Ciudad de México, 11 de junio (SinEmbargo).– Las nuevas generaciones son las que normalmente gozan de los beneficios de las tecnologías en boga y hacia ese nicho de mercado van dirigido los gadgets más sofisticados.
Sin embargo, es poco lo que los jóvenes saben de ciencia, de física, de química. Es más, nos animaríamos a decir que en la Prepa los estudiantes huyen de dichas materias como del Diablo.
Para acortar un poco esa brecha, la joven española Sonia Fernández Vidal ha unido el mundo de la creatividad con el del conocimiento científico escribiendo novelas juveniles donde los romances adolescentes aprenden a manifestarse entre la física cuántica y los agujeros negros.
Así ha sido con su primera La puerta de los cerrojos, una historia con la que llegó a vender 30 mil ejemplares sólo en su país de origen y que le ha permitido dar a conocer la reciente Quantic Love, que en nuestro país ha comenzado a distribuir la editorial Océano y de la que ofrecemos -especialmente para nuestros lectores- el primer capítulo.
Se trata de la historia de Laila Fortuny, quien acaba de terminar el bachillerato justo cuando sus padres se quedan en paro. Para pagarse los estudios, consigue un trabajo como camarera en el CERN, el célebre centro de investigación nuclear cercano a Ginebra.
Una tarde, el corazón de Laila se acelera al conocer a Brian, un estudiante de doctorado que ha trabajado en Los Álamos, Nuevo México, donde se fraguan proyectos militares.
Su nuevo amigo se ofrece a enseñarle las instalaciones mientras le explica los secretos de la física cuántica. Ella queda fascinada por el joven científico que parece inmune a sus encantos, mientras sirve menúes diariamente a cientos de investigadores.
Laila espera el primer beso, en el verano más emocionante de su vida en el que descubrirá que la ciencia puede ser sexy y que el amor es la energía más poderosa del universo.
“Esta novela cuenta una historia de amor con un transfondo científico; el objetivo es describir a partir de toda la narración que va transcurriendo en este centro de investigación —el CERN— que la gente pueda ir aprendiendo pero que se encienda también la chispa de la pasión, la pasión por aprender. En definitiva, que cada vez seamos más los que nos enamoremos de la ciencia”, afirma Sonia Fernández-Vidal.
Nacida el 8 de marzo de 1978 en Barcelona, es Doctora en Física Cuántica, realizó su tesis en el campo de la Información y Óptica Cuántica. Se licenció en Física por la Universitat Autònoma de Barcelona.
En el 2003 trabajó en el Centro Europeo de Investigación Nuclear (CERN), en el proyecto del nuevo acelerador de partículas Large Hadron Collider (LHC).
Allí empezó a degustar la divulgación científica participando como guía oficial y conferenciante del CERN. En el 2005 trabajó en Los Álamos (EE.UU.) colaborando con la división teórica del Laboratorio Nacional de Los Álamos (LANL) en un proyecto sobre Decoherencia e Información Cuántica.
Sonia ha combinado la investigación con otra de sus pasiones: la docencia, tanto en la universidad como en centros para adultos. Durante los últimos dos años ha dado múltiples charlas de introducción a la física cuántica a públicos no científicos con el objetivo de abrir las consciencias de la gente a distintas realidades.
Y en los tiempos libres escribe novelas juveniles.
– ¿Cómo es eso de que la física cuántica es sexy?
– Bueno, es una de las intenciones de Quantic Love: conseguir que la ciencia en general y que la física cuántica en particular puedan convertirse en algo sexy. Sobre todo porque en nuestros días hay una necesidad de establecer una cultura científica cada vez más sólida en la sociedad. Una de las ideas o iniciativas que surgieron fue precisamente narrar esta historia de amor que acerque la ciencia a todos los públicos, principalmente a los adolescentes, que es esa franja etaria a la que los científicos no puede llegar normalmente.
– ¿No crees que está sobrevalorada la ciencia en mundo con tan poca espiritualidad?
– Lo que pasa que para mí la ciencia uno de los grandes valores que tiene es que consigue fascinarnos, darnos un sentido de existencia. Y en dicho contexto la ciencia aparece mucho más ligada al arte y a la filosofía que al dato matemático duro. La ciencia, como la espiritualidad, buscan lo mismo: indagar sobre el sentido de la vida.
– En tu caso tienes lo mejor de ambos mundos. Eres científica y al mismo tiempo te gusta escribir, contar historias…
– En el sistema educativo se ha creado una escisión entre humanismo y ciencia que no nos ha hecho ni nos hace ningún bien. La famosa separación entre quienes gustan de las matemáticas o de las letras, cuando en realidad lo más interesante es establecer lazos de unión entre ambos conocimientos. La sociedad ha evolucionado gracias a esos lazos, no a las separaciones.
– Quizás la pedagogía sea la disciplina que menos ha evolucionado…
– Sí, hace falta una revolución en la materia. Un niño, por ejemplo, tiene desde que nace un espíritu totalmente científico, hace preguntas constantes sobre el mundo que lo rodea, el por qué de las cosas, por qué estamos aquí, cuestionamientos fundamentales que nos acompañan durante toda nuestra vida. Sin embargo, cuando comenzamos a ir a la escuela, nos enseñan que la ciencia es sólo analizar un detalle, un cálculo, una ecuación diferencial. Esa visión tan limitada esconde que la ciencia en realidad nos otorga la capacidad de dar un contexto, un sentido, a nuestro mundo y al universo que nos rodea.
– En España, Eduard Punset es un maestro en esto de la divulgación científica, ¿verdad?
– Sí, totalmente, tenemos mucha suerte de tenerlo, pero aun así todavía nos falta mucho camino que recorrer en el terreno de la divulgación científica. En los países anglosajones la cultura científica está mucho más arraigada. Creo que cualquier esfuerzo por facilitar esta visión tan fascinante de la ciencia es muy positivo.
– ¿Es divertida Quantic Love para los chicos que usan mucho tecnología pero saben muy poco de dónde viene esa tecnología?
– Es verdad. Vivimos en una auténtica tecnocracia sin saber el sentido, sin entender el contexto en donde se desarrolla, cómo funciona todo. Quantic Love es esencialmente un intento de humanizar la ciencia. Si le preguntamos a los lectores cómo es un científico, seguramente describirán a un hombre anciano, con el pelo revuelto y cara de loco. El libro busca romper con esa idea y demostrar que la ciencia puede ser divertida, totalmente inspiradora y mucho más creativa de lo que imaginamos.
Adelanto del libro