Los integrantes de la caravana migrante no sólo deben enfrentar las distancias, el frío y el peligro de las rutas, también a transportistas que se aprovechan y les cobran mucho más de lo normal.
Por Diego Gómez
Ciudad de México, 9 de noviembre (EconomíaHOY/SinEmbargo).- En su paso por diferentes estados de México, integrantes de la caravana migrante se han enfrentado con uno de sus principales obstáculos: el cobro de transporte público local para trasladarse de una comunidad a otra al doble o triple de su precio.
En muchas entidades del sur de nuestro país, las combis, taxis, autobuses o mototaxis, han aprovechado para elevar el precio original del traslado, con precios que oscilan entre los 25 hasta 300 pesos por un viaje, dependiendo el tramo o tipo de transporte.
Abel Martínez salió hace 13 días de Olancho, Honduras. Viajó a Tegucigalpa, la capital de su país de origen, para intentar conseguir un pasaporte y viajar hacia México y Estados Unidos, sin embargo, no lo logró por trabas impuestas a miles de ciudadanos para obtener el pase al sueño americano.
En los 2 mil 018 kilómetros que ha recorrido, Abel partió con 8 mil lempiras, un total de 6 mil 563 pesos mexicanos, de los cuales ya solo cuenta con mil, una reserva que, asegura, será para un camión que lo lleve hasta Monterrey, Nuevo León. Las demás necesidades como el baño, comida o aseo personal las cubre de forma gratuita en los albergues donde llega, deportivos adaptados en mega campamentos, plazuelas, campos, cualquier espacio de suelo, o hasta en la orilla de la carretera.
“Gasté más dinero en la entrada de Honduras a Guatemala, y hasta la entrada a Arriaga, Chiapas, porque tenía que venir pagando combis y así se aprovechan de nosotros porque saben que tenemos que cruzar retenes de migración y pagarles un poco más para que nos puedan dejar pasar”, asegura mientras sujeta el cierre de su chamarra blanca con las siglas rojas “UVM”.
Espera con 5 mil compatriotas más a que en la asamblea de la noche se decida cuándo partirán hacia el anhelado norte. En los alrededores del “Palillo” hay gente caminando en todas las direcciones, salen del estadio hacia los pasillos de la ciudad deportiva, se vacunan, preguntan cómo podrían trabajar en “DF”, se forman en la carpa de Cruz Roja Mexicana para poder hacer una llamada de dos minutos, más fila para obtener un par de zapatos o pantalones, comida con monjas católicas, o simplemente sentarse a fumar cigarrillos “Jaipur” de un peso.
“Estoy guardando mil pesos por si me toca pagar un autobús para arriba, mi idea es llegar a Monterrey, y de Monterrey para arriba”, declara Abel.
El oriundo de Olancho, narra que ha sido difícil dejar su país, pues allá se quedaron sus dos hijos y esposa, a quienes espera poder llevar consigo una vez cruce la frontera de Estados Unidos; de no lograrlo, el norte de México se convertirá en su nuevo hogar. No puede regresar a Honduras, pues ha sido amenazado por los grupos criminales que controlan los barrios de su departamento (estado).
“La verdad fui amenazado, me obligué a venirme. Una banda me dijo que en cualquier momento iba a amanecer encunetado, que me iban a matar, entonces decidí arriesgarme, dejar mis dos niños que tengo, mi esposa. Les dije que mi propósito es llegar a los Estados Unidos, si me dejan pasar, y ya después pasar a mi familia”, señala.
A un lado de los vendedores de “Jaipur”, frente a la puerta de los dormitorios principales que conducen a “El Palillo”, Luis Puerto de 32 años sujeta su mochila del Partido Verde. Viene de Honduras. Relata que pudo cruzar a Estados Unidos hace 6 años, pero se regresó a su país por diferentes circunstancias. Fue de los últimos en llegar a la CDMX por haberse retrasado en Puebla.
“Ayer (martes 6 de noviembre) llegué a penas (a CDMX) como a las 4 de la tarde, hoy son 21 días desde que salí, todo ha ido bien, no me ha tocado sufrir tanto, lo que se requiere es un poco de paciencia nada más”, dice.
Como Abel, Luis ha gastado la mayor parte de su dinero en transporte, así como en comida que se les cruza por el camino cuando se hartan de la regalada. Aunque en tramos de carreteras han podido viajar de “raite”, en otros no y tienen que pagar hasta el triple a los conductores de autobuses, o caminar y atrasarse.
“Hay partes que me ha tocado subirme a los camiones, pagar el pasaje, nos cobran normal y a veces más de lo que vale, si vale 50, son 100, si vale 100 son 200, el doble y a veces hasta más. Ahí es donde más se gasta dinero”, relata.
Hoy ya no carga con dinero, se dice con ganas de salir a las calles a pedir dinero, pues hace quince días que no se comunica con su familia. El objetivo: llegar a Arkansas, Estados Unidos, donde lo espera su hermana y madre, ambas con refugio político.
“No salí con mucho. Ahorita me gustaría ir a pedir un poco de dinero, a veces uno necesita tomar un refresco, hacer una llamada ( ) ahorita ya tengo como quince días que no hago una llamada, eso es lo que se dificulta más, una vez que te comunicas con la familia, pues ya estas más tranquilo”, refirió.
Tras su asamblea, los centroamericanos plantearon la posibilidad de que la caravana avance hacia Guanajuato, sin embargo, no se ha asegurado tal hipótesis y se espera discutir hasta la reunión de este jueves a las 20:00 horas, cuando vence el plazo de 48 horas acordado para permanecer en la Ciudad de México.
En tanto, la segunda caravana migrante que entró a México a través de la frontera con Guatemala llegó hoy a Juchitán, Oaxaca. La tercera caravana, en su mayoría salvadoreños, partió hoy del municipio de Huixtla hacia Mapastepec, Chiapas, donde será su cuarto punto de escala tras ingresar al país por el río Suchiate.
La Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados, dio a conocer que ya ha entregado 3 mil 320 cartas de inicio de trámites de solicitudes de refugio desde el ingreso de la primera caravana de centroamericanos. Mientras que más de 2,000 han decidido retornar a su país de manera voluntaria.
