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Alma Delia Murillo

10/06/2017 - 12:05 am

Los gesticuladores

El Gesticulador, esa genial obra de Rodolfo Usigli vino a mi cabeza porque en ella un ciudadano se hace pasar por sobreviviente revolucionario para luego ponerse la máscara de político decente y a plantarse a vociferar delante de las masas.

Portada de la obra El Gesticulador de Rodolfo Usigli en Editores Mexicanos Unidos.

Somos un país contradicción.

Somos un país donde la legalidad no forma parte de lo cotidiano y donde la justicia no está en el corazón de nuestra identidad y pareciera que no necesitamos buscarla, integrarla, hacerle un lugar en nuestra mesa.

Ahora mismo estoy pensando en el jaguar, en las fauces del jaguar, en la majestuosa musculatura del jaguar que ruge y tiene por garras guadañas bien afiladas. Estoy pensando en ese portento de felino encerrado en una vitrina, comiendo cereales azucarados y bebiendo refresco de naranja, siendo la figura del fracaso forjada a punta de domesticación.

El jaguar es un animal sagrado dentro de la cosmovisión prehispánica en México, aún hoy, el imaginario que lo rodea es poderoso y permea gran parte de nuestros símbolos como pueblo pero lo cierto es que está cada vez más debilitado. Es que son muchos años de domesticación colectiva.

La historia la conocemos todos, lleva décadas repitiéndose. Amanece, es día de jornada electoral, el corazón anticipa la tristeza pero no quiere resignarse. Termina la jornada y el dinosaurio, milagrosamente, aunque no llevara la ventaja, gana. Como una maldición que se repite. Otra vez. Otra vez. Otra vez. Otra maldita vez.

Todos gesticulan, el candidato intenta poner rostro de persona carismática y escrupulosa, las instituciones ponen gesto de legalidad, la pobreza se pone una máscara de salario rosa.

No estoy dispuesta a admitir el argumento de que es “nuestra culpa”, me resisto a que ese “pinches mexicanos” deje zanjado el asunto. Me resisto porque no me creo el triunfo legal que se adjudican y culpar a los electores es dar por hecho que la elección fue limpia y que el resultado se constriñe impecablemente al conteo de votos. No me lo creo porque llevo años tratando de ejercer mi derecho electoral y he visto suficientes veces la fórmula repetida. El mismo montaje. Los acarreos, las tarjetas con dinero electrónico, las despensas, las promesas de vivienda, la ventaja del PRI ganador por puntos porcentuales casi invisibles. Y es probable que no podamos comprobar el fraude sino hasta dentro de veinte años (como ya ha ocurrido) o quizá nunca. Pero yo no necesito comprobaciones que dependen de los que son juez y parte para creer en lo que creo.

El Gesticulador, esa genial obra de Rodolfo Usigli vino a mi cabeza porque en ella un ciudadano se hace pasar por sobreviviente revolucionario para luego ponerse la máscara de político decente y a plantarse a vociferar delante de las masas.

Nuestro gesticulador es un vivo muy vivo con máscara de muerto.

Y creo que como colectivo estamos jugando en la puesta en escena como jaguares con máscara de perro domesticado, estaría bien renunciar a la máscara y liberar al jaguar. Dejarlo salir de la vitrina de una vez por todas, antes de que su fiereza se extinga definitivamente.

@AlmaDeliaMC

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