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Susan Crowley

09/10/2020 - 12:03 am

La Trienal de Pintura de Tijuana, el sueño de un artista (1era parte)

En 1968 el Situacionismo exigió el abandono de los estudios y salir a las calles a buscar la confrontación. La exigencia de los universitarios era un no a la signatura de las obras y el radical alejamiento a los incipientes mercados del arte.

"A sus 86 años el artista plástico Álvaro Blancarte sigue creyendo en la pintura como un espacio de reivindicación y encuentro ante la adversidad".
“A sus 86 años el artista plástico Álvaro Blancarte sigue creyendo en la pintura como un espacio de reivindicación y encuentro ante la adversidad”. Foto: Secretaría de Cultura

Hay heroísmos de muchos tipos, pero en estos tiempos de tribulación, el mayor acto de valor reside simplemente en mantener la esperanza. A sus 86 años el artista plástico Álvaro Blancarte sigue creyendo en la pintura como un espacio de reivindicación y encuentro ante la adversidad. También lo ve como un liberador de las emociones de los jóvenes que deciden incursionar en él. Por eso ha creado la Trienal de Pintura de Tijuana, http://trienal.cecut.gob.mx/en/ , cuya convocatoria está abierta y seguramente tendrá una participación enorme. Como un homenaje a la fe de este artista en la pintura, una disciplina tan milenaria como controvertida, me permito hacer un breve recorrido por sus accidentados caminos.

Después de siglos de experimentación, evolución técnica y fracturas en su estructura, para los años sesenta la pintura vivió una de las crisis más fuertes de su historia. Si bien esta disciplina había ejercido un control férreo en el sistema artístico, sometiendo todo tipo de expresión a su campo bidimensional, los nuevos lenguajes planteaban retos que, irremediablemente, la rebasaban.

Décadas antes, ya se había presentado una ruptura originada por el surgimiento de la fotografía. Con una eficacia técnica asombrosa, la cámara logró capturar lo que la pintura había pretendido abstraer de la realidad. Como consecuencia las vanguardias pictóricas apostaron por un cambio radical dentro de los bordes del lienzo. Cuestionaron la perspectiva y la figuración. La representación encontró así una vía teórica dejando el campo abierto a la abstracción, la pintura debía hablar desde la pintura, como bien lo dijo Ernest Gobrich. Kasimir Malevich se tomaría como personal el acto de subordinar el infinito al Cuadrado Negro en 1915. Lo esencial no consistía ahora en atrapar la realidad lo más fidedignamente posible sino expresar la verdad, que no siempre es aparente.

A partir de esta escisión, sería arbitrario enumerar la cantidad de cambios e innovaciones que durante cincuenta años han cuestionado al ámbito pictórico. Pero vale la pena mencionar algunos momentos que son fundantes del cambio. Tal vez el más significativo fue el de Marcel Duchamp en 1917. El Objet Trouvé o Ready-made, legitimó al “objeto ordinario en un espacio extraordinario”. La fascinación al dotar a un cacharro de poder y mutarlo, sin modificarlo, en campo de creación, se ligó a una serie de cambios sociales. La apertura y libertad generadas por el activismo, las acciones performáticas y los imparables avances tecnológicos. Todas estas ampliaciones parecían arrinconar al pincel, al lienzo y al caballete.

En 1968 el Situacionismo exigió el abandono de los estudios y salir a las calles a buscar la confrontación. La exigencia de los universitarios era un no a la signatura de las obras y el radical alejamiento a los incipientes mercados del arte. La música había dado pasos reveladores. Recién llegado de Oriente, John Cage dio un impulso a la experimentación sonora; sometió la percepción al silencio, al ruido y a las incidencias de la vida real. En Europa Yves Klein y Piero Manzoni, en Estados Unidos, al lado de Cage, Merce Cunighan y Robert Rauschemberg llevaron a cabo acciones que iniciaron como una mezcla de teatro, danza e improvisación apropiándose del sitio que había pertenecido a la pintura. El movimiento Fluxus significó la celebración del devenir del arte y la vida en todas las disciplinas: poesía, artes visuales y sonoras, “fluxus purga al mundo del arte muerto”, declaró Goerge Maciunas.

Joseph Beuys participó con Fluxus, pero llevaba tiempo elaborando su propia teoría, “todo hombre es un artista”. Sus prácticas en la Escuela de Dusseldorf fueron fundantes para las nuevas generaciones. Más allá de un lenguaje exclusivo de la alta cultura, el arte se convertía en un vehículo de relación entre la sociedad y sus demonios del pasado. La reivindicación de la fatalidad histórica a través de la poesía revivía ese temperamento melancólico tan necesario. La afirmación mitológica del artista le permitía lanzarse como un héroe a purificar la existencia a través del proceso artístico. El poder curativo de la música restituyó al creador romántico. El impulso de un nuevo arte basado en el diálogo y el encuentro se materializó en la Escultura Social. Beuys incluyó cualquier acción como la impronta del ser humano en el mundo: una obra de arte. De forma tangencial estaba modificando lo que sería la vuelta a la pintura.

