee los honorarios al equipo de Mantarraya y La Bota, desde hace días, Melisa y yo decidimos entregarnos a acciones que respondieran a nuestras conversaciones: comenzamos a hacer rondines con La Chula para brindarnos a los otros más calcinados. Los olvidados. Hacemos a diario decenas de paquetes de latas, galletas, leches, aguas. Los regalamos por la calle y lo seguiremos haciendo. Melisa le ha llamó en su momento, para definir al acto de repartir leches a los niños de la calle en el Estado de México (cosa que viene haciendo desde hace un par de años), “Operación Lechita”. A esto le hemos llamado “Operación Comida”. A ella se han sumado familiares, ojalá y ahora amigos de espíritu noble. Invitamos aquí a amigos y lectores a unirse a nosotros. Romanticismo arraigado y terco, esperamos el advenimiento de algo.

Hacemos a diario decenas de paquetes de latas, galletas, leches, aguas. Los regalamos por la calle y lo seguiremos haciendo. Foto: Especial.

Sobre el abasto de alimentos, hemos pensado, aprendido mucho los ciudadanos en este momento. Si ya nos asumíamos  como resabio más bien nulo de alguna horda cazadora y recolectora, nos hemos percatado con más fuerza que nunca que dependemos del otro, de muchos otros, eso que muchos tildan de “los demás” para cumplir con este gesto heroico que denominamos pomposamente “llevar el pan a nuestra mesa”. Agricultores, ganaderos, transportistas, despachadores, una cadena de miles, cientos de miles sirvieron y sirven diariamente  a sus otros, nosotros, para poder comer en este confinamiento. Ellos no se pueden quedar en sus casas. Y de esos alimentos y servicios nos hemos valido para vivir al día. Y si al parecer las empresas trasnacionales que a través de aplicaciones llevan comida y alimento a los hogares obtuvieron algún dividendo mayor por la epidemia del coronavirus (COVID-19), es algo que en este momento importa poco. Si algunos restaurantes permanecieron abiertos pese al llamado de quedarse en casa, y esto sólo como una medida egoísta de hacerse de un capital (algunos lo presumen pomposamente en cadenas de televisión), si unos establecimientos fueron cerrados obligatoriamente, es cosa que debe analizarse casuísticamente y con profundidad, en su momento: hubo precios altos, mensajería sin tapabocas, sin guantes, cientos o miles de personas en el trabajo diario de cocinar y repartir comida igualmente realizada, en muchos casos, sin la higiene que reclamaba la excepcionalidad del caso. Harina de otro costal.

Sobre el abasto de alimentos, hemos pensado, aprendido mucho los ciudadanos en este momento. Foto: Especial.

Nosotros, en familia, en el ánimo de sabernos en el mismo caso que tantos millones de mexicanos, nos recluimos, cuidamos al máximo y nos informamos puntualmente, cada día de las medidas de seguridad que estábamos obligadas a tomar, las maneras de hacernos de alimento con cuidado. Y apoyando sobremanera al que se encargaba de hacerlo, sabiendo que eso de “quedarse en casa” era y es algo, en su caso, imposible. Luego nos dimos a la tarea de levantar la “Operación Comida”. Hacer y llevar comida a los más necesitados que nos topáramos en la calle de manera rápida, eficaz y sobre todo, segura. Incluso repartiendo ropa y hasta dinero en efectivo. Solicitando servicios en el área inmediata, observando que fueran estos delegados a vecinos, empresas pequeñas no siempre apoyadas por la comunidad. Y lo seguiremos haciendo hasta donde sea posible. Como en los sismos. Por amor al prójimo.

Nosotros, en familia, en el ánimo de sabernos en el mismo caso que tantos millones de mexicanos, nos recluimos, cuidamos al máximo y nos informamos puntualmente, cada día de las medidas de seguridad que estábamos obligadas a tomar, las maneras de hacernos de alimento con cuidado. Fotos: Especial.

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MELISA ARZATE AMARO

La reclusión que hoy enfrentamos es una especie de reposo clínico y sanitario producto de la agonía de una época y el alumbramiento de otra. Así como la escuela de Frankfurt y el pensamiento acéfalo que de ella devino se plantearon el inicio de una nueva era para la humanidad desde el cruce de disciplinas humanísticas y científicas desfronterizando el conocimiento moderno ilustrado, hoy la intelligentsia deberá poner manos a la obra en diagnosticar, definir y nombrar para así poder asir la nueva época que inicia. La postmodernidad, la hipermodernidad, la modernidad líquida o como haya pretendido definirse a la condición consecuente a las dos guerras mundiales con la información como el mayor poder, la devoción por el consumo y las posibilidades industriales del corporativismo rapaz, hoy se tambalea con miles, quizá millones de muertes en todos los continentes. Ese proyecto, benéfico para un puñado y letal para la mayor parte de las poblaciones mundiales, en estos últimos meses ha demostrado su inmensa fragilidad frente a un organismo microscópico, capaz de colapsar sistemas, cerrar fronteras, interrumpir productividades, pausar programas gigantescos para la ganancia de capitales y la venta de imágenes seductoramente vacuas pero jugosamente lucrativas; estructuras familiares basadas en la reunión de cuentas bancarias, compromisos de toda índole y planes de largo plazo…todo cancelado, aplazado y simplemente puesto en crisis. Natura vuelta a su cauce original tras el repliegue del humano devastador y la caída de las bolsas mundiales que tomará varios trienios levantar. Así de endeble era todo lo que creíamos imperturbable, así de frágil era la configuración humana que garantizábamos inviolable.

