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Jorge Alberto Gudiño Hernández

10/06/2023 - 12:05 am

Como si lo fuera

Si la Ministra tuviera razón y todo fuera producto de confusiones, malentendidos y todos sus argumentos fueran válidos pese a su inverosimilitud… si, en otras palabras, la tesis con la que se tituló como abogada, fuera, en efecto suya… entonces, ¿por qué actúa como si no lo fuera?

“¿Acaso alguien que se dedica a la impartición de justicia le tiene miedo a la misma?”. Foto: Twitter @YasminEsquivel_

Este jueves, los abogados de la Ministra Esquivel presentaron el fallo de una demanda con el que, aseguran, el caso en torno al plagio de la tesis de Licenciatura de la Ministra se cierra, toda vez que una juez atribuyó la autoría de la misma a Yasmín Esquivel.

Llaman la atención varias cosas en torno a dicha sentencia. La primera, que era un caso entre la Ministra y el otro presunto autor de la tesis, Edgar Báez. El fallo, en efecto, fue a favor de Yasmín Esquivel… porque la contraparte nunca se presentó al juicio y tampoco apeló la primera sentencia. Además, este proceso judicial se llevó a cabo en secreto. Así pues, ganó la parte que demandó, básicamente, porque su contraparte nunca apareció en el juicio.

Recordemos, además, que la defensa jurídica de la ministra ha interpuesto varios amparos para impedir que el Comité de Ética de la UNAM se pronuncie en relación al caso. Este organismo universitario actuó con presteza a partir de las pruebas que tenía, todas ellas de carácter académico. Un poco antes de que fuera a emitir su veredicto, un amparo le impidió hacerlo. Consiguieron la suspensión del mismo sólo para que un segundo amparo volviera a dejarlos sin la posibilidad de hablar del caso.

Vayamos más lejos. Se presentaron evidencias de que la tesis de doctorado, que la ministra presentó para obtener dicho grado académico en la Universidad Anáhuac, también tenía partes de dudosa autoría. En ese caso, la universidad privada dijo que sus estatutos no le permitían revisarlo. Así, se lavó las manos y ni siquiera investigó el asunto.

Más atrás aún. Gracias a información publicada por Guillermo Sheridan, se destapó el escándalo. Pronto varios estuvieron en condiciones de comparar dos tesis, la de la ministra y la de Edgar Báez. Las coincidencias eran, por decirlo amablemente, notorias. La ministra se defendió argumentando que el plagio había sido al revés. El problema es que la tesis del señor Báez antecede, por mucho, a la de ella. La ministra incluso presentó documentos de la directora de la tesis apoyándola. Mismos que pronto cayeron en el absurdo.

Es claro que se puede ahondar en los hechos antes expuestos. Más aún, estudiarlos de forma tal que no signifiquen un prejuicio para quien quiera emitir su opinión. La mía, lo confieso, está sesgada. Al menos por dos razones.

La primera es porque, con los pocos elementos con los que cuento, más todos los años que me he dedicado a la docencia universitaria y de posgrado, me parece bastante claro que el plagio existe. Sin embargo, no soy una autoridad ni, dicho sea de paso, he realizado un estudio profundo de cada una de las páginas ni de los elementos presentados por las partes. Sí, en cambio, lo hizo en su momento la universidad en diversos departamentos y direcciones en general, y su Comité de Ética en particular.

Eso me lleva a la segunda razón. Si la Ministra tuviera razón y todo fuera producto de confusiones, malentendidos y todos sus argumentos fueran válidos pese a su inverosimilitud… si, en otras palabras, la tesis con la que se tituló como abogada, fuera, en efecto suya… entonces, ¿por qué actúa como si no lo fuera? Ha entorpecido a las autoridades, llevado juicios en secreto y sin las partes, interpuesto amparos, presentado evidencias cuestionables y demás. ¿Acaso alguien que se dedica a la impartición de justicia le tiene miedo a la misma?

Eso parece y, por eso, a mí me hace pensar que ella no tiene razón. Para muchos, aun cuando se prueben sus dichos, será como si fuera culpable.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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