En 1969 When attitudes become form, reunió a los más importantes artistas del momento. Una exhibición en la que no hay registro de la ancestral disciplina llamada pintura. La intención del curador Herald Szeemann era llevar el misterio de la creación individual a una experiencia colectiva presencial. Salir del estudio. Los artistas llegaron a intervenir el espacio de la Kunsthalle de Berna en una especie de gran celebración a las ideas llevadas a la práctica in situ.

Un factor de cambio y que debe ser mencionado aparte, fue la presencia femenina. Las mujeres artistas lucharon no solo con los hombres y sus protestas, encontraron un espacio de expresión propio e imparable. Yoko Ono, Carolee Schlimann, Anna Mendieta, Louise Bourgeois, en diferentes momentos, con sus demandas a favor de las mujeres y su activismo, lanzaron una voz original sobre los temas que urgía escuchar. A esa voz se unieron rápidamente todas las minorías ampliando aun más los lindes del arte: homosexuales, minorías étnicas. Otra voz femenina imprescindible fue la de la teórica Lucy Lippard. En 1979 publicó su libro “La desmaterialización del arte” en el que daba cuenta de cómo el conceptualismo llevaba la creación artística a su irremediable desaparición.

La década de los ochenta inició con cambios económicos que generaron el boom en las bolsas del mundo. Nueva York lanzó su mercado de arte a nivel global; por primera vez la creación humana se apreció como un commodity. Con tanto dinero había que crear los insumos para los inversionistas ávidos de especular y para los coleccionistas ansiosos de poseer. Los grandes lofts de Manhattan requirieron formatos gigantes en sus muros. Una nueva generación de exitosos empresarios se dejó seducir por la pintura y en ella depositaron sus expectativas económicas. Es sabido que el artista siempre ha dependido de su patrocinador, llámese mecenas o coleccionista; el dinero es un factor que permite la creación. Pero nunca había sido el centro de poder que impulsaba sus mecanismos. Para finales de esa década el mundo del arte estaba creciendo de manera exponencial y se profesionalizaba. Y cómo no, se necesitaron expertos para mover esas cantidades absurdas de capital circulante.

Los estudios se reabrieron. Los artistas apostaron por el regreso a la pintura, ¿practicidad o deuda con la madre de todas las disciplinas? En 1981, A new spirit of painting (El nuevo espíritu de la pintura), en la Royal Academy de Londres enalteció a la disciplina más antigua: Picasso, Bacon, Balthus, el joven Expresionismo Alemán, la Transvanguadia italiana, el Neoexpresionismo norteamericano. Atrapado por el placer de los botes de color, el artista regresó a esa catedral llamada lienzo y, como arma de batalla, el pincel. La persistencia en la bidimensionalidad había triunfado. Faltaba contar la historia por venir; entender que, a pesar de esta repatriación aparente, la pintura jamás volvería a ser la misma.

Quedaba un enemigo por vencer. El arte conceptual había totalizado su práctica. Minimizó el poder de la imagen y porfió en la supremacía de la idea sobre el proceso; por consecuencia cayó en un rigor casi místico. La imposibilidad de vivir una experiencia estética lo fue enfriando hasta convertirlo en un proceso de laboratorio. Tal vez esta asepsia terminaría por rendirse al poder de la pintura. Como un padre que recibe al hijo pródigo, el painterly dejaría entrar todos los logros conceptuales y los haría suyos. Con esto abriría un nuevo campo dentro de la milenaria práctica. Curiosamente las piezas minimalistas treparon en los muros.

La recuperación de las pulsiones que habitaban en el subconsciente permitió que el lenguaje se ampliara cargado del nuevo imaginario que el mundo ofrecía. Una intensa fuerza poética, Eros- Thanatos liberados llevarían al individuo a explorar caminos inéditos a través de la sensualidad. Los sentidos se afinarían y conducidos a través de nuevos sistemas de exploración, permitirían a esta disciplina salir de su letargo.

El arte es un pasmo que contiene el dolor y la alegría, la memoria y los deseos, los infinitos inexplorados, la consciencia de muerte; el artista los hace sensibles en su obra.

Ha pasado un siglo desde aquella secularización en 1917. Como el ave Fénix la pintura ha resurgido y se ha fortalecido. Convive con otras tantas disciplinas engrandeciéndose. Al ser un nómada a través de los múltiples campos, el artista expone con mayor exactitud lo que desea expresar. Hoy ya no debería existir un medio que limite sus deseos.

Pero también es cierto que las preferencias del mercado han terminado por hacer de la pintura un ámbito mucho más accesible y comercial potenciando sus virtudes. La abundancia de lenguajes dentro del mismo género ha impulsado un nuevo orden. Originales prácticas, otras formas de exponer, creación de sitios expositivos, apertura de colecciones privadas de la mano de big names que incluso posicionan ciudades. La difusión de ideas gracias a la preeminencia del comisario, cuyo criterio e inventiva se han vuelto un factor determinante detrás de todo el tejido.

La Trienal de Tijuana se vuelve centro de operaciones, espacio de experimentación y continente para la nueva pintura. Seguramente arrojará resultados increíbles. ¡Enhorabuena, maestro Álvaro Blancarte!

(Continuará)

www.susancrowley.com

@Suscrowley

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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