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Jorge Alberto Gudiño Hernández

10/11/2018 - 12:04 am

Reinterpretar El Principito

Años más tarde pude estudiar hermenéutica. Entendida, de forma simplista, como la teoría sobre la interpretación de los textos, me enteré de muchas cosas. Las discusiones entre los teóricos de la materia son fascinantes. Hay quienes sostienen, por ejemplo, que para todo texto hay una sola interpretación; otros que varias; unos más que infinitas pero dentro de un límite; los últimos, que cualquier cosa puede ser leída dentro de un texto dado si se puede convencer al otro de ello. No se requiere un tratado extenso para comprender que los dos extremos, en realidad, se parecen mucho, en tanto implican ejercer el poder de un lector sobre el otro; si hasta ha habido guerras en las que el pretexto son las diferentes lecturas que puede tener cierto escrito.

“Hace algunos días me topé con la noticia de la adaptación de ‘El Principito’, la novela de Antoine de Saint-Exupéry. Ahora se llama ‘La Principesa'”. Foto: Especial

Cuando estudiaba preparatoria, una maestra nos dejó leer un libro de cuentos de Cortázar. Nos obligaba a subrayarlo de varios colores dependiendo de ciertos elementos encontrados. Después, firmaba cada uno de los ejemplares para dejar constancia de que sí habíamos leído el libro (o, cuando menos, coloreado). En el examen preguntaba cuál era el tema de alguno de los cuentos y uno respondía, con la memoria aterrorizada: no fuera a preguntar sobre uno de los que menos recordaba. A mí me preguntó por el que más me había gustado. Así que respondí en extenso, sonriendo en mi interior. Un tache regresó sobre mi examen justo en esa respuesta. Cuando hizo la revisión, ella dijo que el tema del cuento en cuestión era uno y sólo uno. Acto seguido, perfiló una frase lapidaria que, desde su autoridad, era la que abarcaba el tema. Su lectura, lo sé ahora, era muy política; la mía no. Si me sucediere eso hoy, podría discutirlo o comparar puntos de vista. En ese momento, en cambio, fui avasallado por la interpretación personal de una lectora.

Años más tarde pude estudiar hermenéutica. Entendida, de forma simplista, como la teoría sobre la interpretación de los textos, me enteré de muchas cosas. Las discusiones entre los teóricos de la materia son fascinantes. Hay quienes sostienen, por ejemplo, que para todo texto hay una sola interpretación; otros que varias; unos más que infinitas pero dentro de un límite; los últimos, que cualquier cosa puede ser leída dentro de un texto dado si se puede convencer al otro de ello. No se requiere un tratado extenso para comprender que los dos extremos, en realidad, se parecen mucho, en tanto implican ejercer el poder de un lector sobre el otro; si hasta ha habido guerras en las que el pretexto son las diferentes lecturas que puede tener cierto escrito.

Hace algunos días me topé con la noticia de la adaptación de El Principito, la novela de Antoine de Saint-Exupéry. Ahora se llama La Principesa. El proyecto surge de “Espejos literarios”, un grupo de “Lectoras empedernidas desde la infancia y preocupadas por la falta de diversidad en los perfiles de los personajes que en las obras maestras aparecen” y sus preocupaciones pueden leerse en su página (www.espejosliterarios.com).

Hay muchas cosas que se pueden discutir con ellas, con sus propuestas y con su proyecto. Me ocupo sólo de una. Sostienen que, en la medida en que se puedan hacer adaptaciones de género, de raza, de orientaciones sexuales y demás, se podrá generar una mayor empatía con los personajes de la literatura universal (sea lo que este término quiera significar, pues me parece que lo utilizan en sustitución de clásico). Disiento. La empatía no se genera por el parecido entre los personajes y los lectores. Al menos no en la mayoría de los casos. Se genera, por el contrario, en la capacidad que tenemos por saber humanos los problemas del otro, por ser capaces de identificarnos con su circunstancia toda vez que es diferente a la nuestra.

Confieso que a mí nunca me encantó El Principito. Sé que es mi problema y no de la obra. A reserva de desarrollar la idea a más profundidad, tengo la impresión de que el hecho de convertir a una buena parte de los personajes del libro en mujeres; de cambiar algunos de los dibujos, para que en lugar de una caja la ternera (que ya no cordero) tenga una casita; o de intentar imponer ciertas lecturas a una obra que bien podría tratar del delirio de un aviador que imagina que conversa con un niño en el desierto quien, a su vez, dibuja desde sus limitaciones… todo eso no es más que un acto de interpretación autoritaria, como el de mi maestra o el de aquéllos que alzan la voz para descalificar las lecturas de otros.

En fin, leí los dos primeros capítulos de La Principesa porque son los que pude conseguir en línea (el libro no está disponible aún). Sé que, ahora, están trabajando en la adaptación de La casa de Bernardo Alba. Supongo que irán ampliando su catálogo. Por fortuna, siempre quedarán las obras originales y, quién sabe, en una de ésas, sus intentos sólo consiguen que alguien lea los primeros y no los segundos. Mientras tanto, quedan muchos más libros a los que podemos acercarnos con absoluta libertad, sin que estén mediados por la lectura de alguien más.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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