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Griselda Triana

09/06/2019 - 12:01 am

Resistencia, ética y justicia

Lo que sí les puedo asegurar es que también decidí estar aquí porque cuando revisé el programa me di cuenta que la única mujer sería yo, así que no podía faltar.

Desde que asesinaron a Javier me hago muchas preguntas y sobre la mayoría aún no encuentro respuesta. Foto: Cuartoscuro

Conversatorio 6 de junio

Tengo que reconocer que me asusté un poco cuando leí el programa y supe que estaría en esta mesa, con compañeros periodistas con una larga experiencia y trayectoria como Témoris, José Luis, Ernesto, Alejandro, Pedro Miguel, Fernando, Vicent y Federico.

También confieso que al iniciar la semana avisé que no estaría en este mesa por asunto personal que afortunadamente pude resolver y aquí me tienen.

Quiero sentirme cómoda en este conversatorio, aunque se me dificulte hablar sobre resistencia, ética y justicia.

Me cuestionaba, y me cuestiono, sobre cómo puedo yo abordar estos temas que Javier dominaba, pero yo no. Me preguntaba, y me pregunto si venía o vengo a participar en nombre de Javier o en el mío, o como víctima. Aún no lo sé pero aquí estoy.

Lo que sí les puedo asegurar es que también decidí estar aquí porque cuando revisé el programa me di cuenta que la única mujer sería yo, así que no podía faltar.

Por el trabajo que Javier hizo y por mi experiencia como reportera de un periódico y de radio en mis inicios, a principios de los años 90, después como jefa de información y responsable de un área de comunicación donde, además, coordinaba y conducía dos programas en la emisora de la Universidad Autónoma de Sinaloa, institución en la que tengo una antigüedad de 26 años, creo que puedo darme una idea de los temas que nos reúnen esta tarde.

Y por eso me sigo cuestionando: ¿resistencia de los medios, de las y los periodistas a qué?, ¿a la ética?, ¿a la justicia?

¿O las empresas periodísticas se resisten, o no quieren que sus periodistas desempeñen su labor con ética? ¿No quieren, o no esperaban que periodistas en tiempos turbulentos tengan que convertirse, además, en defensores de derechos humanos?

O ¿aún hay periodistas que simplemente no oponen ninguna resistencia, y la ética y la búsqueda de justicia les es indiferente?

¿Resistencia de quienes están en el servicio público porque son los principales agresores de periodistas y les provocan prurito las publicaciones que afectan sus intereses?

Ello está documentado por organizaciones defensoras de la libertad de expresión. Los servidores públicos son los principales perpetradores de violencia contra periodistas.

Como sociedad, ¿realmente nos interesa lo que le pasa a las y los periodistas en este país?

Desde que asesinaron a Javier me hago muchas preguntas y sobre la mayoría aún no encuentro respuesta.

Si él siempre se condujo con rectitud, con ética, con profesionalismo, con compromiso, con valentía, con mucha dignidad, y sin proponérselo, ahora lo sé, se convirtió en defensor de derechos humanos, entonces ¿por qué lo asesinaron?

Javier siempre supo qué tipo de periodista quería ser y eso le costó la vida. Y la vida de él, como la de muchas y muchos de sus colegas en este país está devaluada, por no decir, que vale poco o, casi nada.

Está muy claro que hasta el momento la única garantía de la que goza el ejercicio periodístico, y desde luego las y los periodistas, es la impunidad.

Ello no debe desalentar a las actuales ni a las nuevas generaciones a seguir haciendo un buen periodismo, pero tampoco debe ser opción para claudicar.

No deben ser más poderosas las instituciones del Estado que corrompen y compran complicidades, que la verdad y la justicia.

Trato de entender la complejidad de la ética periodística, de la disyuntiva de medios pequeños e independientes ante la necesidad de obtener publicidad oficial para resistir y seguir publicando sin comprometer sus líneas editoriales.

Hace muchos años yo trabajé en un medio que se ha hecho rico gracias a la publicidad oficial, el que contaba con el equipo más moderno en tecnología en ese entonces, vehículos nuevos para quienes reporteábamos, seguridad social y todas las prestaciones de ley, pero donde prácticamente era impensable hacer periodismo de investigación.

