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Alejandro Páez Varela

09/11/2020 - 12:08 am

Paty Navidad y el curioso enredo ideológico

Ebrard estaba metido de lleno con el Partido Demócrata. Trabajaba, cuando hablé con él, con los grupos latinos

Un supremacista en la Presidencia de Estados Unidos. Foto: Evan Vucci, AP.

En las últimas semanas, algunos lopezobradorista y morenistas han hecho tanta campaña por Donald Trump en redes sociales como les han alcanzado los seguidores. Aunque el multimillonario perdedor de las elecciones de 2020 en Estados Unidos es antagónico a los principios de cualquier izquierda, han salido en su defensa por varias razones y hechos que alimentan ésta posición y fortalecen una contra Joe Biden.

Que el demócrata cometió un fraude contra Trump, dicen, como Felipe Calderón contra AMLO en 2006.

Que el “viejo régimen” derrocó a Trump, dicen, como a Evo Morales o como a Dilma Rousseff.

Que “sólo los amantes del viejo régimen” en México, como Calderón y ciertos periodistas y comentaristas chapuceros, apoyaron a Biden.

Que Trump ha debido enfrentar a una prensa hostil, como López Obrador. Y esa prensa hostil apoya a Biden, como lo hace Calderón, que hasta ha movido en sus cuentas fotos viejas donde se le ve junto al demócrata.

Que Biden –hasta eso– es católico como Calderón, mientras AMLO es –si es que es algo–, como Trump, protestante.

Es más: que las autoridades electorales, apoyadas en la “prensa corrupta”, complotaron con Biden y los demócratas para quitarle el “triunfo” a Trump. Como Calderón, los medios mexicanos y el IFE (ahora INE) complotaron en 2006.

Esta posición se fortaleció aún más cuando López Obrador decidió, el sábado, no felicitar a Biden por el triunfo. Fue una señal, y sus seguidores siempre están atentos a todas las señales. Aun cuando el Presidente mexicano en realidad apelaba al principio de no intervención y recordaba que Zapatero se apuró en 2006 a felicitar a Calderón (Zapatero, Presidente español de izquierda), el hecho de que no apoyara a Biden al instante radicalizó aún más el apoyo de ese sector mexicano a Trump. Como suele suceder, cualquier recoveco ideológico es llenado de inmediato por los simpatizantes más radicales. Rápido construyeron una justificación para mantener el apoyo a Trump: es una víctima del “viejo régimen”; un hombre que buscó un cambio profundo y fue derrocado por la mafia del establishment. Aún cuando Trump considerara a México en su categoría “shithole”, es decir, de “país de mierda”.

Curioso enredo ideológico. La izquierda democrática estadounidense (Bernie Sanders, Alexandria Ocasio-Cortez) y la española y latinoamericana (como Pablo Iglesias o Pepe Mujica) saludaron la derrota de Trump. Mientras, en el ala de los que gritan “Fraude” se unían los supremacistas blancos y neonazis; los medios que pedían castigar a México y construir el muro (como Fox News o Breitbart News); los poderosos amantes de las armas que llegan a suelo mexicano y matan inocentes (como la Asociación Nacional del Rifle o NRA), así como los predicadores evangélicos de ultraderecha y los grupos contra el aborto.

Acá, en los últimos días, ciertos lopezobradorista y morenistas hacían campaña por Trump. Alegaban fraude, como Jared Kushner. Pedían al todavía Presidente que se quedara en la Casa Blanca hasta que lo sacaran con la fuerza pública, como lo ha dicho Breitbart –acusado de misógino, xenófobo y racista–, un medio fundado en el verano de 2007 por Andrew Breitbart para defender a Israel y a la extrema derecha y que fue dirigido por Steve Bannon hasta que se volvió estratega en jefe de Trump. Como alegan los negacionistas, que dicen que el cambio climático no existe y el hombre no llegó a la Luna; que rechazan las vacunas y dicen que el coronavirus es un invento de Bill Gates y de George Soros para apoderarse del mundo. O como Ana Patricia Navidad Lara, conocida popularmente como Paty Navidad. Curioso enredo ideológico.

***

Hablé con Marcelo Ebrard. Pocos hablaban con él. Eran los años del exilio. Miguel Ángel Osorio Chong y Miguel Angel Mancera lo perseguían por orden de Enrique Peña Nieto. Lo escuché muchísimo más tranquilo porque tenía mayor respaldo. Andrés Manuel, el líder opositor, había pedido públicamente dejar de perseguirlo. Marcelo estaba en Estados Unidos después de su travesía por Europa y había caído en manos aliadas: los demócratas.

Apenas unos años antes, los demócratas habían tratado con menosprecio al Gobierno de Felipe Calderón. Barack Obama deportó a miles y miles con Calderón, y con Calderón metió armas a México. Cuando vino, fue frío. Mientras, Ebrard cimentaba esa relación. Se hermanó al Alcalde de Los Ángeles, Antonio Villaraigosa, de origen mexicano. Villaraigosa había respondido en español el discurso del Estado de la Unión de George W. Bush, republicano. Eran tiempos de “progresistas”; un afroamericano al frente de Estados Unidos era el mejor ejemplo. (Mi valoración, para dejarlo claro, es contra Obama: muy progre, muy progre, pero muy hipócrita con México; lo mismo que Justin Trudeau: muy progre, muy progre, pero sus empresas mineras son depredadoras de suelo mexicano).

Ebrard estaba metido de lleno con el Partido Demócrata. Trabajaba, cuando hablé con él, con los grupos latinos para la elección de Hillary Clinton. No les fue bien en esa elección. No le fue bien a nadie. Trump llegaba al poder con un discurso racista, clasista, de odio. Un supremacista en la Presidencia de Estados Unidos, imagínense. El mundo temblaba. Los gobiernos más progresistas del planeta alertaban que se empoderaría a la ultraderecha, como sucedió. Pero al menos Ebrard estaba más tranquilo, refugiado de la persecución política en el seno de los demócratas, en donde Joe Biden se posicionaba casi a la par que López Obrador agarraba vuelo en México. Cualquiera leía los cambios por venir.

Ahora Marcelo Ebrard es el Canciller mexicano. Tuvo que enfrentarse a Trump, a pesar de su filiación demócrata. Ahora Ebrard es el Canciller y a la Casa Blanca van los demócratas. Por eso confío en que todo este curioso enredo ideológico terminará pronto. Tan pronto como López Obrador lo decida. Los hilos están tendidos hasta allá, hasta el nuevo Gobierno de Estados Unidos. Pronto los mexicanos que apoyan a Trump, lopezobradorista y morenistas, deberán darle una segunda pensada a su posición.

Aclaro que, la pura verdad, de Paty Navidad no espero nada.

Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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