Hoy se erigen nuevas metanarrativas que deberán circular en torno a la humanidad y el amor, es decir, más cercanas a las nociones básicas pero otrora olvidadas de el núcleo básico fundamental, la valoración de lo esencial, el cuidado de los que se aman. Foto: Especial.

Hoy se erigen nuevas metanarrativas que deberán circular en torno a la humanidad y el amor, es decir, más cercanas a las nociones básicas pero otrora olvidadas de el núcleo básico fundamental, la valoración de lo esencial, el cuidado de los que se aman, el replanteamiento de códigos interpersonales, la generación de comunidad y, sobre todo, la defensa a capa y espada de la libertad que va mucho más allá del libre tránsito, la justicia laboral o el sufragio universal y, en cambio, se asienta antes que nada en la anchura de los mares interiores, en surcar cielos abiertos dentro de nosotros mismos habiendo trasquilado la maleza que nos nublara la visión impidiéndonos vernos, encontrarnos con el otro y hallarnos en la comunión. Todo, ya vemos, se esfuma como el humo en la plaza de San Pedro, incluso lo más sagrado, pomposo y añejo: sólo nos queda la aceptación de tal fugacidad, la lactancia de los recuerdos y los sueños, el abrazo del presente como el aceite que arde en las casas a puertas cerradas y marcadas con sangre fresca en los dinteles, sabiendo que sólo habrá futuro en tanto prive el respeto de las libertades individuales y la claridad de que el núcleo social, aunque lejano espacialmente, será el camino para un futuro ya no digamos próspero, sino a penas asequible. Es tiempo de desmantelar la fe clerical en una univocidad de los capitales, para construir sociedad en la pluralidad de los seres humanos espirituales que ritualicen desde el amor y el cuidado. Es por eso que nosotros, a partir del amor mutuo, decidimos ritualizar brindándonos al otro de manera constante, con planes semanales (porque no sabemos lo que vendrá después), con recursos familiares (porque nuestro Gobierno está ausente y los corporativos son deidades paganas en las que jamás hemos confiado porque no pocas veces nos apuñalaron) y con el la preocupación por los otros como nuestra veleta. Comenzamos desde el puro instinto, sin tener claro un sistema o cartografía de entregas, pero poco a poco perfeccionamos el protocolo para volverlo más eficiente, no en un sentido de productividad como antes nos grabaron en la psique, sino en términos de lograr beneficiar a más gente, anulando la posibilidad de contagios y sumando a nuestras familias, a aquellos que nos enseñaron de niños a compartir con el otro, a amar a nuestro país y a dar amor a propios y extraños. No hemos parado y no lo haremos. Amén de que el reto hoy tenga el rostro del encierro, mayores peligros aguardan después del recogimiento domiciliario, que van desde el luto por la pérdida de seres amados y el desmembramiento de estructuras familiares producto de la violencia doméstica, hasta el alza en el desempleo, la ilegalidad, la delincuencia y el cierre de negocios pequeños que no recibieron el más mínimo apoyo y sucumbieron, arrastrando a varios miles de familias con ello.

Comenzamos desde el puro instinto, sin tener claro un sistema o cartografía de entregas, pero poco a poco perfeccionamos el protocolo para volverlo más eficiente. Foto: Especial.

Así que queremos pedirte, a ti que hoy nos lees, como dos amantes, como ciudadanos, como pensadores pero, sobre todo, como almas amorosas y defensoras de las libertades, que te sumes a nuestra “Operación lechita” u “Operación Comida” replicándola en tu comunidad. Prepara atados de atún, agua y galletas, de galletas y leche, de emparedados preparados para comer al instante, jugos, aguas individuales, sobre todo para los más pequeños. Mételas a tu cajuela. Protégete y sal a las calles indicándole a la gente que en el maletero hay comida sanitizada para ellos y para quienes lo necesiten, que la tomen y cierren la puerta. Por un día esos cuerpos recibirán alimento y, sobre todo, serán espíritus que se sabrán acompañados, que verán dos pares de huellas en lugar de uno solo.

Así que queremos pedirte, a ti que hoy nos lees, como dos amantes, como ciudadanos, como pensadores pero, sobre todo, como almas amorosas y defensoras de las libertades, que te sumes a nuestra “Operación lechita” u “Operación Comida” replicándola en tu comunidad. Fotos: Especial.

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HACIA EL TODOS 

Donde ahora nos hallamos recluidos, un altavoz nos recuerda lo que ya sabemos: que nos mantengamos en casa. Sí, ¿pero cuál? ¿La tenemos, podemos? ¿Qué nos quedará al emerger de esto como noción de morada? ¿De país, de nación, de patria? Conservamos, a la vez, tatuada en nuestra mente, la imagen de una medusa en Venecia, las decenas de pájaros que nos visitan a diario para comer con nosotros. Y algo más, quizá de la vida ahora, como la “Alta Traición” de Pacheco: ayer vimos volar sobre nosotros a un par de garzas. Pensamos se dirigían al Vaso Regulador de Cristo. Vaya destino y epifanía: sabemos, por ahora, que lo nuestro, lo único que nos queda, es hacer poesía desde el amor al prójimo.

(PARA APOYAR LA CAUSA DE DONACIÓN DE COMIDA: [email protected])

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