La esencia del periodismo que necesitamos no necesariamente radica en las oficinas de gobierno, que para eso bastan los boletines de las áreas de comunicación social.

El buen periodismo está en el compromiso de quien busca ir más allá de las declaraciones oficiales, el buen periodismo es el que está en manos de quien lo cuestiona todo, de quien incomoda con sus preguntas poderosamente argumentadas, de quien da voz y rostro a las víctimas, de quien puede mirar de frente a sus colegas y saber que nada ni nadie le puede corromper.

Cada medio elige lo que quiere ofrecer a la sociedad y cada quien elige qué tipo de periodista quiere ser. Pero creo que el periodismo debe ejercerse como un acto de amor por la verdad y la justicia.
El buen periodismo, el que necesitamos, no debe realizarse con temor a ser amenazado, desplazado, desaparecido o asesinado.

Quienes ejercen el periodismo no deberían sufrir ningún tipo de agresión, y eso incluye adjetivos que les descalifiquen.

Es válido pensar diferente pero no estigmatizar porque se alienta el encono y los atentados contra la libertad de expresión. Pero, insisto, cada quien elige qué tipo de periodista quiere ser.
En una ocasión mi terapeuta me dijo algo que ahora siempre tengo presente: sí, son víctimas, pero las hay con calidad moral, y también las hay sin ella.

Y eso está en la conciencia de cada quien, pero sobre todo en el ejemplo y en las evidencias del trabajo que cada periodista desarrolla.

Son lamentables también las condiciones en que desarrollan su trabajo muchas y muchos periodistas.

Las grandes empresas periodísticas quizás puedan ofrecer mejores salarios y prestaciones a sus trabajadores, pero en el caso de las pequeñas e independientes, la situación es más complicada.

Sin embargo, para mí eso no justifica que un periodista busque beneficios o privilegios que comprometan lo que publica.

El trabajo de cada periodista habla por sí solo. Y encontraremos a quienes resisten y publican con el más genuino compromiso por la verdad y la justicia, escribiendo por los que nada tienen pero, tienen todo en cada periodista que les visibiliza.

Periodistas que viven al día pero que cada noche se van agotados a descansar, con la satisfacción del trabajo realizado y la conciencia tranquila.

A qué dedica su vida un buen periodista sino a escribir, a hurgar en la inmundicia de un Estado que le ha fallado a la ciudadanía, porque no ha habido poder sobrehumano para que las víctimas de este país tengamos acceso a la justicia.

Es muy penoso leer que se ejecutan órdenes de aprehensión no solo contra delincuentes comunes, sino contra esos que saquean el país, que se enriquecieron a costa de nosotros.

Desde luego que al principio nos da gusto porque pensamos que las cosas en este país pueden cambiar.

Sin embargo, esa ilusión desaparece porque nuestra necesidad de justicia se ve frenada por las mismas instituciones que, se supone, existen para combatir la corrupción y la impunidad.

Quiero pensar que a la ciudadanía de este país nos gustaría ver purgando condenas severas a esas personas que nos han dañado y no nos permiten tener una vida digna y en un ambiente de paz y seguridad.

El periodismo es fundamental para preservar las memorias regionales. La violencia hace visible que las agresiones contra periodistas ocurren en Sinaloa, Veracruz, Guerrero, Chihuahua, Quintana Roo y Chiapas, por mencionar algunos.

Y quienes se quedan, siguen resistiendo, y siguen escribiendo, y siguen pensando y creyendo que con su trabajo pueden contribuir a una verdadera transformación de este país.

Ahora más que nunca resistimos porque no perdemos la esperanza de encontrar la verdad y saber el real significado de la palabra justicia, y no sólo por Javier, sino para cada colega asesinado, para cada familia que busca a alguno de sus integrantes víctimas de desaparición forzada, de feminicidio, de abusos sexuales, de cualquier delito que atente contra la dignidad humana.

Para ello, les necesitamos, compañeros periodistas.

¡Muchas gracias!

Griselda Triana
Periodista, defensora de derechos humanos y resiliente.

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