La mano tendida

09/09/2012 - 12:00 am

El Presidente fue claro y conciso con un discurso directo y honesto. En eso radica su credibilidad, habla de manera sincera y al aceptar la nominación, no tengo dudas, estuvo a la altura de todo lo que se dijo de él en cada uno de los discursos previos. Ante todas esas exaltaciones y señalamientos a su persona, a su manera de ser, a su manera de trabajar, con su pensamiento, su visión, Obama confirma que es un buen presidente.

Tiene la mano tendida y sostenérsela será la mejor manera de entrar en el futuro, en el próximo cuatrienio, “estamos en camino” dijo Joe Biden poco antes. Se complementan muy bien esos dos personajes políticos, ellos conforman la visión de país que la gran mayoría de la gente que habita en este país necesita, representan la fuerza de la gente en oposición a la fórmula de los republicanos.

Con llaneza, en un discurso concreto, yendo al grano Obama indicó el proceso de impulso a la economía en que su gestión se encuentra y la mira de fortalecer a la clase media. Su presencia al llegar al escenario propició sonrisas, satisfacción, aprobación.

Discurso breve pero en él no dejó de subrayar cada tema importante, cada prioridad nacional, de la economía a la educación, de las guerras y su manejo a su mirada del plano internacional, de la realidad de las diversas minorías a sus gestiones ante los asuntos de la energía y del cambio climático. No le dio vueltas a la bronca del cambio climático, “no es una broma”, dijo, “es una amenaza para nuestros hijos”… es una conciencia y una toma de posturas que se agradecen.

Otra frase destacable fue esa metáfora de que la educación es la puerta abierta para la clase media. La clase media, su realidad, la de sus problemas (problemas que no tienen las élites de millonarios ni los representantes de Wall Street a quienes fustigó), la clase media, digo, ha estado presente en todo momento de esta convención de demócratas cuyos principios debemos compartir.

Contrastó ecuánime la falta de propuestas de sus opositores con una actitud de confianza. No eludió la situación de crisis ni se quejó, habló de estrategias para salir adelante. Mencionó sus intenciones de acabar la guerra, de utilizar la sangría económica que las guerras cuestan en la creación de trabajos. Como siempre habló con la verdad, dando pecho a los hechos, la situación actual es “difícil pero nunca he pensado que iba a ser fácil”, dijo poco antes de soltar la pregunta que nos queda una vez concluida la convención: pa’tras o pa’delante, esa es la verdadera pregunta, hay que elegir. Y entonces dijo lo más importante: la gente, el pueblo, están por encima de los millonarios. Lo dijo sin reservas.

La elección en la cual ganó la Presidencia, hace cuatro años, “no se trataba de mí sino de ustedes”, dijo en otro pasaje memorable de su sobrio discurso puesto que fue cuando le puse cursivas a su convicción: la gente, su razón. Antes que desconocerlos le dio la bienvenida a los inmigrantes,a los homosexuales, a las mujeres, a la diversidad, para todos tuvo palabras. La ciudadanía en el eje de la democracia, en el frente, en el centro de las prioridades. Para las minorías propuso un reconocimiento de lleno, un reconocimiento sin disimulos, sin echarles la culpa de los males (dijo no sin sarcasmo). Vamos todos juntos. Homenajeó a “quienes están en peligro”, refiriéndose a los soldados, al igual que Biden que tampoco los olvidó.

Con los pies en la tierra, sin mareos de poder ni devaneos elitistas dijo “soy el presidente”. Y sabe serlo, merece serlo, toda vez que enfatizó que en la gente está el poder (ese es el espíritu que define a la democracia), y para Obama en la fuerza de la gente estriba su poder. “Soy por ustedes”, lo dijo de varias maneras, “tengo esperanzas gracias a ustedes”, insistía y culminaba esa parte, ese momento en el que el plural fue su primera persona con algo así como “la esperanza y el futuro nos definen”.

Así, la empatía de su esposa y el arrastre popular que ella tiene; la voz emblemática de Julián Castro; la elocuencia de Bill Clinton; el temple de Biden como clave de enlace entre ambos; la celebración, la fiesta política de los convencionistas culminaron en el discurso de un Obama sereno, un Obama de ideas, un Obama de una inteligencia a flor de corazón.

Y pidió el voto, de frente, con gran honestidad. Se lo merece.

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